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Pawel, mi héroe

Un seguidor del Córdoba en el partido ante el Cádiz | TONI BLANCO

Paco Merino

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A veces no hace falta mirar sólo al césped para hacer un diagnóstico sobre la realidad de un equipo de fútbol. Un vistazo al graderío ofrece detalles auténticamente reveladores. Miren la imagen. Un chaval sostiene una cartulina en la que ha dibujado, alado y triunfante, como un San Rafael polaco, a Pawel Kieszek elevándose majestuoso sobre un fondo en llamas. ¿Qué puede pensarse de un equipo cuyo jugador más idolatrado es el portero? El ex del Estoril portugués, que llegó este verano sin levantar olas de entusiasmo, ha conseguido el respeto de los seguidores con un puñado de actuaciones que han salvado puntos para el Córdoba. La gente le quiere por ello. No le han hecho ningún cántico porque su nombre, además de ser casi imposible de pronunciar para los lugareños, no rima con nada. El tipo se limita a ganarse el sueldo saliendo airoso en jornadas laborales de verdadera locura. Es el sexto más goleado de la Liga, pero sus niveles de popularidad van camino de la beatificación. San Pawel de Varsovia, patrón de los cordobesistas devotos del cincuentapuntismo y lo que venga.

Al Córdoba, que es el único de los veintidós equipos de Segunda División que presenta números rojos en su balance goleador en casa, le cuelga la etiqueta de candidato al ascenso como un irritante sambenito. Se supone que es un grande -así lo cataloga su presidente, Carlos González, que vive en una realidad paralela-, pero lo cierto es que no le gana a casi nadie y anda en construcción desde que descendió de Primera. Ha sido desde entonces un equipo justito, honesto y casi siempre angustiado por no parecerse a ese que dicen que es o que debe ser.

Las circunstancias han hecho que en el cordobesismo germine un desconocido fervor por sus porteros. Ocurrió con Razak y ahora con Pawel. El Córdoba era de los más goleados con el ghanés y sigue siéndolo con el polaco como titular del marco. Pero la gente les concede el indulto cuando las cosas no salen como se esperaba porque entienden que si no fuese por ellos, todo podría haber sido mucho peor. Lo de ovacionar al portero es también una crítica indirecta: cuando no sabes o no puedes ganar, la resistencia a la derrota es un valor primordial.

Volvamos al chico de la imagen, que enseña su pancarta a la cámara del fotógrafo con paciente orgullo. ¿Qué lleva anudado al cuello? 22 de junio de 2014. Las Palmas de Gran Canaria. Sí, es la bufanda del ascenso a Primera. El salto a la máxima categoría más increíble de la historia del fútbol español: una jugada para la historia en el tiempo añadido de un partido suspendido por la invasión de campo de los aficionados. El gol de Uli. Quien vio aquello ya puede creer en cualquier cosa. Hasta que el Córdoba termine ascendiendo después de cerrar el año con una colección de pifias en El Arcángel, donde cada día de partido una convención de indignados airea su frustración mientras mantienen una secreta convicción: saben que se puede llegar lejos sin marcar demasiados goles. Por eso quieren a Pawel.

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