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¿Qué va a ser lo próximo?

Aficionados gesticulan en la grada del campo del Villarrubia de los Ojos | LOF

Paco Merino

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Como en todo circo que se precie, en El Arcángel siempre hay un “más difícil todavía”. El Córdoba CF es un verdadero disparate. A día de hoy no se sabe quién lo va a representar el domingo que viene en el palco ni en el banquillo. Alguien habrá, seguro.

El presidente, Jesús León, está sancionado con cuatro partidos por decirle cositas feas y darle unas collejas en actitud chulesca al árbitro tras el partido de su equipo en Algeciras. El entrenador, Enrique Martín, ya no lo es porque le enseñaron la puerta y al navarro le faltó tiempo para cogerla: el grupo no arrancaba en lo deportivo y las perspectivas económicas no eran halagüeñas. Encima, desde la jefatura le miraban con malos ojos. Entienden que hay plantilla para algo más. O, al menos, para algo distinto a lo que venía haciendo el navarro, que cambió de jugadores, de sistema y de planteamientos. Todo iba a peor y eso desgasta a cualquiera.

Tras la deprimente actuación en Cartagonova, con pérdida de papeles colectiva más allá del césped, el escenario quedó perfecto para que se produjera algo como lo que ocurrió durante el martes. El equipo no está dentro del objetivo: se salió del carril marcado y se desmintió a sí mismo como candidato semana tras semana. Así que Martín, con muchas horas de vuelo y sin necesidad de pasar más berrinches que los propios de su cargo, dijo que adiós muy buenas.

Las reacciones entre el cordobesismo van desde la ira desencajada al desaliento más absoluto. Somos un chiste, un simulacro de club que ya no da ni pena después de encadenar una desgracia tras otra, víctima de una crisis perpetua construida a pulso. ¿Y lo próximo qué va a ser?

Los frentes de conflicto se abren más allá de las posibilidades de resolver los problemas. Unos se aplazan, otros se tapan, otros se niegan... Casi ninguno se resuelve. La imagen que transmite el Córdoba es de desmoronamiento. Como esto es fútbol, para bien y para mal, un puñado de buenos resultados serviría para abordar con un talante menos tétrico el que parece que será el porvenir de la entidad, el único posible: colocarla en el escaparate para una venta. Ahora bien, el Córdoba no engarza cuatro victorias seguidas desde hace año y medio. Sin patrimonio -sí, el de su sufrida afición, ese no falta- y generando sin parar escándalos con recorrido judicial, el Córdoba tiene un poder de seducción nulo. Más bien espanta.

El desastre es global. El equipo que mejor está funcionando es el femenino, que ascendió el curso pasado y cuyas jugadoras no cobraban hasta que la situación se agravó y alcanzó eco nacional. Había chicas que no tenían para pagar el piso y casi ni para comer. El tema de cobrar también está crudo para el resto de los que se visten de blanco y verde cada fin de semana: desde la primera plantilla a las categorías formativas. Sin medios ni resultados, la ilusión se extingue. ¿Se acuerdan de aquel lema para los tiempos duros? 'La ilusión, ni tocarla'. Pues ya la han tocado, la han manoseado y la han pisoteado.

Ante todo este panorama, que un entrenador del caché y experiencia de Enrique Martín Monreal diga que se marcha del Córdoba parece hasta normal. Hasta dónde hemos ido a parar.

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