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Alfonso Alba

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"Con el dinero de la venta del capitel de Medina Azahara montaré un bar"

           (Juan Manuel de Medina Ruiz. Propietario)  

En términos estrictamente mercantiles, al ciudadano Abderramán I le corresponden algunas acciones del bar que el señor Medina Ruiz va a montar con la venta de un capitel de Medina Azahara. Recordemos que la ciudad palatina la ordenó construir el califa omeya en el siglo X y la valiosa pieza arqueológica estaría sufragada, previsiblemente, con fondos del tesoro público. En ese caso, ahora que caemos en la cuenta, la propiedad del capitel se fraccionaría hasta el infinito entre todos los contribuyentes de la Córdoba andalusí.

La historia tiene estas cosas caprichosas. Empiezas a tirar del hilo y llegas a la conclusión de que casi todo ha sido, al fin y al cabo, pagado a escote por los abnegados ciudadanos, cosidos a impuestos desde el pleistoceno hasta antes de ayer. No tenemos nada en contra de los impuestos. Todo lo contrario. Pero dejémoslo bien claro: nosotros también queremos nuestra parte alícuota en la futura cafetería que monte el señor Medina con la venta del capitel andalusí.

Luego llegan los reyes, los emires, los condes y los obispos y dicen que tal castillo, tal mezquita o tal iglesia les pertenece cuando lo más probable es que ninguno de ellos haya desembolsado ni una maldita peseta en su construcción. Mucho menos si hablamos de la Edad Media y aquella sociedad estamental en que estos señores estaban exentos de pagar impuestos y se dedicaban a la vida birlonga. Ya para eso, para pagar tributos, estaban el abuelo de usted y el mío.

Seguramente que el señor Medina Ruiz tiene el capitel con todos los papeles en regla. Y seguramente también que es cierto que lo heredó de su bisabuelo el arqueólogo. Casi todos los coleccionistas de piezas antiguas tienen esa suerte. Pero el mundo, todo hay que decirlo, está lleno de desaprensivos. Gente que distrae cimacios o estatuillas en bronce y los acaban ofreciendo en algún portal de anuncios por palabras. Cuando todo quisqui sabe que el producto de la venta, en puridad histórica, nos pertenece a todos.

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