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Sendero de Misericordia

Rafael Ávalos

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El Cristo de la Misericordia presidió este sábado el tradicional Vía Crucis de la Agrupación de Hermandades | La corporación de San Pedro realizó la salida bajo la amenaza de una lluvia que apareció al regreso a su templo

Las nubes se presentan amenazantes desde primera hora de la mañana. Cubren la ciudad del mismo modo que días anteriores. Las previsiones de lluvia resultan poco alentadoras, si bien el sábado comienza con mejores perspectivas. La incertidumbre existe entre cofrades y como es lógico en la propia hermandad, que a pesar de que minutos antes de iniciar su recorrido por las calles de Córdoba decide realizarlo. Es a las cinco de la tarde, según lo planificado, cuando se abren las puertas de la Basílica Menor de San Pedro. En la calle, el tiempo impide que sean numerosas las personas congregadas. Los paraguas continúan abiertos, pero el cortejo inicia su camino con seguridad. Un cortejo que en esta ocasión es extenso, pues del mismo forman parte miembros de diversas hermandades, tanto penitenciales como de Gloria, de la capital. Transcurridos unos 25 minutos, la imponente imagen del Santísimo Cristo de la Misericordia aparece a la vista de quienes allí se reúnen. La fe vence.

Este sábado, como cada año el primero de Cuaresma, la Agrupación de Hermandades y Cofradías celebró su tradicional Vía Crucis, que en este caso presidió el Cristo de la Misericordia con motivo del Año Jubilar de dicha virtud. La amenaza de lluvia dejó de serlo unos instantes después de que la talla abandonara hasta unas horas después la Basílica Menor de San Pedro. Fue a las cinco de la tarde cuando una amplia comitiva inició su camino. Ésa la compusieron centenares de hermanos de diversas corporaciones de la ciudad en lo que significó una gran manifestación de fe. Ése era el compromiso para una cita que esta vez se realizó bajo el lema “Por los cristianos perseguidos”, de forma que se trataba de una defensa del catolicismo. De ahí la determinación con que avanzó el cortejo aun cuando el tiempo no acompañaba. Lo hacía con estandartes cubiertos con plásticos para evitar posibles daños. La opción de que el Crucificado tuviera que ser resguardado estaba prevista. Nada estaba regalado a la suerte. El Obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, también marchó rumbo a la Mezquita-Catedral.

Desgraciadamente la tarde no acompañó, pero el Vía Crucis se desarrolló en su tramo de ida hacia el primer templo de la Diócesis con normalidad. El Santísimo Cristo de la Misericordia avanzó portado a hombros de hermanos de la corporación de la que es titular. Por delante, un quinteto musical de la Banda de Música María Santísima de la Esperanza interpretó composiciones de capilla. Todos los elementos estaban a la perfección reunidos. Los paraguas desaparecieron. El suelo aparecía mojado, con charcos. El rezo de las Estaciones tuvo lugar en el interior de las naves catedralicias bajo la lectura de Fermín Pérez y la presidencia del Obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, que antes de que las puertas de San Pedro quedaran abiertas solicitó en la Basílica Menor una oración por quien fuera hermano mayor de la Misericordia, José Carlos Larios, fallecido de manera repentina el pasado mes de diciembre.

Tras el piadoso acto en la Mezquita-Catedral, llegaba el momento de regresar a San Pedro. Fue entonces cuando la lluvia comenzó a hacer verdadero acto de presencia. La cruz de guía iba cubierta por un plástico y de tal forma cruzó el Arco de las Bendiciones el Santísimo Cristo de la Misericordia. El cortejo lo componía en la vuelta a la Basílica Menor un grupo reducido de hermanos, que completaron el itinerario bajo el agua caída del cielo. Por fortuna ésta nunca fue excesiva durante el tiempo en el que el Crucificado recorrió las calles de la ciudad. La llegada abría paso a un nuevo culto, en este caso el referido al cuarto día de quinario en honor a la talla.

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