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Avive el seso y despierte...

Redacción Cordópolis

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Es todo un suponer. Verá usted: digamos que yo soy lo que se da en llamar… un politiquillo de mierda. No me importa reconocerlo. No sé hacer la “o” con un canuto, pero atesoro 50 tacos y llevo viviendo de este business desde que puedo recordar. Oficio conocido no tengo. Bueno… miento, que el otro día me preguntaron mi profesión en la oficina de correos y dije: “concejal, ponga concejal”. De modo que eso soy: un pedazo de concejal profesional. Probablemente no sea representativo de mi clase, pero somos muchos y conocemos las reglas de juego.

Me ocupo de enseñar los dientes de cuando en cuando a alguno de mis correligionarios y me afano tambien en la edificante tarea de propinar algún que otro codazo desplegando mis alas de pelícano. También tengo hecho un máster en bajadas de pantalones, un doctorado en sonrisas falsas y otro en magreos al gusto y en puñaladas de trapo. Son técnicas que domino bien. Ahora que lo pienso, resulta tengo un pedazo de curriculum. El caso es que cuando cada cuatro años arriba la lista, yo quedo normalmente bien parado, de modo que hace ya tiempo que soy una celebridad de la prensa local. Y que dure, que tengo dos churumbeles en colegios privados y no sabe usted lo que me gastan las criaturas. Y mire, en confianza, que eso de los sobres es todo un invento. Que sí, que sí, que la Corporación le suelta a mi grupo una tela gansa cada mes, y que tampoco es mentira que desde que alcanza mi memoria nunca nadie ha pedido cuentas del asunto, pero nosotros los profesionales somos todos gente honrada que no mete mano en la caja. No vaya usted a pensar. Y vea, en el peor de los casos, ya se han ocupado los padres de la patria de que tampoco haya que rendir muchas cuentas. Porque siempre hay alguna oveja negra y que no conviene que se mancille el rebaño. Ya escribía D´Ors: “mucho se ha hablado y en diversos tonos contra los rebaños de carneros, pero…¡ hay que ver las desbandadas de carneros!”. Y aquí no se desmanda nadie. Faltaría más.

Mire, el Partido es mi señor y nada me espanta. De la sede me envían unos argumentarios infumables que son de cachondeo. Yo no me creo nada, pero me pongo muy serio, hago como que me los trago y los defiendo como un jabato en los Plenos. Tendría usted que verme. Con suerte le saco los colores a esos parguelas de la oposición o del gobierno; lo que toque cada mandato. Si es que soy un tío gracioso, hombre. El caso es que luego me veo por la tele y hasta saco pecho. Pero qué ocurrente -me digo-, qué poderío. Y hasta se me ve guapo con mi traje del Dutti. ¡Soy bajito, pero resultón, leches!

El asunto lo tengo bastante controlado. Siempre hay funcionarios afines a las siglas dispuestos a colaborar. A ver…que todos tenemos nuestro corazoncito. ¿Todo dentro de la legalidad eh?. Eso por supuesto. A mí en realidad, lo que más me gusta es negociar. No es difícil. Primo: yo me callo lo tuyo y tú no me das el coñazo con lo mío. Funciona bastante bien. Es rápido y silencioso. También indoloro.

Cierto que ahora, últimamente, hay unos cuantos perroflautas que unidos a otros yayoflautas, se llegan de forma regular por aquí para decirme que no les represento. Algunos exhiben amenazantes hasta chorizos de Mercadona. ¡Serán cretinos! Como si no lo supiera. Ni ganas. Yo con tal de representarme a mí mismo y a mis compañeros, por mí el primero. Agnósticos ilusos.

Bien pensado… no es mal trabajo éste oiga. Cobro puntualmente, siempre cae alguna dieta tontorrona y tengo asiento de primera fila en los mejores espectáculos de la ciudad. Y me convidan a saraos de todo pelo. Ya sabe, “canapeses” variados y azafatas de uniforme impoluto y pelo recogido en moño desafiante. ¿Puede pedirse más?. Carpe diem. Y usted que me lo vote por muchos años. Pringao.

Carlos Baquerín. Concejal del Ayuntamiento de Córdoba

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