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La noche de los discretos

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Ángel Ramírez

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Recordaba el domingo en Cordópolis Desiderio Vaquerizo la famosa frase de Castilla del Pino “apresúrense a ver Córdoba” ante la amenaza de que desapareciera, destruida por la ambición y la falsa modernidad. Y a mí que me parece lo contrario. Ya puede pasar todo el tiempo del mundo que la ciudad siempre es la misma, desesperantemente fiel a sí misma, así que no es necesario que corran que les esperamos. Digo esto por lo ocurrido la noche del pasado viernes y días anteriores al calor de la cosa llamada La Noche de los Investigadores.

Resulta que decidieron realizar una acción de difusión divulgativa de la ciencia en el patio de los naranjos, todo un acierto desde una lógica perfomer, más discutible desde una estrategia de comunicación al uso (en España cuando los sacerdotes hablan de ciencia alguien suele acabar en el calabozo, con la excepción para los que ya peinamos canas del padre Mundina y sus sabios consejos botánicos). Fernando Aguiar, un investigador del Instituto de Estudios Sociales Avanzados, no acabó en el calabozo pero sí fue desterrado y tuvo que hablar de moral en otro patio de la ciudad, ya que se había negado, con buen criterio, a ir previamente a convencer a los miembros del Cabildo de que, a pesar de que la tierra es redonda, él es de sangre cristiana. Siga, siga, que no está leyendo ninguna crónica de un viajero inglés de finales del XVIII.

Vetado el IESA, no hubo stand de la institución en los naranjos, pasó un ángel y a todos los responsables, técnicos, políticos, comunicadores et alie les dio el tan cordobés ataque de mutismo que cursa con mirada bovina y falsa satisfacción, síndrome que duró hasta el pasado domingo en que recuperaron la memoria (poco a poco, ya se sabe como son estos lapsus). Así que allí estuvieron con sus chaquetas y sus corbatas, hablando o escuchando hablar de ciencias religiosas, paseando como lo hacían en los pasados años en tantas ferias comerciales. La cosa es que todos y todas, en un ejercicio de paternalismo que lxs cordobesxs sabremos apreciar, decidieron no darnos el disgusto de contarnos el dilema a que se enfrentaban y por tanto la oportunidad de opinar, que con la de disgustos que nos llevamos, ¿quién quiere hablar de más problemas? Ahora sí, ahora podemos sentirnos tan cordobeses como siempre, sintiéndonos humilladxs, engañadxs por unos y otros, y alimentando, a toro pasado, la frustración y la impotencia.

Pero el flamenquín de oro 3.0 se lo lleva sin duda el anónimo portavoz de la Universidad de Córdoba al que no bastó el vaticano silencio y, tras el bienitencionado y a mi juicio equivocado mutis del IESA para no perjudicar la celebración del acto protagonizado fundamentalmente por la UCO, se deja caer con la siguiente valoración de lo no ocurrido: “nosotros no vamos a entrar en polémicas. Estuvimos trabajando duro para que La Noche de los Investigadores fuese un éxito y lo hemos conseguido. Y ninguna de las actividades programadas ha sido clausurada”. ¿ Cómo se os ha quedado el cuerpo? Resulta que aquí no ha pasado nada, y si ha pasado nos ha pillado en la sacristía tomando recortes con anís y no nos hemos enterado, tenga usted amigos para esto. En una actividad de divulgación científica financiada por la Unión Europea y distintas instituciones públicas se veta a un investigador por la Iglesia Católica y para la Universidad no ha pasado nada. Bueno, realmente no ha pasado nada extraño, lo extraño hubiera sido que un sacerdote hubiera descubierto algo, el IESA hubiera vetado a alguien, y la prensa cordobesa lo hubiera contado al día siguiente.

Enhorabuena a lxs pergeñadorxs de la cosa porque seguro que muchxs han aprendido de ciencia (mi hijo mira todos los días unas hojas metidas en un vaso de agua esperando  “que termine el experimento”), pero de lo que hemos aprendido un montón es del carácter de esta ciudad y sus élites, en particular la científico-religiosa. El año que viene organizamos la Noche de los Investigadores en el chalet de Sandokán y seguimos profundizando.

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