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Freedom for Switzerland

Ángel Ramírez

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Europa ha inventado el nacionalismo posmoderno, pacífico, liquido, electivo, paradójico y silencioso.  Están los suizos de Suiza, que lo son por azar lo mismo que nosotros somos lo que quiera que seamos,  y los suizos de fuera, los durmientes, que lo son por decidida voluntad. Los primeros son los suizos de segunda, y los segundos los suizos de primera, y estos últimos suelen ocultarlo, se presentan como españoles aunque sean hispanosuizos, o catalanes, aunque sean catalanosuizos. Los suizos de segunda son puro sueño europeo, tienen pinta de aburrirse pero  mucha calidad de vida, aunque no sé cómo ambas cosas pueden ir juntas.

No hay país más autodeterminado, más libre que Suiza, y para eso no ha necesitado partidos, proclamas, ni Aberri Egunas. Suiza se convirtió hace años en una cueva a la que van ilegalmente los fondos de los demás países y ninguno ha podido evitarlo, si es que han puesto mucho interés en ello. ¿Y cómo se consigue semejante injusticia? Pues teniendo un eficaz ejército de durmientes que se pegan el día dándonos la chapa con lo inútiles y perezosos que somos los demás, que no hay mejor defensa que un buen ataque.

Ahora resulta que el símbolo molt honorable del catalanismo no era catalán,  era catalanosuizo, como el propio BarÇa,  y comparte nacionalidad con Luis Bárcenas, Emilio Botín, el rey Juan Carlos y el expresidente del Bayern, ahora en prisión, Uli Hoeness. Por cierto que Pujol comparte con este último el hábito de mofarse y ridiculizar a los del sur (cada uno el suyo, en el sur de Hoeness está Cataluña), se ve que reírse de los robados forma parte de la identidad suiza. Aún recuerdo a alguno (son tantos que me lío) de los hijos del molt honorable encajarse en cualquier actividad de proyección pública con su bandera de Freedom for Catalonia, en una acción que supongo que le aconsejaba su abogado para que todo el mundo estuviera pendiente de la mano equivocada, que es como se han hecho los trucos toda la vida.

A todos ellxs y tantos más que no identificamos, la libertad que de verdad les importa es la de Suiza, que es la que les permite seguir semoneándonos a la vez que nos despluman. El otro teatro es como la visita al pueblo en verano, en la que miran por encima del hombro a los primxs que se quedaron allí con sus viejas palabras, sus acentos y el desván polvoriento, aunque finjan emoción recordando la infancia común, las excursiones al río y los primeros amores.

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