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Embrutecida...

Rakel Winchester

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Aquella noche había decidido salir sola... y para no variar, emborracharme.

En una esquina, también solo, una especie de heavy con cara aniñada, con ese pelo ochenta que siempre pudo conmigo. Y esas manos... manos problemáticas, pero preciosas. Tenía más pinta de robarme el bolso que el corazón... mas no podía dejar de examinarlo sin disimulo de arriba abajo.

En realidad la embriaguez me llevó a ello. No tenía previsto follar, pero la mente no controlada de una mujer rebosando carencias y bebida, me llevó el sexo al pensamiento. Eran las cuatro de la madrugada y el ambiente etílico desvanecía cualquiera de mis posibles complejos.

Cuando tuve la noción de volver a existir, me descubrí sentada en un incómodo taburete, y mis muñecas amarradas atrás con unas esposas. Desorientada, aún tuve neuronas para alegrarme de haber escogido esa tarde las mini braguitas rojas de Betty Boop. Porque era lo único que arropaba mi cuerpo en ese instante.

Él susurraba en mi oído con cálida voz ronca de insomne de triplete cosas como “sabría que no te arrepentirías”... “verás cómo te va a gustar”...

Yo no daba crédito: ¿cómo había llegado hasta ahí?

La pensión olía tanto a humedad que casi cubría al humo y al culillo de ron que quedaba sobre la mesita. La borrachera no me dejaba centrarme en un pensamiento determinado y ahora, él amarraba mis tobillos a la parte inferior de las patas de esa banqueta con unas medias de red. Mis propias medias.

Intenté recordar en qué momento de la noche accedí a irme con él, pero me mareé. La vista se me nublaba aunque aún podía sentir.

Con un bolígrafo bic, acarició por encima de la tela mi clítoris que -ya estaba duro cuando tuve conciencia- lentamente, repasando cada curva de la cara de mi Betty. Y yo... extasiada por dentro, reticente por fuera.

Jadeaba con cansancio  dando gracias a las copas el no tener sentimiento culpa alguno...

De repente... apartó aquel bolígrafo y me miró. Se bajó los pantalones y se tocó sin apartar la vista del interior de mis piernas.

Yo necesitaba presión y, aunque no podía juntar los pies para apretar la zona interior de mis muslos, puse toda mi atención en tensar mi musculatura de cintura para abajo, al borde de darme un calambre y, las rodillas, sueltas, colaboraban algo en mi inútil tarea de sentir. Sentir más...empuje. Me quería morir, pero disimulé.

De la punta del pene que asomaba por la cintura de sus calzoncillos, casi rozando su ombligo, brotaba un hilo viscoso de ese primer goteo que el gozo activa...cuando acercó el dedo e indicó aquella zona sólo mía que hervía...

La boca no me respondía... Me humedecía los labios con insistencia intentando pedir telepáticamente que continuara... Ese “sigue, sigue...” que jamás he gritado en voz alta, pero tantas veces habitó en mi pensamiento. Pero no había saliva ni líquido alguno. Todos mis flujos estaban allí concentrados, regando mis bragas de manera visible.

Apartó mis rodillas con fuerza, presionándolas con los codos para impedir cualquier movimiento. Ahora la punta del boli le sirvió para ir agujereando, ayudado por sus apetitosos dedos -con una parsimonia que me ponía burra- el muro de algodón que cubría mi sexo... Sin hacerme daño, aunque eso era lo que hubiera querido yo.

Tan solo quedaban las gomitas que rodean las ingles, y pude notar un poco de aire fresco en mis abiertos labios...

Mi mente abarcaba un único deseo: MÁS...

Arrimó mi pezón a lo más alto de mi cuello. Juro que quise evitarlo, quise hacerme la dura, pero a esas alturas tenía el chocho tan gordo que agaché la cabeza y pasé la lengua. Su dedo ahora separó mis labios resecos con el carmín ya corrido y comencé a succionarlo, sedienta de chupar, como quien intenta extraer semen a un pene duro.

Se recreaba en la escena de verme sufrir... el dedo se alejaba ...con mi lengua intentaba atraparlo, lo acercaba... Yo quería una penetración brusca YA. No podía esperar más.

Se refugió entonces en mi entrepierna. Soplaba. Notaba mi clítoris crecer. Mi puro dolor... y él solo echaba su aliento... cual caricia leve. Y aunque tuve oportunidad, ya nunca más quise cerrar las piernas...

Estaba al borde del desmayo por retener tanto gusto, temiendo correrme sin contacto, cuando comenzó a desatar mis tobillos.

Y aún así... me mantuve bien abierta... lo necesitaba. Y ahora... sonaba ruído de metal... De llave que libera. Oh... las esposas...

Sí... a todo lo que hagas. SÍ... a todo lo que quieras.

El solo hecho de imaginar sentir su mirada cerca, oliendo mis secreciones que se confundían con el barniz del asiento, me incendiaba...

Cuando al fin me supe liberada, tomó mi muñeca dolorida y me puso en pie. Sentado ahora él, me colocó frente a sí, con un movimiento seco. Aun sin su contacto, seguí sintiendo placer húmedo... Me conformé con la escasez de su roce, porque estaba, definitivamente y sin posibilidad de ocultarlo, caliente...

Lo último que vi con claridad fue su prepucio asomar cuando se tensó la piel de aquel pene que por momentos doblaba su tamaño... y alimentaba mi autoestima.

Se apretó con ansia, arriba, abajo... Enseñando aquella punta redonda y brillante... escondiéndolo... Suspiraba muy bajito sin poder cerrar la boca, pero sus pupilas le delataban. Aumentó la velocidad y equilibró el ritmo... Mis labios también estaban abiertos y mi lengua notó como brotaba saliva...que se deslizaba por mi pecho.

No quitaba sus ojos de los míos... Y colocó mi cintura pegada casi a su nariz...

Agachó la cabeza y me pareció ver un túnel de luz blanca entre su cara y mi coño... Perdí la visión momentáneamente... Mi cara enfocaba al techo.

Sin haberme siquiera planteado cuál podría ser el siguiente paso... noté calor bajar por mis piernas encendidas y en su máximo ángulo de apertura...

Miré.

Estaba meando en sus rodillas.

Primero abrió la palma de la mano y abarcó toda esa parte mojada.... AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH...

Él metió un dedo, dos dedos...

Los introducía en mi vagina que se amoldaba perfectamente al tamaño deseado por su perversa fantasía...chorreándole por la muñeca mi líquido caliente... Mi vagina se transformaba en curva perfecta en cada resquicio con su mano.

Agarré su pelo despeinado con violencia, empujando su boca contra mi sexo, porque había llegado el momento, no podía más...

Abarcó casi su totalidad con su boca, y yo me corría, me corría, me corría... AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH...

Cuando me desperté, aún quedaban cabellos enganchados a mis uñas...

Desde entonces, cada vez que mis ojos tropiezan con una melena larga... me siento absolutamente EMBRUTECIDA.

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