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Una bruta en la muralla

Elena Lázaro

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La ventaja de ser una bruta es que una puede pasar de puntillas por algunos debates. Claro que carecer de sensibilidad hacia el arte te concede el privilegio de convertir tu opinión en intrascendente, por lo que puedes permitirte meterte en el charco sin que ello traiga consecuencias importantes. Al fin y al cabo, como dirían Los Punsetes ¿qué relevancia podría tener mi opinión de mierda? Así que allá voy…

El fin de semana pasado, uno de los sillares de la muralla de Córdoba apareció luciendo sobre él unas curiosas esculturas de arcilla. Eran caras diminutas de expresión agónica que simulaban haber sido emparedadas en los centenarios muros de la ciudad. O eso me pareció a mí, aunque ya les digo que las brutas somos incapaces de entender el arte. Tampoco lo pretendemos.

En Córdoba, sin embargo, los críticos e historiadores del arte crecen en los árboles, así que llevamos una semana discutiendo si las caras de la muralla constituyen o no una obra de arte o apenas pasan de gamberrada. En defensa de los opinadores diré que en esta ciudad contamos con experiencia en la materia y que eso nos concede cierta autoridad.

El proceso es casi siempre el mismo y los tempos, parecidos. Una mañana cualquiera nos despertamos con la sorpresa de la aparición de una nueva obra en algún escenario imprevisto; la prensa local se hace eco en unas horas; comentamos durante las siguientes 24, 48 o 72 horas en las redes sociales, las que llevamos en el móvil y las de toda la vida, se llame oficina, bar o mesa camilla; se escriben unas cuantas columnas de opinión; la autoridad competente cumple con su papel, pide informe técnico y procede; el mundillo artístico cuchichea los detalles de producción y en una semanas, todo olvidado.

Primero fue un Arcángel San Rafael estrellado contra el muro de un solar abandonado en el caso histórico. Aquella tuvo una difusión bastante más limitada y eso que la irreverencia artística era de órdago. Les recuerdo que en Córdoba además de críticos abundan los “triunfos” de San Rafael, representaciones del arcángel sobre altísimas columnas de piedra. Lo limitado de la difusión (ni google es capaz de dar con la imagen) le ahorró a los autores algún que otro pleito por ofensa al sentimiento religioso.

Poco tiempo después llegó “El hombre río”, un gigante flotante anclado al fondo del Río Guadalquivir. Una escultura que nos puso a discutir sobre si el río debería ser destino de cualquier cosa que pase por nuestras manos, sea una bolsa de basura o un gigante de 12 metros de altura. Concluimos que no.

A aquel grandullón con cara de buena persona le salió en breve un acompañante: el bañista, una curiosa figura que amenazaba con darse un chapuzón desde el puente. Ahí discutimos menos, al fin y al cabo, al Puente de Miraflores no nos había dado tiempo a cogerle cariño. Es más, aún queda quien no le perdona que tapara las vistas al Puente Romano, aunque haya facilitado el acceso a la ribera y la conexión con la zona sur.

Luego llegó el callejero pirata, que puso nombres poéticos a algunas calles y plazas de la Judería y la Axerquía. Tampoco hubo batalla campal por el tema. Eso nos lo estábamos guardando para cuando tocara aplicar la Ley de Memoria Histórica para renombrar las calles y luego desaplicarla para volver a hacerlo, pero eso es otro asunto.

Total, que cuando aparecieron las caras, estábamos entrenados y con el doctorado listo para tirar de citas. Como bruta que soy no quise dejar de ir a verlas y hacerme una foto. El rosario de argumentos que me encontré junto a la muralla componía una idea general parecida a esto: el arte contemporáneo no es más que una pedante forma de expresión de personas incapaces, aunque a veces hace bonito.

Reproduzco sólo tres de las conversaciones en las que puse la oreja:

- Turista 1: Las caras son feas

- Turista 2: A mí me parecen monas, podrían poner más

- Bruta (sólo pensando para dentro, que no conviene verbalizar la ignorancia): pero ¿el goce estético no había dejado de ser un indicador artístico hace siglos? Anda y que os den, cubistas de mierda.

- Señor con perro: Pues anda.. ¡pero si están hechas con molde!

- Señora que acompaña al perro que va con el señor: Uy, es verdad, son casi todas iguales

- Bruta (sólo para ella): pero ¿la destreza técnica de plasmar emociones tan oscuras como la angustia en un trozo de arcilla se aprende en un tutorial de youtube? Munch, no eres nadie.

- Funcionaria que un día que ella no recuerda me atendió en la oficina local de una administración autonómica: Esto son ganas de hacerse notar

- Amiga de la funcionaria: Menuda pérdida de tiempo si nadie sabe quién las ha hecho…

- Bruta: ¿a ver si resulta que sólo querían que nos parásemos a pensar que quizás no todo vale cuando se trata del patrimonio aunque quede bien en el instagram?

… uy, eso creo que lo he dicho en alto.

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