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Jiménez Güeto: “Córdoba es cofrade, pero tenemos que seguir trabajando por nuestra identidad”

Rafael Ávalos

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https://youtu. be/hFJGM4yskYw

A su entrada a la parte trasera del templo, junto a la sacristía, pide disculpas. Llega unos minutos tarde. Su saludo es afectuoso y refleja la amabilidad de la que siempre hace gala. También a la hora de mantener una larga conversación en la que trata asuntos tan diversos como su infancia o la relación entre la Iglesia y las instituciones públicas. Habla tal y como piensa, con sinceridad y de manera clara. Y también con buen sentido del humor. José Juan Jiménez Güeto (Cabra, 1968) es “un tío muy normal”, como él mismo se define. Cree en el diálogo y el entendimiento, lo cual en los tiempos que corren es una gran virtud. En su despacho en San Juan y Todos los Santos, iglesia de la que es párroco, abre la puerta al salón de sus pensamientos y sentimientos para todo aquel que quiera entrar. Lo hace sólo unos días antes de ofrecer el Pregón de Semana Santa, que pronunciará el sábado (Gran Teatro, 20:00), con el que pretende “llegar al corazón de la gente”.

PREGUNTA: Va a anunciar la Semana Santa el año en el que todas las hermandades acudirán a la Mezquita-Catedral.

RESPUESTA: Para mí es una alegría, porque cuando me hablan de hacer el Pregón de Semana Santa yo no sabía, ni por asomo, que las hermandades iban a bajar todas a la Mezquita-Catedral. Después de saberlo me llena de satisfacción, porque es una de las aspiraciones que siempre he defendido, que las hermandades deberían hacer estación penitencial en el templo mayor. Si quieren colocar la Carrera Oficial en ese marco, perfecto. Yo en esas cosas ni entro, ni salgo, pero soy de los que dicen que hacer estación de penitencia es salir de tu sede canónica para ir al templo mayor, que es la Catedral, y volver de nuevo a tu sede canónica. Mucha gente dice que para hacer estación ante el Santísimo lo puedes hacer en las Esclavas, en el Colodro, en cualquier otro sitio. Sí, y en la Catedral también. Pero además la Catedral tiene una cualidad distinta a cualquiera de esos templos, que allí se encuentra la Cátedra, que es el signo de la presencia de la sucesión apostólica y al ser así es signo también de la comunión diocesana.

P: La decisión en su día de las hermandades lo fue en respuesta a la imposibilidad de abrir la segunda puerta del templo. ¿Cree que queda la sensación de que se trata únicamente de un acto de reivindicación?

R: Si se quedase en eso me parecería triste y pequeño. En nuestra Iglesia somos celosos de que ningún elemento litúrgico, cultual sea utilizado como un elemento reivindicativo. Creo que el gesto más reivindicativo ha sido el principio de unidad de todas las hermandades. La convocatoria de aquel día consiguió algo que yo creo que nunca había conocido, que es la unidad total de las hermandades. Eso tiene una lectura muy importante, social podríamos decir, de que las hermandades no están divididas y son un grupo humano y asociativo muy importante en la vida de Córdoba. No creo que exista un asociacionismo tan importante como el que tienen las hermandades.

P: ¿Está entrando la política en las hermandades?

R: No. El tema de que desde fuera se pueda leer como una acción política el que se adhieran a las cuestiones que han ocurrido en los últimos meses con el tema de la Mezquita-Catedral… Ellos son cristianos y defienden y están convencidos de esto y se adhieren. Lo mismo que existe otro tipo de asociaciones en la ciudad que no están de acuerdo y mantienen una posición beligerante. Luego, sobre eso de que las hermandades tengan una actitud un poco de confrontación con la vida política, indudablemente pienso que no. Porque tampoco la Iglesia está así. Hay un error también en la vida política muy importante. Hay partidos o personas, o instituciones, que piensan que los cristianos por ser cristianos no tienen que participar en la vida política. A cualquier ciudadano le preocupan las cosas de su ciudad y por tanto se expresan y participan y están en su derecho y están obligados también a colaborar. Y un cofrade, un cristiano, participa en la construcción de la sociedad y de la vida política desde su experiencia de fe. Lo mismo que un ateo lo hace desde su experiencia o un político desde sus convicciones ideológicas. Lo importante sería que todos fuéramos capaces de respetarnos a todos y saber llegar a lugares de consenso para trabajar por el bien común. Especialmente, por los más desfavorecidos. Lo que se pide es que los sacerdotes no nos expresemos ideológicamente en el ámbito político y que aquellos cristianos que ocupan cargos de responsabilidad dentro de una asociación, por ejemplo una hermandad, al mismo tiempo no ocupen cargos de responsabilidad en la vida política. Porque a nadie en la vida de la Iglesia se le impone una ideología concreta, ni se le dice a qué partido tiene que votar.

P: Entonces, por romper clichés, ser de derechas no significa ser católico, ni ser católico impide tener ideas de izquierdas.

R: No puedes decir “todos los cristianos o todos los católicos son de derechas”. Eso es una tontería. O que todos los que están en Izquierda Unida son ateos. Hay muchísimos cristianos que están comprometidos en la vida política y los hay tanto en partidos de izquierdas como de derechas y participando en los sindicatos, incluso siendo dirigentes. Es decir, ser cristiano no significa pertenecer a una opción política concreta. Eso no lo he encontrado en un documento de la Iglesia jamás. Lo que sí me molesta es cuando un cristiano, esté en la opción política en la que esté, no sea capaz de mantener y de actuar desde sus principios evangélicos. Cuando disociamos, pecamos.

P: Hemos hablado de Mezquita-Catedral. ¿La nomenclatura debe ser motivo de polémica?

R: Es que la nomenclatura no es elemento de polémica en la ciudad de Córdoba. Yo mismo digo algunas veces, “voy a la Mezquita”, otras “voy a la Catedral o ”voy a la Mezquita-Catedral“. En Córdoba eso no es un problema. El problema, lo sigo pensando, es que esto es una polémica bastante artificialmente creada, que no se sustenta en modo alguno y que creo que no nos lleva a ningún sitio.

P: Viajemos de la capital a Cabra. Allí nace José Juan Jiménez Güeto, junto a la Virgen de la Sierra.

R: Exactamente, mi Patrona. Ésa es la Virgen más milagrosa que hay (ríe). Yo siempre digo que la Virgen de la Sierra tiene un no sé qué, que no sé explicártelo, pero cuando tú la miras y te dejas mirar por ella te arrebata el corazón, te arrebata el alma. Para todos los que somos de Cabra, sea el que fuere y piense cómo quiera, la Virgen es nuestra bandera, nuestra insignia, nuestra identidad.

P: Ya en su infancia, en su pueblo, es cofrade. Es decir, esto le viene desde pequeño.

R: Desde que nazco (bromea). El grupo de amigos de mis padres fundó la hermandad de Nuestra Señora del Socorro, que sale el Sábado Santo por la noche, y la fundó en el año 65. Yo nací en el 68. Tengo fotografías, siendo un bebé prácticamente, en brazos de mis padres delante del paso con mi hábito de nazareno. Y hasta que vine a Córdoba he salido. He sido nazareno, costalero, de todo un poco dentro de la hermandad. Ahora sigo siendo hermano, sigo muy vinculado y voy a todo lo que puedo, pero vivo con dolor los Sábados Santos porque llevo unos pocos años sin ver a la Virgen en la calle, porque tengo que estar en la parroquia y no me puedo ir. Sí que el año pasado, que celebrábamos el 50 aniversario, tuvo la salida extraordinaria y pude celebrar la misa con ellos y estar todo el recorrido. Pero sí, son muchos recuerdos: mi infancia, mi familia, mis amigos, mi propia vocación sacerdotal. Todo está muy vinculado a la hermandad de la Virgen del Socorro.

P: Porque la familia es parte fundamental en la vida de Jiménez Güeto.

R: Por supuesto. Mis padres murieron muy jóvenes y mi hermano mayor murió también muy joven y quedamos mi hermano Miguel y yo, que él vive aquí conmigo. Pero sí que la familia, como para cualquier persona, es de vital importancia. Es tu primer círculo, tu casa, lo que te cobija, lo que te arropa, lo que te da calor, lo que en tus momentos de alegría se vive con un entusiasmo inusitado y en los momentos de dolor te lo mitiga. Creo que para cualquier persona, no sólo para mí, la familia es vital.

P: A los 13 años decide entrar en el seminario. Lógicamente la vocación actúa. Pero, ¿qué lleva a un chiquillo a dar ese paso?

R: Yo eso no lo recuerdo, pero decía mi madre que cuando me preguntaba qué quería ser siempre decía que sacerdote. En mi pueblo las monjas agustinas, que son de clausura, en aquella época tenían guardería. Nosotros vivíamos en la misma cooperativa y había muchos elementos allí de peligro y mi madre estaba también trabajando allí, entonces me dejaba a las ocho de la mañana y salía a las ocho de la noche. Creo que con tres años y pico ayudé al cura en mi primera misa. Y había un cura al que yo le tenía mucho cariño, que luego estuvo aquí en el Parque Figueroa y murió en San Miguel como párroco, que era Miguel Vacas Gutiérrez. A mí me encantaba lo que él hacía y me gustaba ser como ese cura. Ésa fue mi primera motivación. Luego estando en el seminario, que estuve cuatro años en el menor y seis en el mayor haciendo la carrera, hay un proceso de maduración, en el cual tú vas haciendo el discernimiento hasta que ya descubres realmente si es lo que el Señor quiere para ti y si a ti te hace feliz. Yo tuve mis momentos de dudas, pero haciendo los ejercicios espirituales, creo que en segundo de carrera, con el texto del Evangelio que dice “mirad al que traspasaron”, que es el momento de la lanzada, veo cómo Dios se entrega, se derrama ya por completo por el amor de todos. Eso fue lo que me motivó a decir “yo soy feliz si entrego mi vida en esto”. Es verdad que cometo muchos fallos, pero sí que me esfuerzo por querer ser un buen cura, que esté cercano a la gente y que no causé rechazo a la fe. Lo que más me estimula es eso, el poder ayudar a muchas personas a poderse encontrar con Jesucristo. Si por mi causa alguien se aleja de la fe, eso sí que me produciría un enorme dolor.

P: Quien lo ve desde fuera puede pensar que el sacerdocio conlleva perder determinadas experiencias. ¿Eso es realmente así?

R: ¿Por qué tú eliges una opción pierdes otra cosa en la vida? No. Yo soy plenamente feliz y mi vida está totalmente llena y colmada. No me he arrepentido en ningún momento de la opción de vida que elegí y jamás he tenido la tentación de abandonar. Ha habido momentos que no han sido fáciles y seguramente me quedarán muchos más en lo que me quede por vivir. Yo siempre digo que no me importa ir al Cielo cuando Él quiera, pero sin achuchar tampoco (bromea). Soy plenamente feliz y procuro vivir la vida muy a lo natural, a lo que uno tiene, y me encuentro bien con todo el mundo. No tengo la sensación de haberme perdido nada en la vida. Yo siempre digo que la vida es como un limón en las manos, hay que estrujarla, hay que vivirla a cada instante, no estar quejándose. Hay gente que creo que se pierde la vida porque está enfadada consigo misma y con el mundo entero.

P: Para aquél que no lo conozca, ¿quién es José Juan Jiménez Güeto?

R: José Juan es un curilla normal, enamorado de su gente, que disfruta mucho de su parroquia, que lo mismo le gusta echar un rato con la pelota en la plaza con los chavales, que está en una reunión… Un tío muy normal, muy de calle, que quiere sentir a los demás, sus preocupaciones, lo que le alegra, lo que le entristece. No soy nada especial en ese aspecto. Puede haber sacerdotes que destaquen en algunas cualidades importantes y por lo que les tengo admiración. Pero yo lo único de lo que puedo destacar es de normalidad.

P: Miremos a las cofradías. ¿Qué importancia tienen?

R: Las cofradías tienen una importancia muy grande en la vida de la Iglesia, especialmente en nuestra tierra. Hay mucha gente que critica mucho al mundo de las hermandades y creo que es porque no las conocen. Cierto que como cualquier realidad tiene sus debilidades, pero tienen unas fortalezas extraordinarias y son, para mí, muy importantes en la acción evangelizadora que la Iglesia pueda realizar. Yo puedo ponerme en el púlpito a predicar, pero ahí no van a venir los jóvenes, tengo que salir a buscarlos. Y las hermandades llegan a los jóvenes, a familias, a mayores, a todos los sitios, y están para llevar el mensaje del Evangelio. Ha habido momentos, períodos históricos, en los que ha podido haber un poco de incomprensión mutua de las propias hermandades con los sacerdotes en las parroquias. Hay un error, que cometen muchas hermandades que piensan que una cosa es la Iglesia y otra las hermandades y hay sacerdotes que pueden pensar que las hermandades son una religiosidad barata. Pues no, las hermandades son Iglesia y no se pueden entender sin estar en la comunión eclesial. Y los consiliarios no pueden quedarse para cuando haya un problema, tienen que asistir a la junta de gobierno, tienen que estar con el hermano mayor ofreciendo cauce de formación, de incorporación a la vida parroquial y las mismas hermandades tienen que estar también a la expectativa de lo que demanda la propia parroquia. Que los cofrades sientan que su cura está, porque luego cuando su cura los necesita los encuentra. Ésa es mi experiencia.

P: Además, aunque en ocasiones quede en la sombra ese aspecto, desempeñan una importante labor social. ¿Es quizá el lado más desconocido de las hermandades?

R: Creo que lo que nos ha pasado, y lo que le ha pasado a las hermandades, es aquello de que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. No está mal que las hermandades den a conocer la labor social que se ha realizado, porque hablas como conjunto, no estás hablando de una persona en concreto. Tienes hermandades como el Esparraguero, que hace una labor preciosa manteniendo los dispensarios, colaborando con Bangassou, con el comedor trinitario… No solamente buscando recursos económicos, sino con recursos humanos, ellos mismos comprometidos. La hermandad de la Soledad, las tres hermandades de la parroquia (La Trinidad) en la Cáritas Parroquial, la visita a los enfermos en las residencias. Que la obra social no sólo es dar dinero, es visitar a los enfermos. Realizan una obra social tan grande que no está mal que alguna vez se cuantifique para que se valore. La gente de fuera muchas veces piensa que la gente de las hermandades se gasta los dineros en palios y no sé qué y no sé cuánto. Mire usted, además de hacer eso, ya han ejecutado en obra social dos o tres veces lo que está viendo ahí. Y que están generando empleo. Si no existiese la Semana Santa, ¿cuántos tejidos, cuántas personas, cuántas familias perderían su trabajo? Eso es colaborar en la construcción de la sociedad.

P: Si fuera médico y la Semana Santa de Córdoba un paciente, ¿qué diagnóstico me daría?

R: Goza de buena salud, pero bastante mejorable. Y dejaría el tabaco (bromea). Creo que goza de buena salud. Sobre todo, que las hermandades, hablando en esos términos, se han puesto un buen tratamiento últimamente. Lo vemos en los altares que se montan, que generan esa capacidad de asombro que tienen ante el misterio, que es lo que cuando alguien entra a una iglesia le va a sobrecoger. Creo que en eso, en el cuidado en las estaciones de penitencia, en su patrimonio. Y luego hay una cosa que veo, que como no pongamos cuidado puede generar un vacío, a la larga, muy grande en las hermandades. Veo un potencial muy grande en la juventud, en los grupos jóvenes, pero cuidado porque estos no están para hacer representaciones con varas. Habría que realizar un trabajo de iniciación, de formarles cristianamente, como cofrades, en la iconografía propia de su misterio, que conozcan la historia de la hermandad. Es decir, que genere un afecto y un amor por su hermandad, que encuentren el sentido de ese esfuerzo y ese trabajo que hacen muchos. Como eso no lo hagan las hermandades, cuando pasen ocho o diez años vamos a tener un problema muy gordo de vacío generacional. Ya algo se ha oteado, cuando el año pasado empezó a haber elecciones en distintas hermandades y no había candidatos a ser hermano mayor. Hay que cuidar ese relevo generacional. Ahí hay un reto.

P: ¿De qué cree que puede adolecer la Semana Santa de Córdoba?

R: Creo que tiene un peligro que hay que cuidar, que caigamos en la tentación de convertir la Semana Santa en una expresión cultural. El día que sucumbamos a esa tentación y perdamos la motivación principal que no es otra cosa que la manifestación pública de la fe, del misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor… Veo que es un peligro porque falta experiencia cristiana en mucho de lo que existe en torno a las hermandades, que ahí tienen un reto que no es fácil, que es ser una comunidad evangelizada y evangelizadora.

P: Vayamos más allá. ¿Córdoba es cofrade?

R: Yo creo que sí. Lo que pasa es que queremos que sea todo el mundo cofrade. Creo que mucha gente mira a Sevilla. No sé qué diferencia puede tener Córdoba de Sevilla. Córdoba tiene una Semana Santa espectacular y la gente tiene sentimiento cofrade porque se tira a la calle. Quizá es peor que muchos cofrades que dicen de sí mismos que lo son de pura cepa abandonan Córdoba el Jueves y el Viernes Santo. Que yo respeto eso, pero que no me vengan con la bandera de que es cofrade cordobés y que es cofrade universal. Trabajemos y luchemos por nuestras raíces, por nuestra propia historia y nuestra identidad. Que me parece bien, que he visto la de Sevilla y me encanta. Y la de Jerez, la de Cádiz, la de Granada, la de Málaga, pero más me gusta la mía. ¿Por qué? Porque así reza mi pueblo. Me gusta la Semana Santa de Córdoba y Córdoba es cofrade, porque así reza Córdoba. Lo que tenemos es que seguir trabajando por nuestra identidad.

P: ¿Y eso lo entienden las instituciones?

R: Creo que la Iglesia, en el ámbito más jerárquico, lo ha descubierto con sorpresa y está poniendo la carne en el asador. Yo veo al Obispo muy atento y sensible al mundo de las hermandades y cofradías. Y creo que en el ámbito político, el Ayuntamiento y tal, también. Creo que todos somos sensibles, lo que pasa es que hemos vivido unos últimos meses un poco raros y decimos lo que no queremos decir y dejamos de decir lo que nos gustaría decir. Aquí algunas veces nos ha pasado a todos y creo que algunos representantes políticos han dicho lo que no querían decir y han dejado de decir lo que sí les gustaría.

P: En los últimos tiempos existe la sensación de que hay un desencuentro entre la Iglesia y las hermandades y el Ayuntamiento. ¿Cuál es la relación?

R: Creo que la relación entre hermandades y Ayuntamiento, lo que alcanza a mi conocimiento, es buena. Hemos conocido que se han reunido últimamente para temas estructurales y demás. Y ambas partes están contentas. Yo he participado en algunos actos en los que he coincidido con la alcaldesa y también algún que otro concejal y las relaciones son positivas. También con la Iglesia a nivel general. Son de entendimiento. Es que así tiene que ser y debe de ser. Faltaría un paso, que públicamente también lo sean, pero a veces decimos cosas que no sé por qué las decimos.

P: Francisco Umbral me habría recriminado hace un buen rato que no hablara de su libro. Hablemos del Pregón de Semana Santa. ¿Qué puede adelantar?

R: Está aquí, en lo alto de la mesa (bromea señalando una carpeta). El pregón es muy normalito. Es un recorrido por la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor, a la luz de la Palabra de Dios, y sobre todo, ocupando la parte central, por los misterios y palios que procesionan en Córdoba. Lleva mucho de mi experiencia personal, de lo que yo he vivido. Si me preguntan si voy a hacer algo que puedan esperar como tipo sorpresa, pues la verdad es que no. El atril y pasar folios (bromea y ríe). Eso sí, al final del pregón, si algo me gustaría que quedara es que lo han sentido como un preámbulo de lo que vamos a vivir después.

P: ¿Cuál ha sido la fuente de la que ha bebido?

R: De lo que son fuentes documentales, los evangelios. El Evangelio de San Juan y luego todas las páginas web de las hermandades. Ya aprovecho, como me gustan mucho los medios de comunicación, para decirle a las hermandades que algunas tienen que cuidar las páginas web, que las tienen muy descuidadas. Creo que se han centrado en redes sociales y han dejado un poco descuidadas las páginas web y eso es una ventana muy importante. Luego, las “Córdoba Cofrade” de los últimos tiempos. Sobre todo para situarme en la historia de los pasos, para no meter la pata. Y la fuente de mi experiencia.

P: Están la historia, la actualidad, las experiencias propias, la fe y los sentimientos sin más. ¿Qué tendrá, de todo eso, más protagonismo en el pregón?

R: No sé qué decir. Lo que pretendo es provocar al corazón de los cofrades. Lo que más van a ver creo que va a ser experiencia, lo que soy yo. No soy historiador, ni poeta y yo puedo aportar lo que llevo aquí (se señala el pecho). Eso es lo que van a encontrar.

P: Quedan sólo unos días. ¿Tiene nervios?

R: Pues sí, unos poquitos (sonríe). El otro día fui al concierto (de Cuaresma), al Gran Teatro, y cuando vi aquello dije “mira, esto es peor que La Trinidad”. Me entró un poco el miedo escénico, sí. La gente más cercana a mí, en la parroquia, tiene expectación y eso me produce pavor, porque a mí que me gustan los toros también y siempre digo que tarde de expectación, tarde de decepción. Estoy nervioso por no ser capaz de llegar al corazón de la gente. Eso es lo que pretendo y ése es mi miedo.

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