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Reflexiones y apuntes sobre la victoria del Nuevo Frente Popular

La Plaza de la República tras los resultados en las elecciones de Francia que han frenado a la ultraderecha

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La victoria del Nuevo Frente Popular en las elecciones legislativas francesas ha sido clave en un momento de inflexión. La derrota de la extrema derecha francesa supone un antes y un después. Que nadie se lleve a engaño, que la República francesa pudiera pasar a ser controlada y dirigida por los herederos del régimen de Vichy determinaba la construcción reaccionaria de nuestro actual mundo en crisis.

Una victoria del Nuevo Frente Popular, conformado por La Francia Insumisa (LFI), el Partido Socialista (PS), los Ecologistas, el Partido Comunista (PCF), el trotskista Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) y otras organizaciones sociales y políticas de izquierdas, que ha supuesto un vuelco electoral para poder determinar la política europea. Esta destacada victoria de la izquierda en tiempos de avance de las posiciones reaccionarias y de la fascistización de los sectores liberales, conservadores y derechistas merece de algunas necesarias reflexiones y apuntes que ayuden a comprender este resultado.

El agotamiento del proyecto neoliberal del presidente Macron era insalvable. Una gestión neoliberal donde el empeoramiento del nivel de vida de la población francesa era galopante, con una destacada pérdida de las condiciones materiales objetivas (como ejemplo la reforma de la edad de jubilación), el desmantelamiento y privatización de los importantes sectores públicos franceses, la desindustrialización y deslocalización que lleva sufriendo la economía gala, la elevada inflación y los perjuicios a la economía francesa derivados de la guerra de Ucrania, la errática política exterior y pérdida de influencia en África… años donde las movilizaciones sociales, las protestas estudiantiles, sindicales y de la sociedad civil, huelgas generales, los chalecos amarillos, los agricultores, etc. venían a mostrar la caída de la Presidencia monárquica de Macron.

El avance reaccionario es hijo de las políticas neoliberales. Francia partía de un proyecto de la extrema derecha con historia y arraigo, los herederos del régimen colaboracionista nazi de Vichy siempre han estado presentes, a pesar de la liberación de la ocupación nazi y de la victoria sobre el nazismo en la II Guerra Mundial (la desgraciada experiencia de guerra, la organización y las convicciones ideológicas de los españoles antifascistas, fueron claves para la Resistencia francesa).

Jean-Marie Le Pen (padre), Marine Le Pen (hija), Marion Maréchal (nieta), Eric Zemmour y otros grupos y organizaciones de la ultraderecha francesa llevan años de blanqueamiento, recibiendo una importante financiación por parte de destacados sectores económicos y oligarcas franceses, que ante un capitalismo en crisis que no responde a las demandas y necesidades de la población en Francia (debemos recordar las palabras de Sarkozy de “refundar el capitalismo”) construyen una falsa salida en las posiciones reaccionarias para mantener sus privilegios y el sistema, todo para evitar que se intervenga contra la raíz del problema y, por ende, la solución única y real, acabar con el capitalismo. En este proceso electoral de la segunda vuelta hemos visto como se ha producido la división de la derecha “gaullista” (espectáculo público mediante), entre los que pretendían mantener el “frente republicano” y los que querían un acuerdo con Le Pen y llamando a votar a los candidatos y candidatas ultraderechistas. Los datos postelectorales muestran que mientras los votantes de izquierdas han mantenido su voto por candidatos o candidatas que garantizasen la no consecución del acta para la ultraderecha, votando a candidatos “macronistas” si la disputa era con la ultraderecha, los votantes de la derecha (macronistas, gaullistas y otros) no han respondido del mismo modo que los votantes de izquierdas, con porcentajes mucho menores en el voto a candidatos/as del Nuevo Frente Popular.

Una izquierda débil pero responsable y consciente. El acuerdo de las izquierdas fue inmediato, tras la arrolladora victoria de los de Le Pen en la primera vuelta, en 48 horas, una izquierda francesa conocedora de su debilidad, con una socialdemocracia superada política e ideológicamente, donde la fuerza mayoritaria es La Francia Insumisa de Mélenchon, con un PCF facilitador y activo por y para la unidad, incluso con la implicación del NPA, alcanzaron un acuerdo en un tiempo récord. Así se necesitaba y así se hizo. Un programa de mínimos (un “contrato legislativo” con 150 medidas), con cesiones importantes y con elementos que, también se han de decir, eran controvertidos ideológicamente y que personalmente no comparto. Respetando y asumiendo la correlación de fuerzas de las organizaciones integrantes, al igual que la necesaria identidad de las mismas, tanto en lo mediático como en lo ideológico. Retirando cada una de las organizaciones a sus respectivos terceros/as candidatos/as resultantes de la primera vuelta, con el objetivo de optimizar los votos hacia el candidato/a mejor situado/a del Nuevo Frente Popular o incluso “macronista”. Sin un candidato ni candidata a primer ministro, pero sí con liderazgos, no en clave electoralista, pero sí en clave interna y externa de las organizaciones, Roussel (PCF), Besancenot (NPA), Melenchon (LFI), Olivier Faure (PS), Marine Tondelier (Ecologistas)… que lograron la movilización de la militancia, del electorado propio y de la sociedad en su conjunto. Un acuerdo de urgencia, con concesiones importantes, pero sincero y con altura de miras para un momento complicado para la República y Europa.

Antifascismo en la cultura política: La existencia de los herederos del régimen de Vichy, la trayectoria política y electoral de la familia Le Pen y el avance reaccionario en Francia, no son incompatibles con la existencia de una cultura política antifascista que está impregnada en la sociedad francesa y en su institucionalidad. Cada 14 de julio se puede ver desfilar uniformados a los veteranos combatientes de la II Guerra Mundial, organizados en cada una de las asociaciones de los municipios, se pueden ver a los alcaldes y alcaldesas y autoridades conmemorar a los héroes de la Resistencia, no es nada extraño ver portar banderas de la II República española con dirigentes de la derecha, la República condecora a los hombres y mujeres que lucharon contra el nazismo y la ocupación con la máxima condecoración de la Legión de Honor francesa (españoles entre ellos). Los gritos en las plazas bajo el lema de “No Pasarán” tras los resultados de las primera vuelta de las elecciones legislativas, o como expresaron públicamente algunos dirigentes de la derecha francesa: “los candidatos y candidatas del Frente Popular son mis adversarios políticos, la ultraderecha son los enemigos de la República”. Y como no, el Frente Popular aún mantenía su presencia en el imaginario colectivo. Esta propuesta de unidad fue generada por Maurice Thorez, líder del PCF, ante el avance del fascismo en Europa y logró la victoria en las elecciones de 1936 con el socialista Léon Blum. A pesar de los intentos de trasladar el miedo sobre Mélenchon o deslegitimar al Partido Comunista (algo poco sólido debido al peso histórico, trayectoria y vertebración real del PCF), el antifascismo latente en la cosmovisión francesa logró movilizar a una parte importante de la ciudadanía, logrando que el Nuevo Frente Popular, contra todo pronóstico, consiguiese ser la primera fuerza en la Asamblea Nacional.

Ahora se abre un nuevo tiempo, donde el Nuevo Frente Popular deberá batallar con las dificultades internas para configurar un grupo muy heterogéneo, donde la socialdemocracia está poniendo trabas tras no asumir su papel y donde ideológicamente sigue manteniendo su posición neoliberal, así como la derecha, gaullista y macronista, que está intentando aislar y evitar que el Nuevo Frente Popular pueda conformar un gobierno conforme a los resultados de las elecciones legislativas. Es el momento de políticas vanguardistas y superadoras del capitalismo, y el Nuevo Frente Popular puede tener una oportunidad para escribir una nueva fase política. No seamos idealistas, ni triunfalistas, pero tampoco seamos derrotistas, debemos analizar, aprender y valorar este destacado avance que, con riesgos, ha iniciado su andadura. Desde las izquierdas del resto de la geografía deseamos que sea una referencia para conquistar derechos, bienestar y progreso para nuestros pueblos.

*Sebastián Pérez Gallardo, politólogo y coordinador Provincial de IU Córdoba.

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