BIENAL DE FOTOGRAFÍA
Isabel Muñoz: “El duende existe en la fotografía”
Cuenta Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) que no le resultó fácil tener acceso al mundo que retrata en su exposición 1001, que decora las paredes de la Sala Vimcorsa con motivo de la Bienal de Fotografía de Córdoba. La artista, de hecho, llevaba acariciando años la idea de captar el mundo detrás del butoh, la danza japonesa que surgió tras la masacre de Hiroshima y cuyos guardianes son, en muchos casos, miembros de la Yakuza.
Pero, como ocurre con su mirada (la física y la artística), la terquedad es cuestión de paciencia más oportunidad. Así, tras siete viajes a Japón entre 2017 y 2020, Muñoz, una de las fotógrafas más importantes de España, logró penetrar en ese universo, que ha retratado en tonos ceniza salpicados de impactantes toques de color.
Medalla de oro de las Bellas Artes y premio World Press Photo entre otros muchos galardones, Muñoz habla con un tono muy templado, pausado, que sólo sube de volumen cuando habla de amor, que considera el motor de su trabajo. Lo dice una de las pioneras del fotoperiodismo español, que además ha sabido dotar a sus imágenes de una belleza inesperada, incluso cuando lo que hay frente al objetivo es una tragedia oculta.
PREGUNTA. ¿Por qué el predominio del blanco y negro en esta exposición?
RESPUESTA. La verdad es que el blanco y negro siempre está presente en mi obra, en mi vida y en mi forma de mirar. Para los japoneses, como para los españoles, de alguna manera, la luz y la oscuridad está siempre presente, como muchas otras cosas que he ido descubriendo. Pero, en este caso, la exposición habla de la intemporalidad, habla de lo eterno, del tiempo que no existe. Hay una distancia. El pueblo japonés guarda sus secretos de forma particular. Hay imágenes también en color pero porque quieres contar otra cosa. Pero, este es un trabajo que me pedía el blanco y negro.
No podemos vivir sin amor
P. Viendo la exposición, casi que pensaba más en el color ceniza. Por aquello de que es una tradición hija de Hiroshima.
R. También. Pero, fíjate, aparte de que las cenizas vuelven otra vez al cuerpo, de alguna manera. Pero, una de las cosas que hay es que siempre me han fascinado lo japonés. Y me he dado cuenta de que ellos también sienten una fascinación especial por España y por su cultura. Y yo decía: ¿por qué, si somos tan distintos? Y cuando empecé a trabajar con los bailarines de butoh, me empecé a dar cuenta, de que todas las expresiones de esos cuerpos eran también un paseo por España, por el barroco español. Por Goya, por Zurbarán o incluso por Caravaggio, que también es barroco aunque no sea español. Y entonces empecé a ver esos colores. Y me di cuenta de que muchas imágenes tenían que ser en color, porque es una forma de mostrar esa pasión. Porque tanto ellos como nosotros somos apasionados, lo que pasa es que ellos, por su cultura, no pueden expresar esos sentimientos, mientras que nosotros sí. Allí está la diferencia. Pero, cuando vas a los orígenes, al amor, a los sentimientos, a los orígenes mitológicos, incluso espirituales, tenemos mucho en común.
P. A priori, uno siempre piensa en Japón y España como dos planetas distintos. Siempre me fascina imaginar cómo sería el primer encuentro entre ambas civilizaciones.
R. Bueno, sabes que aquí vino, no me acuerdo en qué siglo, una delegación japonesa.
P. Claro, los Japón Sevilla, los de Coria Del Río.
R. Claro, eso. Luego han hecho esa película que muestra a los Japón como una gente muy seria, que iba precisamente huyendo de la persecución.
P. Luego hay otra cosa que nos une, y es que creo que Tokio es la ciudad con más escuelas de danza de flamenco.
R. Ah, eso no lo sabía. Pero no me extraña. Y fíjate porque a mí el flamenco me apasiona desde pequeña, que lo he trabajado mucho. Nosotros no teníamos televisión y ponías la radio y era todo copla y canción popular. Y me acuerdo cuando estuve haciendo un trabajo sobre flamenco, y estuve precisamente aquí en Córdoba. Hay una academia, Amor De Dios creo que se llamaba, era muy antigua, y había una japonesa y era (gesticula reflejando el impacto que le produjo). Era muy interesante verla. Porque tú puedes aprender la técnica a la perfección, pero como no tengas el duende, como no tengas el alma, eso que te hace ¡pum!… Es curioso, pero es así
El fotógrafo o el periodista cuenta sus historias para que sirvan a la humanidad
P. ¿Eso que acabas de decir vale también para la fotografía? ¿Se puede ser buen fotógrafo sólo con muchos conocimientos técnicos?
R. Yo creo que existe el duende en la fotografía. Y en la que habla de la vida, más aún. ¿Porque claro, qué es el duende? Para cada uno eso significará algo. Y yo creo que para mirar también es importante. Yo creo que para la fotografía es importante ser uno mismo, porque es un trabajo sobre el ser humano. La fotografía transmite sentimientos. La fotografía no miente. Bueno, seguro que hay quien piensa de otra manera, pero yo sí creo que existe eso en la fotografía.
P. ¿Y el ojo se entrena?
R. Yo creo que hay muchas cosas que se pueden entrenar, pero lo que pasa es que el ojo manda una serie de ondas al cerebro que pasan también por el corazón y por el estómago. Entonces, el ojo son muchas cosas hasta que la imagen nos llega.
P. ¿De todos los países a los que has viajado, cuál es el que estéticamente te ha parecido más deslumbrante?
R. Es curioso, porque yo tengo que enamorarme de mis trabajos y, de hecho, me enamoro todo el rato. Y necesito ir al sitio. Cuando estoy haciendo un trabajo, me enamoro del país. Así que, en este momento, el último país es Turquía y, entonces, estoy enamorado de ese país. Pero me he enamorado del Congo, de Camboya…
P. O sea que el amor es la base de tus proyectos.
R. Creo que no se puede vivir sin amor. Es muy difícil vivir sin amor, lo que pasa es que cada uno lo expresa a su manera. Creo que no podemos vivir sin el otro y sin amar al otro. Lo que pasa es que hay palabras que tanto usarlas se gastan. Y fíjate, con toda esta inteligencia artificial que me fascina y que estoy utilizando en mis proyectos, te cuestionas muchas cosas.
No podemos juzgar a quien retratamos, cada uno somos producto de lo que socialmente nos ha tocado
P. Antes de hablar de IA, me gustaría saber en qué momento te picó el gusanillo ese de desplazarte cargando con cámaras y carretes a cuestas. Porque hablamos con alguien que ha sido testigo de toda la revolución tecnológica.
R. Yo vengo de una época en la que no existía acceso al conocimiento fotográfico. Al menos como lo hay ahora. En mi caso, yo vivía en Madrid -bueno, de hecho, mis primeros cursos fueron a distancia con la CEAC, y luego estudié en el Photocentro de Madrid. Pero yo he sido autodidacta y, la verdad, para mí la libertad ha sido esencial a la hora de hacer una carrera. Incluso cuando he aceptado encargos, que me encantan, porque son una forma de salir de tu mundo. Yo, además, necesito salir de mi zona de confort. Y llegó un momento en que la imagen fija para mí no era suficiente, por lo que me puse a investigar sobre imagen en movimiento. Y cada vez que viene algo nuevo, me fascina. Yo desde el 2000 llevo ya en el mundo digital. O sea, 23 años. Pero es que me gusta coger todo lo que haya y que contribuya a hacer más fuerte mi discurso. Y también llega un punto en el que, por más que quieras, te das cuenta de que todo no lo puedes hacer. Últimamente sí que estoy investigando mucho en la inteligencia artificial.
P. ¿Y qué te parece que se haya utilizado en temas periodísticos, como se ha hecho hace poco en El mundo?
R. Lo desconozco. La inteligencia artificial es muy interesante, aunque tiene una parte oscura, porque toca cosas que me preocupan, como es la manipulación. Yo creo, que de alguna manera, hay que legislar la inteligencia artificial. Porque puede hacer mucho daño. A mí me preocupan mis nietos, y me gustaría que ellos sientan la emoción que yo puedo sentir, que podemos sentir o que hemos sentido, de que se te ponga la carne de gallina, esa sensación de poder tocar. Y sobre todo de pensar. El pensamiento y la libertad de actuación está en peligro si no se regula todo el avance tecnológico. Creo que hay que hacerlo y también hay que preparar al ser humano para hacer un buen uso de todas estas herramientas.
P. Es que la tecnología va muy por delante de los gobiernos.
R. Va muy por delante de lo que nos podamos imaginar. El mundo de los científicos es maravilloso, pero, si hablas con alguien que realmente conoce este tema -yo no soy una experta, no estoy muy metida-, te sorprendes.
P. Claro, la cuestión es mirar a largo plazo. Hay ya generaciones que, a diferencia de nosotros, han nacido con un móvil en la mano. Pero, al mismo tiempo, no se les está educando filosóficamente en lo que eso significa.
R. Es muy complejo. Yo que valoro tanto la libertad, lo que percibo es que es un arma muy peligrosa en manos del poder.
Hay que legislar la inteligencia artificial, porque tiene una parte oscura
P. ¿La fotografía para ti es un arte o tiene más que ver con la historia?
R. Fíjate, para mí, si es arte o no, lo tendrá que decir otro el día de mañana. Para mí, el arte es aquello que se hace con amor y que es capaz de transmitir al otro emociones. Yo creo que la fotografía, como la escultura, el cine y tantas otras cosas, es una forma de llegar al otro. De transmitir al otro mi emoción.
P. ¿Alguna vez has descartado una imagen por ser demasiado bella para retratar el tema que estabas contando?
R. Pues mira, siempre he tenido mis problemas con esta cuestión. Ya sabes que existe la belleza en lo que no es bello y eso no me preocupa realmente, porque cada uno se va a emocionar o va a valorar una imagen de manera distinta. Y yo siempre me planteo qué es ser demasiado bello. El ser humano no puede vivir sin esperanza y sin belleza y la belleza en el arte a mí me ayuda. Pero, ¿cómo mides la belleza, cómo mides el dolor, cómo mides el amor? Es que hay cosas que no se pueden medir.
P. Me imagino que habrás estado en algunas situaciones en la que cualquiera puede juzgar tu trabajo como una explotación del dolor cuando en realidad lo que haces es exponerlo tal cual lo viste.
R. Y, de hecho, yo estoy totalmente en contra de la explotación del dolor. Muchas veces somos nosotros quiénes juzgamos las imágenes. Aquí tenemos muchas imágenes que pueden juzgarse de esa manera. Y llevo muchos años investigando sobre esa cultura, que además está entre el dolor, el placer y el misticismo. Es curioso, que es una constante que he podido testimoniar a través de estos hombres y a través de las distintas religiones. Y es algo que tenemos todos los seres humanos. Nosotros aquí también. Eso está en la Semana Santa. Y no podemos negar que hemos tenido místicos como Santa Teresa o San Juan de la Cruz. O lo místicos sufís. Pero, tú ves algunas de estas imágenes y te das cuenta de que son la formas que tiene el hombre de llegar a eso y que, además, tiene una explicación. Llega un momento en que toca una parte del cerebro y convierten el dolor en placer. Y eso es algo que se va repitiendo a través de los siglos y se va repitiendo en las distintas culturas.
P. Aquí estamos viendo unas imágenes espectaculares, que seguramente han tenido un proceso de preparación complejo del que muchas veces ni siguiera se habla. Es la parte más invisible del fotógrafo.
R. Cuando se ve tu trabajo, aquí por ejemplo, que es una exposición de la que yo estoy muy orgullosa, la gente no se da cuenta de todo el trabajo que hay detrás de una exposición. No es sólo cómo lo preparas. Es cómo consigues contar lo que tú quieres contar. Y sí, detrás de algo así hay mucho trabajo. Yo ya sólo hago un trabajo o dos al año. Porque, detrás de cada copia, hay un trabajo de investigación, hay un trabajo de producción… Yo necesito tocar para conseguir que el otro pueda tocar. Seleccionas, haces la edición, eliges el soporte, cómo lo vas a contar, hay una trayectoria larga… Lo que tú has visto aquí es un trabajo de años. Pero, bueno, a mí eso no me importa. Vale, el tiempo es muy importante, sobre todo ahora que cada vez tenemos menos, pero a la hora de la verdad, yo no escatimo el tiempo en mi trabajo, porque lo importante es lograr lo más parecido a lo que quieres transmitir.
Estoy totalmente en contra de la explotación del dolor
P. Pero me imagino que te habrá costado acceder a ciertos estamentos, simplemente por ser mujer.
R. Bueno, bueno, bueno, sí. Yo lo digo siempre, soy feminista y me alegra ser mujer. Y valoro todos los derechos que hemos ido adquiriendo porque vengo de una generación que no los tenía. Y siempre me ha molestado que el hecho de ser mujer me impedía tener acceso a algunos temas que a mí me han interesado. Y los he perseguido. Porque, por un lado, para mí era importante llegar a ellos y poder compartirlos con otras mujeres. Pero también tengo que decir que hay algunos temas que culturalmente me han sido más accesibles por ser mujer. Me he podido acercar a algunas mujeres que se han abierto a mí de una forma que no hubiera sido la misma de ser hombre.
P. ¿Dirías que tu fotografía es femenina?
R. Pues hasta hace poco he luchado contra esa idea. Porque la fotografía no es femenina ni masculina, sino que representa a la persona que la hace. Pero tengo que decir que hay temas que una mujer los toca de una forma distinta y los siente de una manera distinta y, por tanto, los va a transmitir de una forma distinta. Entonces, creo que no hay fotografía femenina, pero sí hay temas.
P. Has tocado temas violentos y complejos. Estoy pensando ahora mismo en tu trabajo con las maras en Latinoamérica. No sé si alguna vez has deseado que tu cámara fuera una pistola al disparar al que tenías en frente.
R. (Sonríe) No, nunca. Tengo que decir que ha sido complicado para mí fotografíar ciertos temas. Yo no hago guerras, no había estado nunca en cárceles... Y, como te he dicho antes, yo necesito amar. Entonces, cuando uno hace estos trabajos… Fíjate, sí que he sentido algo así cuando trabajé sobre el tráfico de niños y la esclavitud en el Sudeste asiático y fotografiaba a los proxenetas, a los que van en las motos y entregan a las niñas. Ahí sentí algo especial. Pero también me di cuenta de una cosa: que no podemos juzgar, que cada uno somos producto de lo que socialmente nos ha tocado. Y, en este caso, Camboya es un pueblo que tuvo que vivir la invasión, la tragedia de los Jemeres rojos y no puedes juzgar nada sin tener en cuenta todos estos acontecimientos. Pero la vida me ha enseñado a no juzgar a la ligera. ¿Cómo juzgas a otra cultura? Aunque tú te prepares mucho, es que la cultura es algo muy intrínseco. Tú puedes conocer una cultura si te implicas en profundidad, pero no tienes ninguna vivencia que te haga comprenderla en plenitud.
P. ¿Qué crees que dice tu archivo personal de imágenes de ti?
R. Yo sí que creo que el fotógrafo, como el escritor, está en todo lo que ha hecho. Tanto de las obras de las que está contenta, como de las que no. Y creo que, para hablar de mí, estáis mejor vosotros.
La fotografía no es femenina ni masculina, sólo representa a la persona que la hace
P. Casi pensaba más en tus fotos personales, en las que tienes en tu casa o tu despacho o en el móvil.
R. Es que detrás de cada foto hay una historia. Para mí están vivas en mi imaginario y mi corazón cada una de esas personas que ha retratado. Vives con ellas, bailas con ellas por las noches. Sí, esos archivos eres tú. Yo siento terror ante la idea de perder el archivo. Porque ya no es el dolor de perder una foto, es que detrás de cada foto hay ilusiones e historias.
P. Yo sí que creo que tus imágenes hablan de ti como antropóloga.
R. ¿Pero qué es una antropóloga? Una antropóloga es una persona que ama al ser humano. En el fondo, creo que todos los fotógrafos lo son. Porque, a parte de ese amor, tenemos esa curiosidad por el de en frente. Yo te acabo de conocer y no paro de mirarte a los ojos. Quiero saber más. Yo creo que el fotógrafo o el periodista cuenta sus historias para que sirvan a la humanidad.
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