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La mentira más grande de Córdoba
La historia de Córdoba, está henchida de errores. Estos se presentan bajo tres formas. En primer lugar están los bulos, que antes llamábamos leyendas, y que a veces cuentan con el apoyo de una Institución para su propagación. El ejemplo más paradigmático, tal vez sea el bulo del cautivo de la Mezquita-Catedral de Córdoba.
Un segundo grupo de errores son los que alteran la verdad, por una mala interpretación de las pruebas y suelen cometerlos personas eruditas. El modelo más típico puede ser el error cometido por Ambrosio de Morales, cuando afirmaba que la Córdoba romana, se encontraba justo debajo de la ciudad palatina de Madinat al-Zahra.
Pero sin duda alguna, los errores más sangrantes son las falacias, que son los errores que tergiversan y manipulan la verdad, con premeditación y todos los agravantes habidos y por haber. Uno de los casos más paradigmáticos es el de la supuesta propiedad de la Mezquita de Córdoba por la Iglesia Católica.
Pero pese a su magnitud y gravedad, existe una falacia aún mayor: la mentira más grande de Córdoba.
Y en estos días se cumplen 88 años de su perpetración.
La víctima de la infamia fue el capitán Manuel Tarazona Anaya, que al frente de la Guardia de Asalto, permaneció fiel a la Constitución Española y defendió la legalidad vigente y la bandera a la que había jurado lealtad.
El 18 de julio de 1936 al frente de un centenar de guardias de asalto, defendió el Gobierno Civil de Córdoba, hasta que recibió la orden de su titular, de que se rindiera y entregase sus armas.
En ese momento comienza la ignominia, cuando es detenido por fuerzas no-militares y culmina cuando es sometido a un sumarísimo consejo de guerra, acusado de rebelión, por aquellos indignos militares que sí se habían rebelado contra la Ley y que habían mancillado la bandera de España.
El 13 de agosto de 1936 es condenado a muerte. Y como a los militares fascistas les parece poco el escarmiento, el capitán Tarazona es fusilado en el patio del cuartel del Marrubial, por un grupo de sus propios guardias de asalto. Y luego, para mayor ultraje, los militares traidores obligan a desfilar a la guardia de asalto, en un ritual macabro, ante el cadáver de su leal capitán.
El militar leal, juzgado y fusilado por los militares traidores, acusado de traición.
Han pasado 88 años. Córdoba sigue teniendo una deuda.
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