Me has dejado, estoy puteado
Pasó como un viento del este San Valentín, menos mal que se fue con su brisa de algodón de azúcar. Nuestra acción-reacción, hablar de cuando te dejan, de cuando sientes que te has quedado tirado. Porque el amor también es eso... el desamor.
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Esa sensación de vacío, de no encontrar sofás donde dormir la siesta, de desasosiego, de “estoy puteado”. A veces te vas a Groenlandia como un estado natural de escapatoria permanente, como un salto adelante, como un salto al vacío.
Me has dejado, estoy puteado es esa frase que nunca te atreves a decir a la cara, por hacerte el fuerte, por lo que sea. Muchas veces prefieres escribirlo, vomitarlo sobre un teclado y salen cosas como esta...
Ser fan ya no es lo que era, las camisetas de mis antiguos grupos preferidos son ahora marca de H&M. La misma tienda donde te comprabas la ropa interior, vende lenguas con purpurina en camisetas y escudos de Estados Unidos con tinte desigual.
Ya no soy fan, ni de tus grupos, ni de tus canciones, ni de tus bragas.
Ya no soy fan tuyo aunque me he quedado aquí colgado de ti, con mi vieja camiseta de tu grupo favorito, con tus tangas metidos en las rendijas del sofá, con tu bote de colonia casi terminado en el lavabo y con el soniquete de la megafonía de la parada de metro donde me dijiste adiós, metido en mi cerebro.
Ya no soy fan, ni de tus grupos, ni de tus canciones, ni de tus bragas así es que ahora tirare mi ropa vieja y no podrás reciclarla como tu ropa de estar en casa.
Al fin al cabo si nada es lo que era, ser fan tuyo o no es lo de menos.
Pongo la lavadora con mi ropa nueva recién comprada y a tomar el sol.
Adiós fenómeno fan.
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación...”
Dickens. Historia de dos ciudades
En el año 2002 Maga publicó su primer LP. En la portada, una cama vacía dibujada con trazo irregular, casi infantil, sobre fondo blanco. La cama como lugar común. Encuentro de pasiones, sueños y desencantos. Once canciones llenas de complicados arreglos instrumentales que aportan la necesaria textura onírica a las inmensas letras de un Miguel Rivera en estado de gracia.
Sin una aparente estructura narrativa, cada nueva canción era, en sí misma, un enorme collage de emociones y sensaciones que evocan sutilmente, casi de puntillas, vivencias, lugares, objetos y personas atrapadas en el recuerdo.
Por aquellos años, dos simpáticos hermanos gallegos tocaban en un pub de Vigo canciones de los grupos que más les gustaban. Lo hacían vestidos de amas de casa. Disfrazados, huyendo de un pasado con el que ansiaban romper. Los afortunados que asistieron a aquellas sesiones cuentan que nunca faltaron personalísimas versiones de Calamaro, Los Planetas, Alaska, Maga o Julio Iglesias.
Habían conocido el éxito muy jóvenes, pero ese mismo éxito les había agotado, y sus “performances” en El Ensanche eran la vía de escape y redención con la que poco a poco re-aprendieron a disfrutar de su pasión por la música.
Fue en 2005, cuando Iván Ferreiro publicó su primer LP en solitario. Casualidad o no, en la portada de nuevo una cama. Esta vez sobre fondo negro. Esta vez en un encuadre imposible. Esta vez con un solitario protagonista. Dormido. Cubierto por la hojarasca del otoño.
De aquél disco, una canción trascendió por encima del resto. Con letra de su hermano Amaro, Turnedo era como un puñetazo en la mesa. Un puñetazo narrativo y sonoro. “La canción de la pataleta”, que bromeaba Iván. Eran tiempos de desencanto. El amor había muerto y había que gritarlo. Daba igual tener razón o no. Era el momento de los reproches.
(...)
Si habéis tenido la suerte de escuchar últimamente en directo a Iván Ferreiro os habréis sorprendido, como yo, con esta, su tercera metamorfosis. Atrás el histrionismo en sus gestos. Más maduro, con un inconmensurable Ricky Falkner de director musical. Este Iván, ya no es el alocado veinteañero de los noventa; ni el treintañero perdido de 2005 que gritaba su derecho al pataleo cantandole al Tiempo y a la Distancia.
No le importa mirar atrás. Ya no hay tiempo para reproches y cuando llegue el momento que todo el mundo espera y comiencen los acordes de Turnedo, él, conscientemente, como viene siendo habitual, la acompañe con los primeros versos de Diecinueve. La canción que abría el disco Blanco de Maga. La intención es clara, este nuevo Iván sabe que antes de que llegasen los reproches; antes de las pataletas y del definitivo silencio; existió un lugar común. Un lugar de besos y caricias; de emociones y sensaciones que nunca se perdieron y continúan ancladas en su memoria. Iván revisita tiempos pasados pero lo hace, esta vez sí, desde la distancia adecuada.
“...Y en tus dedos yo tocaba mis canciones,
dedos de teclas de celesta“
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