Secundarios
Este post lleva un título parecido al relato que había dejado escrito el jueves y sin embargo cuenta una historia que no tiene nada que ver. Este post iba a empezar narrando la anécdota que un amigo me contó el miércoles delante de una botella de vino. Partía de una respuesta de Bill Clinton a una periodista en la que el ex presidente estadounidense aseguraba no haber querido nunca ser pionero, sino el segundo. Iba a contar cómo me deslumbró el argumento del americano, convencido de que los pioneros arriesgan demasiado mientras los segundos aprovechan sus errores para triunfar.
Seguía mi historia con el comentario de mi amiga Ángeles, que dice estar aburrida de ser la actriz de reparto en la historia de su nueva vida. Continuaba con un toque de atención a todos los que adoran ser reinonas y se crecen tanto en el escenario que pierden de vista la realidad y a todos los que vivimos en ella. Exponía con detalle mi teoría pseudopsicológica sobre el carácter de todos los que tenemos el privilegio de ser los segundos de la descendencia de nuestros padres. Y entonces sonó el teléfono.
Oí la voz de mi padre y el anuncio de una muerte. La de una eterna secundaria que huyó de los protagonismos hasta el último minuto. El adiós de una madre, una tía, una esposa, una abuela, protagonista para toda su familia de una vida discreta y sencilla llena de éxito como la de los pioneros segundones, plena de esos triunfos que no provocan preguntas de periodistas ni aplausos en actos multitudinarios, sino besos, abrazos y miradas de amor, la verdadera esencia de la vida. D.E.P.
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