Cerré los ojos y...
No era la primera vez que llegaba a casa reventada de trabajar y me encontraba mi pizza de tomate y queso en el horno a la que únicamente faltaba un golpecito de calor. Llevaba tantos años viviendo con él, que ya lo sentía como alguien más de la familia. En la nevera, una tableta de chocolate negro. Estaba claro que era para mí. Si hubiese querido comer él, habría subido dos de la tiendecita de abajo.
Puse el tapón a la bañera, eché un buen chorro de gel de espuma y dejé correr el agua. Me encantaba escuchar ese sonido. Una casa antigua tiene muchos inconvenientes mas, tan sólo por poder bañarme tumbada, el resto qué importaba.
...Velas encendidas, luces apagadas, un directo de Chet Baker en París en el tocadiscos del salón al justo volumen como para que me llegaran las notas, último trozo de pizza aún en mis manos... y a relajarse se ha dicho.
Si algo me ha gustado siempre es el agua. Tenderme boca arriba dejando apenas la nariz fuera para respirar, la sensación de flotar... y si de fondo se escuchaban los crujidos de un viejo vinilo no necesitaba nada más.
De repente los perros comenzaron a ladrar. Me incorporé y pregunté quién era. Los ladridos cesaron. Falsa alarma.. por lo que me introduje de nuevo en mi playa particular, no sin antes haberme fabricado un impalpable bikini de espuma, costumbre infantil que nunca me abandonó. Al segundo, la música paró y comenzó a sonar Say you will de Foreigner estruendosamente. La paz había terminado. Mi compañero de piso estaba en casa.
-Pasa, pesao...-contesté cuando sonó el “toc toc” en la puerta- Gracias por la cenita, ¿tenéis hambre vosotros?
-Yo no, y no hables en plural que vengo sólo. Ana está de viaje, te lo comentó anoche... Oye ¿ya me has robado la camiseta otra vez?- Me encantaba preparar junto a la toalla una de sus camisetas blancas de tirantes -que apestaba a suavizante- cuando salía de la ducha. Era como un hermano para mí... La de veces que los tres habíamos tenido momentos-relax en esa bañera. Y aunque su chica no estaba...
- Venga ya, vente aquí conmigo, no te hagas de rogar, que estarás cansado...
-La verdad es que no mucho...-me iba hablando mientras se iba quitando la ropa y se colocaba como siempre detrás de mí, rollo trenecito.
Agarró la esponja y comenzó a enjabonarme la espalda con suavidad... Era como un ritual; me contaba su día de trabajo, o sus penas, o lo que le apeteciese ...y yo le prestaba mi hombro y le hacía reír aunque, en esta ocasión, estaba más callado de lo habitual.
-Venga, vacía ese corazoncito y dime...
Continuaba en un absoluto mutismo... Justo acababa de terminar la música y comenzaba ese silencio que precede a una nueva canción. Notaba en mi espalda sus fuertes latidos en medio de la calma...
-¿Alguna vez has puesto mi cara a algún hombre?
-¿cómo que si le he puesto tu cara?
-Sí, si alguna vez haciendo el amor has pensado en mí...
Socorro... me puse bizca de momento y colorada, alegrándome de que no pudiera verme la cara por la posición en la que nos encontrábamos. Su mano cada vez hacía movimientos más lentos en mis brazos, y pasó a mi vientre...
¿Cómo iba a imaginarle yo a él mientras follaba? Me parecía un sacrilegio... es más, jamás había pensado en él ni siquiera como hombre...
- ¿Estamos locos? ¡Pero si tú eres mi colega! ¡Me entraría la risa!!!- y el silencio ahora fue absoluto.
A mi derecha ví su mano cesar, la apartó de mi cuerpo, sumergiendo la esponja en el agua para luego sacarla y estrujarla, una y otra vez, pausadamente, con movimientos mecánicos. Nunca pude evitar que me relajase tantísimo ese sonido, lo que ayudó a calmar mi inquietud del momento.
-Pues yo he hecho el amor con Ana infinidad de veces... imaginando tu rostro en el suyo...- la esponja comenzó a flotar y ahora su mano acariciaba mis pechos... y mis pezones, ante mi sorpresa, hicieron su aparición en todo su esplendor. Se me vino a la cabeza tontamente la canción de “Sal caracool...”.
Me había quedado de piedra. Me deslicé empujando el culo hacia alante, pasando mi cara por debajo de su brazo, cogí aire y, pegando cuanto pude la espalda al fondo de la bañera, me sumergí apoyando mis pies en la pared. Y allí me mantuve hasta que se me pasó lo que fuese que me acababa de ocurrir. Solté aire por la boca dando de nuevo vida a esa espuma y salí sentándome de nuevo delante de él.
Ahora sus manos comenzaron a acariciarme paseando sutilmente por mis muslos... Yo estaba un pelín turbada. Su delicadeza sumada a mis carencias, me hacían tener la impresión de que empezaba a excitarme, pero me negaba, está claro... ¿cómo iba a mirar a los ojos a Ana cuando volviese?
-¿Me puedes explicar a qué viene ésto?- susurré intentando aparentar serenidad. No hubo respuesta. Tan sólo un quejido.
Su mano llegó a esa zona recóndita de mis muslos y a mí me iba a dar algo... Noté en mi boca cómo mis labios se hinchaban en ese aviso que utilizan para advertirme que sus tocayos debían andar por el mismo camino... Su dedo redondeaba ténue ese botoncito mío que acababa de doblar su tamaño seguramente. Socorro. Ya no me valía disimular, aunque me mantuve sosegada. Jugueteaba con mi clítoris con una parsimonia que me tenía al límite del desmayo... y yo dejé de respirar por si un suspiro decidía fugarse...
La fortuna me permitía ocultar mi rostro de profunda excitación. Debía mantenerme firme. No quería que me notase nada. Y cada vez que aguantaba el aire era peor, porque permitía a mi cuerpo estremecido no tener que batallar con ningún esfuerzo más que con el de sentir... Él estaba peor que yo, si cabe, lo sentía duro en la parte baja de mi espalda.
Apartó su mano y la esaxperación me inundó... tan sólo un instante... porque la trajo de regreso rebozada en saliva. Ahora sí... ahora se me erizó la nuca y tuve un escalofrío involuntario.
Y ahí ya mi cinturón de castidad imaginario cayó derrumbado...
-Tantas veces te he observado, tantas veces te he espiado... y ahora te intuyo bajo la espuma y no me lo creo. Sí, tantas veces había soñado con tu cuerpo en mis manos que no me pidas que hoy te deje escapar, no podía reprimirme más... ¿puedes entenderme?
Yo no podía entender, ni no entender, ni hablar, ni abrir la boca, ni respirar... Yo sencillamente, no podía con la vida en ese momento... Estaba al borde de un infarto de tanto contener mis impulsos. Esa ternura de su contacto me tenía rebosando sentidos... al borde de explotar... descentrada... y ahora ese dedo... ese dedo se acercaba a mi vagina, se adentraba... mmmmm... oh...
...Cerré los ojos y ... ME RENDÍ... me dejé caer hacia atrás, hacia su pecho... y cuando su mano libre se aferró a mi cuerpo con fuerza...
-AAAAAAAHHHHHHH... aaaahhhhh....- Gemí con fuerza. No pude más...torcí la cara y le besé profundamente mientras levantaba las caderas para que me tocase con fuerza. Agarré su carita de niño, apartándole el pelo antes, y disfruté de la suavidad de sus labios, de su lengua carnosa, con los ojos apretados incapaz de mirarle...
Y volví a mi postura desconcertada y a desplomarme sobre él. Preparada para pensar. Pensar qué hacer... Pero él se frotaba, se frotaba... y esos jadeos roncos me enloquecían...
De perdidos al río. Me coloqué de rodillas impulsada por sus manos y me incliné hacia adelante, como una ofrenda... Y adoptando posición parecida me penetró desde atrás... Lamiendo mi espalda, mordiéndome el cuello con ansia... Me incorporé cuidando de no entorpecer sus movimientos, y estiré los brazos hacia atrás para agarrar por primera vez ese culito minúsculo que tantas risas me había provocado hasta entonces, pero esta vez con sofoco... Esas piernitas de alambre, esa cintura... y agarré su pene codiciosa marcando ahora yo el ritmo, introduciéndolo con mis manos y sacándolo sin comedimiento acariciando su glande con exceso de amor cuando el espacio me lo permitía, perdiéndose mis dedos con él en mi interior....
Pero yo necesitaba más. Mi clítoris estaba ansioso... Me puse de pie y apoyé mis manos en la pared sutilmente escorada... Continuó penetrándome con fuerza y murmurándome al oído lo mucho que me deseaba, mientras mi cara se fundía con las baldosas, cuánto había ansiado entrar en mí, aaaahhh... ahhhhh... estimulándome con la mano por delante haciéndome gozar con desenfreno...
Nos conocíamos tan bien que sabía que nos íbamos a correr juntos.
Cuando percibí que su respiración se iba agitando más y más... me puse tan cachonda que claudiqué y permití por fin desertar a ese último lamento, antesala de mi llanto que brota en el éxtasis... Aaaahhhh... Ahhhhhh... Aaaaahhhhhh...
Conmocionado y exhausto me apretó fuertemente con las dos manos, mientras yo sollozaba de gozo. Y con esas manos bañadas en mis propios jugos y los suyos, masajeó delicado pero con fuerza mi fuente de placer, como sólo yo sé hacerlo, paciente hasta conseguir hacerme volver a tierra de nuevo.
Saqué mi teléfono de la maleta y lo coloqué junto a su cuerpecito dormido. Y besé su frente antes de marchar llorando .
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