Una historia de árbitros: el singular camino de Javi Sánchez
Tras sufrir dos graves lesiones como futbolista en el Séneca, decidió seguir la tradición paterna y debutó con el silbato a los 16 años
Se puede llegar al arbitraje por pura vocación, por tradición familiar o porque no se encuentra otro modo mejor de seguir vinculado al deporte que uno le apasiona. Un poco de todo esto hay en la historia de Javier Sánchez Carreras, un chaval de 16 años que el pasado fin de semana debutó con el uniforme gris, el silbato en la boca y las tarjetas en el bolsillo. Su inmersión en el complejo mundo de los jueces deportivos podría parecer algo lógico para quienes conocen a su padre, Antonio Sánchez, uno de los árbitros más conocidos durante las décadas de los 80 y 90 en el panorama provincial. Y aunque su progenitor admite que si él no fuese árbitro, seguramente su hijo tampoco lo sería, no es el vínculo sanguíneo lo que ha empujado a Javi a sumarse al gremio. Lo suyo va por otro lado. Es una aventura de superación personal, de retos y zancadillas de la vida y, sobre todo, de amor por el fútbol.
Javi empezó a jugar a los seis años en el Séneca, una de las instituciones clásicas del fútbol de cantera. Con el paréntesis de unos meses en los prebenjamines del Córdoba, su trayectoria estuvo siempre ligada a los colores rojinegros. Hábil, inteligente y con un golpeo excelente con la zurda, Javi Sánchez se significó como uno de los jugadores más talentosos en su club. Fue campeón de Andalucía de clubes con el Séneca alevín y formó parte de la selección cordobesa como alevín y también como infantil. Todo su mundo se alteró en un partido de Primera Provincial Cadete, un derbi: el clásico Séneca-Córdoba. Sufrió una rotura de ligamentos en su rodilla izquierda, un percance que le llegó al quirófano y a una larga recuperación. Trabajó duro. Regresó. En un torneo amistoso, sintió que aquello no funcionaba. Parecía una distensión, pero era el inicio de otra lesión grave: se volvió a romper. Esta vez el destrozo incluía cartílago y menisco. El fútbol le enseñaba la peor de sus caras.
Cuando tras la segunda operación le dijeron que la lesión podría llevar una rehabilitación de un año, pensó en el modo de poder seguir saliendo cada fin de semana a un terreno de juego. Y la inspiración la tenía en casa. Su padre era árbitro. Y en el negocio familiar, un restaurante de comida casera en el Polígono de La Torrecilla -por el que pasan frecuentemente jugadores de la primera plantilla blanquiverde-, se respira fútbol. Las paredes están decoradas con fotografías de Javi con la camiseta del Séneca, con seis o siete años, y también con instantáneas enmarcadas de su padre formando trío arbitral con Ramírez Domínguez o el recordado Ernesto Crespo. La tentación estaba ahí y ejerció su efecto.
El futbolista decidió hacerse árbitro, aunque el proceso podría ser reversible. ¿Es una transición o un cambio definitivo? “Si me va bien, seguiré como árbitro”, dice con timidez. “Creo que volverá a jugar”, comenta Antonio, su padre. “Pero no descarto ser entrenador”, apostilla el chico. “Eso le gustó desde muy pequeño”, recalca Antonio. El caso es que seguirá vinculado al mundo del fútbol “o del deporte”, porque “es lo que me gusta y a lo que quiero estudiar en el futuro”, cuenta Javi, que cursa Primero de Bachillerato en el Instituto Averroes.
A día de hoy, Javier Sánchez Carreras es uno de los colegiados en Córdoba. Hace apenas unos días abrió su camino como árbitro de una manera un tanto especial. Le asignaron un encuentro en el campo de Fátima entre el Apademar y el Miralbaida. Y allí estaba, preparado, cuando le dijeron que tenía que salir al frente por la ausencia del árbitro en el partido anterior. ¿Y cuál era? Un duelo de alevines entre el Apademar... y el Séneca. El equipo de su vida. “Estuve tranquilo y me fue muy bien. Ni penaltis, ni tarjetas...”, cuenta sobre su debut. Ganó el Séneca por 0-4, un resultado lógico en un partido que tuvo una anécdota. “Pité el descanso a los treinta minutos, porque me confundí al ir preparado para un partido de benjamines. Los alevines son 35. Me lo dijeron los entrenadores y seguimos sin problemas”, explica. El está, al igual que los futbolistas, en fase de aprendizaje. Al día siguiente pitó en La Asomadilla un Deportivo Córdoba-Villarrubia de prebenjamines que acabó con 3-2 para los locales. Ya espera que le den la designación para la próxima jornada.
Su padre, veterano en estas lides, sabe de la cara más amarga del árbitro. Los insultos, los ambientes hostiles, las presiones... Un colegiado joven como Javi, con apenas 16 años, tiene que superar esas duras pruebas. “Seguro que le van a intentar intimidar en algún campo, porque en el fútbol te encuentras esto”, dice el ex árbitro, que ahora mira a su hijo entre el orgullo y la inquietud. “No es sencillo ser árbitro de fútbol, hay que aguantar mucho y te tiene que gustar mucho también”, dice mientras el joven Javi, tranquilo y serio, no demuestra ningún temor. “Yo estoy tranquilo y voy a lo mío”, dice con una tibia sonrisa.
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