Aunque en otros tiempos era lo habitual, todavía hoy quedan resquicios de aquella época en la que, en un acto político, el que fuera, los políticos se apelotonaban por salir en la foto. Raro era el invitado que no se apretujaba un poco por tal de poner su nombre en el pie de foto o el que no se enfadaba cuando, al día siguiente, el editor de fotografía lo había recortado.
Los actos políticos, las ruedas de prensa, y muy especialmente las presentaciones, suelen ser momentos casi de celebración. Por encima de los discursos, la mera presencia basta para legitimar y dotar de sentido el más pequeño de los actos. Antes, quienes nos gobiernan, iban a todos. Si no podían, se excusaban con una carta (servidor ha llegado a presenciar cómo se leía una larga y anticlimática misiva del ausente desde un atril), con un vídeo o mandaban a un emisario de menor rango para emitir en voz alta las disculpas.
Desde que las redes sociales son la pistola de la popularidad, excusarse y faltar a un acto se le ha puesto mucho más fácil al político o gestor de turno. Siempre puede explicar su ausencia con un vídeo o en un post para sus seguidores. No es lo mismo que salir en la foto, pero evidencia, legitima y dota de sentido hasta el más pequeño de los eventos.
Del mismo modo, claro está, la ausencia y el silencio siempre se pueden interpretar como desinterés, falta de apoyo o huída hacia adelante.
El pasado lunes, por ejemplo, cuatro personas se echaron una foto para presentar la 40 edición del Festival de la Guitarra de Córdoba, uno de los eventos musicales más veteranos de España y, durante años, buque insignia de la programación cultural de la ciudad. En aquella foto hubo una pronunciada ausencia. Más pronunciada, si cabe, al comprobar que en las redes ha persistido el silencio.
Y aunque uno no quisiera confundir la ausencia o el silencio con la falta de apoyo, hay dos dichos que vienen al caso: quién calla otorga y el que se mueve, no sale en la foto.
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