Rashomon en la feria
No he podido evitar recordar con los sucesos de la feria de Málaga la película Rashomon de Akira Kurosawa. El director japonés describió el relativismo o el perspectivismo de la forma más explícita posible, con las diferentes descripciones que los testigos y afectados hacen de un asesinato y una violación en el Japón del siglo XII. Escucho ahora lo que cada uno supone que ocurrió entre las casetas y las atracciones de la feria de Málaga, y me vienen a la memoria los relatos del leñador, el sacerdote budista y el peregrino.
Unxs verían allí una apología de la virilidad mediterránea propia del cine de Bigas Luna, otrxs el atávico acoso de una cuadrilla de cazadores cada uno con su arma (una polla, insultos, una cámara) a una presa. Todo es cinematográfico, los espacios feriantes muy Alex de la Iglesia, la imagen futbolera y cani de los chavales, los testigos con sus relatos. Cada cual ve lo que le confirma, cada uno construye el relato que le permite seguir siendo como es y mantener una idéntica concepción de lxs otrxs (las mujeres provocadoras, o víctimas, los canis violentos, o salvajes o espontáneos). Ante el secreto o la discreción de la jueza (no sé si me parece bien este misterio) no nos queda más que inventar, y como la jueza nos priva de la dictadura de lo real, imaginamos lo que más nos conviene, lo que menos disonancias nos genera.
Esto es más o menos normal, que ocupemos lo no conocido con una imaginación ventajista, aunque menos lo es el disenso sobre lo que tenemos delante nuestra. Miramos nuestras empresas y unxs ven el producto de la desigualdad y los mecanismos de discriminación, otrxs no ven más que el producto de la inclinación natural de las personas. Miramos un patio de colegio y unxs ven sólo niñxs jugando, mientras que otrxs ven unos pocos niños que ocupan jugando al fútbol casi todo el espacio, mientras que otros y casi todas las niñas juegan resguardándose de los balonazos junto a la pared; unxs ven virilidad y juego en los niños en el parque, otrxs ven el incipiente matonismo y el abuso; unxs ven humor y seducción en la publicidad, otros estereotipos sexistas que perpetúan la asignación de roles y la discriminación.
Seguro que hay estudios que categoricen los perfiles sociales del machismo, pero los desconozco, y me voy a aprovechar de esta ignorancia, que la ignorancia a veces es muy creativa. Creo que en España tenemos conservadorxs, que son conservadorxs en la mayoría de los dilemas sociales, o sea, que por lo general prefieren conservar este estado de cosas e incluso volver a situaciones del pasado. En el mejor de los casos, la diferenciación de roles por género, cuando no la propia desigualdad, sería uno de esos elementos a conservar. Tenemos a otra gente que se considera progresista, y que podríamos identificar así en otros dilemas sociales (igualdad económica, liberalidad en las costumbres, confianza en el progreso), pero que no cree, o no se comporta en coherencia con esa convicción, que la desigualdad de género sea en la actualidad generalizada ni estructural. No se enfrenta al feminismo, incluso lo considera aliado, y si se ve obligado justifica las desigualdades una a una (siempre hay una explicación mejor). Y luego están lxs que creen que vivimos en una sociedad machista, que sigue reproduciendo esos esquemas y que no será plenamente democrática hasta que no supere dicha estructuración; los y las feministas.
2+1, ésta puede ser la correlación de fuerzas (me invento el dato, como todo lo demás). Desde esas posiciones y nuestras particulares vivencias y prejuicios nos andamos inventando estos días el relato de la pérfida que se vengó despechada del chico que le gustaba, los bravucones que dieron rienda suelta a su agresividad, la chica que se vió engañada y violentada por la bestialidad de los abusadores, lxs jóvenes de barrio que llegaban hasta los límites en un sexo gregario y violento. No sabemos exactamente lo que ocurrió, pero sí que el relato es violento, el sexo que describen, humillante, y el silencio con el que se ocultan los miles de hechos similares en España, una vergüenza. Sea unx feminista o no.
Nota: Machiko Kyo en Rashomon (1950)
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