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El arquitecto entre el sol y el mar

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Juan Velasco

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José Padilla era mucho más que el padre del chill out. Pero, aunque solo hubiera sido eso, tendría crédito de sobra para que su obituario hubiera salido en todos los periódicos y telediarios del país. ¿Cuántos géneros musicales con carácter global ha creado España más allá del flamenco? ¿Cuántos djs, nacionales o internacionales, pueden colgarse la medalla de haber impulsado un género propio?

Aunque Padilla no era solo eso. Del mismo modo que sus recopilatorios no eran solo chill out. Leftfield, Bugge Wesseltoft, Paco de Lucía, Pat Metheny, Nitin Sawhey, Underworld, William Orbit, Sabres of Paradise o Nightmares on Wax. Ninguno de estos grupos tiene lugar hoy en la memoria colectiva como artista chill out y estaban en los primeros recopilatorios de Café del Mar, de cuya selección se encargó Padilla.

Así que, quien piense que la música que ponía Padilla en Ibiza a mediados de los noventa era similar a los cedés que proliferaron principios de milenio, tipo The Beatles Chill Out, debería darse una vuelta por Discogs e intentar comprar una copia en vinilo de aquellos discos. Se sorprenderá al comprobar que hay volúmenes de los nueve primeros recopilatorios de Café del Mar -los únicos que salieron en vinilo- que se venden de segunda mano por 150 euros.

A su modo, Padilla fue un arquitecto. Encontró la forma de construir algo con el material que le suministraban los demás. Mientras la isla de Ibiza en los noventa iba cediendo inexorablemente ante el desparrame y el mal gusto de los dosmiles, él construyó un edificio sonoro que, de alguna manera, la dignificara. Construyó un remanso de paz ante la euforia premilenio y lo colocó mirando al sol, buscando el punto exacto en el que éste se dejaba ir entre las plácidas aguas del Mediterráneo. Con él nacía el sunset como concepto de escucha horizontal en entornos privilegiados.

Todo el mundo puede poner dos discos de funk o house y que la gente se contorsione, pero pinchar para un público que no viene a bailar no es sencillo. La prueba la tenemos en la cantidad de djs que hay en paro con esto de la pandemia. No todos pueden hacerlo. Cuando el público no viene a bailar, el dj está obligado a buscar el estímulo por otra vía y su objetivo ha de ser generar una tensión emocional o cerebral distinta a la que se genera en la pista de baile.

Hay que tener maleta y sensibilidad para ello. Pero hay un manual. Y ese manual lo escribió José Padilla en los 90, cuando comenzó a mezclar ambient, jazz, funk, música de yoga y bandas sonoras de tal forma que miles de personas no concebían pasar por Ibiza sin vivir una puesta de sol en Café del Mar.

Este verano, yo mismo viajé a la isla. Era mi primera vez. Sabía que la pandemia me estaba ofreciendo la posibilidad de conocer una Ibiza un poco más de verdad, sin el cazurrismo que la puebla todos los veranos. En mi lista de cosas por hacer estaba pasarme el Hostal La Torre, el club que ha recogido el testigo de Café del Mar, y donde pinchan habitualmente los arquitectos del sonido baleárico: Alfredo y José Padilla.

Me sorprendió, sin embargo, descubrir que mis amigos que trabajan en la isla no conocían a Alfredo y Padilla, ni sabían de la existencia del Hostal La Torre, ni del sonido Baleárico. Estoy seguro, sin embargo, de que todos ellos tienen, en algún lugar de su colección de cedés o en su disco duro, un disco de chill out.

Epílogo

Al final acabé en La Torre un lunes, con mi esposa y mi mejor amigo. No estaban Padilla ni Alfredo, pero estaba Pippi, un dj italiano que lleva en la isla desde el año 1984. Eran casi las nueve de la noche, Pippi había cogido el manual de Padilla y llevaba ya media hora poniendo música sin percusión -Pink Floyd y Brian Eno, entre otros- cuando el sol metió una pata en el Mediterráneo.

Hasta ese momento, habíamos estado hablando sin parar y nos movíamos de la mesa a la ventana constantemente para contemplar el lento devenir del sol. Pero algo cambió cuando sonó Deborah's Theme, la canción principal que compuso Ennio Morricone para Once upon a time in America. Se hizo el silencio mientras el astro se derramaba sobre el mar.

Recuerdo que pensé entonces en que Morricone acababa de morir y en que, en adelante, seguramente siempre recordaría aquel viaje a Ibiza por ese pequeño instante.

No tomé conciencia hasta este martes, cuando supe de la muerte de Padilla, de que aquel momento no era más que una recreación del manual de estilo que él había escrito hace 25 años.

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