El Mundo Visual del Bebé
“Cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez, ambos sentimos que quedaríamos unidos para siempre”
Ya hemos hablado en otras entradas de lo que siente el bebé al nacer, pero hoy me gustaría detenerme un poco más en la vista, pues este sentido resulta especialmente apasionante e intrigante para mí.
Aún hoy, erróneamente, muchos padres piensan que los bebés nacen ciegos y que no ven nada, porque es lo que siempre se ha dicho. Nada más lejos de la realidad.
Ciertamente, el sentido de la vista es el que más tarde se desarrolla (pues realmente es el que más tarde necesitará el bebé), pero no por ello podemos pensar que no lo hace hasta meses después de nacer. También es verdad que muchas veces he oído decir a los padres que como aún no ven sus hijos o sólo ven en blanco y negro y no enfocan, no es posible conectar con la mirada de su bebé. Vamos pues a tratar de arrojar algo de luz sobre estas falsas creencias.
El Desarrollo Sensorial del Bebé
Los primeros sentidos que se desarrollan en el bebé son la sensibilidad táctil o cutánea (sentido del tacto) y ya desde la semana 7 del embarazo aparecen receptores en boca, y posteriormente en manos y pies, para continuar extendiéndose hasta abarcar toda la superficie corporal alrededor de la semana 20. Podemos decir que las vías aferentes que llevan la información de la sensibilidad cutánea al cerebro, están formadas entorno a la semana 30 de gestación, por lo tanto, podemos concluir que este sentido está ya aquí plenamente desarrollado.
A continuación se desarrollan el gusto y el olfato. Las papilas gustativas aparecen hacia las 12 semanas y los receptores olfativos están presentes desde la semana 8-9. Podemos pues determinar que estos son totalmente funcionales hacia las 25 semanas. Tengamos en cuenta que el bebé tiene mucho que oler y saborear dentro del líquido amniótico, de ahí la precocidad de su desarrollo.
Los últimos sentidos en aparecer son el oído y la vista. El oído comienza a desarrollarse de forma precoz, desde la semana 5 de gestación, pero no es operativo realmente hasta la semana 20 y de forma poco desarrollada aún. El bebé por tanto puede oír dentro de la madre, aunque habremos de entender que el sonido que le llega del exterior estará amortiguado por el líquido amniótico y las estructuras maternas y sin embargo, los sonidos internos de su madre (latido cardíaco, ruidos intestinales, respiración, etc.) se transmiten con más intensidad (en concreto con el doble de intensidad) pues se potencian por los músculos y tejidos óseos. Tal vez por ello este sistema tarda algo más en desarrollarse, para “no molestar al bebé”.
La vista es sin duda el más tardío, pero al igual que los demás, se desarrolla intraútero. En él nos vamos a centrar en nuestra entrada de hoy.
El bebé es capaz de ver desde la semana 22, pues su nervio óptico se encuentra ya formado, aunque la capacidad de abrir y cerrar los párpados o los movimientos oculares no son posibles hasta la semana 25. Las células responsables de la visión en el bebé son de dos tipos: conos y bastones. Los bastones son responsables de la visión como tal (sensibilidad a la luz) y los conos son las células responsables de la visión en color.
Sobre los 6/7 meses de gestación el bebé ya responde a la luz dentro del útero y pueden mover sus ojos y dirigir la mirada de arriba a abajo y de derecha a izquierda. Ello es debido a que los bastones están plenamente desarrollados por este tiempo de gestación y por ende, al nacimiento. Sin embargo, los conos (responsables de la visión en color) aún son bastante inmaduros en la gestación y al nacimiento, aunque ello no implica que los bebés vean en blanco y negro.
¿Qué ve nuestro bebé al nacimiento?
Cuando el bebé nace, ya está perfectamente capacitado para ver a su madre. Sus ojos ya enfocan nítidamente a 20 cm. (distancia del pecho a la cara de la madre) pues las células de su córtex visual (con las que procesamos la información visual que recibimos) ya están completas. No obstante, el nervio óptico aún no funciona correctamente pues todavía no está recubierto de mielina (sustancia que facilita la conducción nerviosa) por la propia inmadurez del sistema nervioso y visual en sí mismo. Es decir, tiene que ir mejorando y evolucionando en los siguientes meses y años. Al mes, este enfoque nítido se amplía a 50 cm.
Curiosamente, las estructuras que más fácilmente reconocen los bebés al nacimiento son las redondeadas (cara redondeada de su madre, ojos, areola y pezón) ¿Por qué será? Tal vez porque más allá de las necesidades de supervivencia y alimentación, los recién nacidos muestran interés en conocer a su madre y hacer un reconocimiento facial de esta. Están interesados en ella.
Esto es importantísimo. En el parto, se produce una experiencia maravillosa y definitiva entre la madre y el hijo. El bebé nace hormonalmente activado (por la adrenalina del parto) y en una situación que Brazelton, en su Escala de Evaluación del Comportamiento Neonatal define como “Alerta Tranquila”, consistente en un estado de máxima receptividad del bebé hacia el entorno y en particular, hacia todo lo que se relaciona con su madre. El bebé es capaz de mirar a su madre con los ojos bien abiertos y las pupilas dilatadas fijando su mirada en ella como si quisiera decirle algo.
Esta primera mirada, se define como la “Protomirada” (del griego prôtos = primero) y es la mirada que inicia la mágica relación entre la madre y el hijo, y que emerge con tanta fuerza e intensidad, que ya nunca más encontraremos una mirada similar entre ambos. En este potente contacto visual nace el vínculo entre ambos. De ahí la necesidad de que se respete en los paritorios ese contacto piel con piel y se permita esta interacción entre madre e hijo.
Al principio, les molesta especialmente la claridad, por ello notarás que cuando hay mucha luz, éste permanece con los párpados cerrados. Por ello es importante que los primeros días la intensidad lumínica se reduzca un poco para que el recién nacido pueda enfocar y acomodar más relajadamente.
Otra gran duda es si ven en color o en blanco y negro. Ciertamente, al principio no ven todas las tonalidades de colores, e incluso algunas, las ven distorsionadas como ya apuntaba el Dr. Russel Adams, un gran investigador de la visión de los bebés. Russel en un estudio con 240 bebés, llega a la conclusión de que lo que les resulta más fácil de reconocer a estos recién nacidos son los contrastes de colores y muestran más interés por colores como el verde, amarillo y rojo. Por lo tanto, este estudio demuestra que los bebés pueden distinguir colores brillantes y diferenciarlos del gris, aunque otros colores (como los tonos “pasteles”) les cuesta más trabajo reconocer durante las primeras semanas. La visión del color está perfectamente desarrollada a los dos/tres meses de edad.
¿Y a los tres meses, qué ve mi bebé?
Su aparato visual ha madurado de forma importante y la mielina desarrollada va facilitando las conexiones del nervio óptico y el procesamiento de las imágenes recibidas en su sistema nervioso con más nitidez y rapidez. Enfocan ya perfectamente a tres metros, ha mejorado su agudeza visual (mejora la claridad con la que ve los objetos y le permite mantener el enfoque fijamente sobre ellos durante más tiempo) y puede mover los ojos independientemente de su cabeza. Podemos decir que todas estas habilidades desde luego están presentes en el bebé desde el nacimiento, lo que ocurre es que el bebé las va perfeccionando a medida que crece.
A partir de los seis meses...
Tu hijo ha madurado sensiblemente sus estructuras oculares y nerviosas y ha adquirido la capacidad de ver tridimensionalmente. Ahora ya ve lo que ves tú y muestra preferencias por colores como el rojo si le das a escoger entre diferentes colores (haz la prueba).
Posteriormente, aparece el sentido de la profundidad. Ello se pudo observar en bebés gateadores que frenaban en seco cuando encontraban una superficie irregular o discontinua.
Finalmente, resaltar que la visión completa y madura no se terminará de desarrollar hasta los seis o siete años, en la que podemos ya afirmar que la visión es perfecta.
Ya ves, tu bebé poco a poco irá perfeccionando su “técnica” y sus capacidades para adaptarse a ese mundo que se abre ante sus ojos y que le invita a explorarlo continuamente.
Y tú papá o mamá, ahora que sabes esto, mirarás a tu hijo de forma diferente.
Autor: Dra. Mª Isabel Martínez Muñoz
Médico Especializada en Educación Maternal y Recuperación Puerperal.
Especialista en Sofrología, Asesora de lactancia Materna y Educadora de Masaje Infantil
Directora del Centro de Educación Maternal C.E.M. Los Arcos
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