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3030 catalanes

Ángel Ramírez

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Martina, con gesto de fastidio, se giró, alargó el brazo hacia el paquete de tabaco y encendió un cigarro, a la vez que  cogía el mando del televisor y ponía un informativo en el que vio las imágenes aún del Palacio de Congresos.

“Los 3.030 participantes en la asamblea de la CUP llevaron al extremo su división interna con una votación que se saldó con un empate a 1.515 votos. El resultado mantiene bloqueada la situación política catalana al menos hasta el 2 de enero, cuando la CUP reunirá de nuevo a su dirección para decidir sobre la investidura de Mas”.

Me quedé helado, y aún tembloroso, repasé mentalmente el largo día, ese día que terminaba de este modo insólito. Recordé como me sentí imbécil mientras me colgaba la credencial, nunca me había gustado nada ponerme credenciales, cartelitos, cualquier cosa que me identificase, me veía como esos atontados en los congresos profesionales, con su visita turística y su cena en los jardines del palacete de turno. Pero valía la pena, después de tantos años estábamos todos allí, unos 3000, por fin íbamos a poder quitarnos de encima a la mafia esa de Convergencia, una burguesía corrupta por muy catalana que fuese. Es increíble lo rápido que había ido todo, las pasadas elecciones supusieron el  primer asalto, y ahora había que provocar unas segundas, con toda la cúpula de Convergencia fuera. Ahí podríamos por fin consolidar un frente independentista y a la vez de izquierdas, veía como la gente estaba ilusionada, compartían su entusiasmo, aunque era un poco deprimente esa imagen que teníamos ahora, como recién salidos del Decathlon, o de venir del correfoc de la Mercè, con zapas de training a 120 euros y esas pintas de vecinos endomingados.

Pero realmente yo estaba allí por Martina. La había seguido todos estos años por la televisión y las redes, se había convertido en una líder del movimiento independentista y nunca pude olvidarla. Recordaba las muchas peleas que tuvimos, y el alejamiento definitivo cuando ella se juntó con aquella gente de Terra Lliure, unos capullos que le arruinaron la vida y la alejaron de mí. Pero hace cuatro días la vi en TV3 y pensé que qué mejor momento que éste, en plena euforia, celebrando que teníamos razón y que por fin lo hemos conseguido. Le entré por el facebook y estuvo de acuerdo en vernos, y en escaparnos si podíamos, pero antes quería verme aquí a ver qué sentía, no estaba ya segura de nada. Me pareció muy espiritual, seguro que se ha metido en alguna cosa de ésas de las constelaciones, el seitai, el reiki, o yo qué sé, porque no paraba de hablarme de energía y de estados y emociones. Por fin la encontré, hablaba con un grupo de colegas, pero al verme se apartó y se acercó a mí, vi en su rostro que me esperaba, puse el dedo índice de la mano derecha sobre mis labios pidiéndole que no hablara y puse en sus manos una nota con una cita y la dirección del Hotel Urpi, que tanto nos gustaba y al que nunca pudimos ir, a solo unas manzanas del Palacio de Congresos.

Eran las cinco y veinte cuando llegó a la habitación, hermosa, excitada por los debates y las votaciones, y estuvimos aún horas casi sin tocarnos. No parábamos de hablar contándonos cómo nos había ido, y el horizonte que se abría ante nosotros. Hoy saldría derrotada la propuesta de pactos, se convocarían elecciones y ahí íbamos a ganar por fin a los españolistas y a los de Convergencia, tendríamos la Cataluña que habíamos soñado, y lo íbamos a conseguir nosotros. Me habló también de su vida, de su divorcio, de los gatos que ya conocía por el facebook, de las oposiciones que sacó. Comenzamos a acariciarnos, a besarnos, me desnudó con mimo, y me excité, no sé si alentado por el listado de los nombres de sus gatos, o por su temario de oposiciones. Martina me besaba con fruición, y mordió suavemente mis labios de un modo insoportable para mí, tuve una eyaculación apresurada y adolescente, me temblaron los piernas y ella recordó, de pronto, que realmente no nos fue también en aquellos años.

Martina, con gesto de fastidio, se giró, alargó el brazo hacia el paquete de tabaco y encendió un cigarro, a la vez que  cogía el mando del televisor y ponía un informativo en el que vio las imágenes aún del Palacio de Congresos.

“Los 3.030 participantes en la asamblea de la CUP llevaron al extremo su división interna con una votación que se saldó con un empate a 1.515 votos. El resultado mantiene bloqueada la situación política catalana al menos hasta el 2 de enero, cuando la CUP reunirá de nuevo a su dirección para decidir sobre la investidura de Mas”.

Me quedé helado, y aún tembloroso, repasé mentalmente…

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