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Francisco Gómez de Tejada: “Los ayuntamientos están haciendo muy poco para frenar el calentamiento global”

Entrevista N&B a Francisco Gómez de Tejada, arquitecto

Aristóteles Moreno

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El pasado 11 de septiembre, Francisco Gómez de Tejada colgó en Twitter (o lo que hasta hace dos meses era Twitter) cuatro sorprendentes fotografías de las Torres Gemelas. En una aparecían los dos edificios envueltos en nubes desde una perspectiva aérea. La segunda focalizaba el Empire State enmarcado en las vertiginosas aristas de los ya desaparecidos rascacielos. En otra, se veían las Torres Gemelas en blanco y negro desde una inédita playa del Parque Battery. Y finalmente se retrataba a Minoru Yamasaki, el arquitecto de aquellos fatídicos iconos universales con una maqueta entre sus manos.

El perfil digital de Gómez de Tejada es un homenaje diario a la arquitectura y a la magia hipnótica de los objetos. Las decenas de fotografías, maquetas y enlaces que cuelga puntualmente cada semana es una forma de mirar el mundo con los ojos de un arquitecto que vive en un pueblo de 30.000 habitantes de la Campiña Sur cordobesa. Su cuenta social está a punto de alcanzar los 22.000 seguidores y figura entre las diez más influyentes de arquitectura en España.

Justo ahora cumple quince años en activo. Empezó a trabajar un año antes de que Wall Street se desplomara y se llevara por delante el pujante imperio español del ladrillo, que quedó reducido a cenizas. La crisis pulverizó cientos de estudios de arquitectura. “Tengo amigos arquitectos de mi promoción que nunca han trabajado como arquitectos. Ni van a trabajar ya”. Francisco Gómez de Tejada sobrevivió milagrosamente al seísmo. En los años más crudos, se refugió en una almazara familiar. Y en 2013 empezaron a moverse los proyectos tímidamente.

Las viviendas unifamiliares que diseña son cubos superpuestos, limpios, lineales y transparentes, fieles a la arquitectura moderna, de la que se proclama tributario. No es necesario añadir que se confiesa admirador incondicional de Le Corbusier, el gran agitador de la arquitectura de nuestro tiempo. Son las 10.00 de la mañana del penúltimo día de agosto. La entrevista tiene lugar en una cafetería junto a la Avenida de la Libertad.

PREGUNTA. Primero, lo urgente. En Córdoba, hemos tenido 31 días por encima de 40 grados este verano. ¿Qué puede hacer la arquitectura frente al calentamiento global?

RESPUESTA. Puede hacer muchísimo. Y estamos en ello. Tenemos que avanzar hacia una arquitectura que sea eficiente climáticamente hablando. Primero, en el diseño de edificios de consumo casi nulo. Edificios con una buena calificación energética son esenciales para el ahorro de las personas. Ya hemos visto cuáles son los precios de la energía y de los combustibles. Y también por el medio ambiente. Un edificio que no consume prácticamente energía, aparte de ser barato de mantener, también es un edificio que no contamina y no vierte CO2 a la atmósfera.

La arquitectura es una forma de ver el mundo

P. Un edificio eficiente energéticamente y diseñado para el calor, ¿cuántos grados de temperatura puede rebajar?

R. Los edificios se diseñan y se calculan para una temperatura en verano y una temperatura en invierno. El edificio que está bien diseñado, tanto por la orientación como por el diseño o por los materiales, no necesita tanta energía para calentar o para enfriar. Hay edificios que son prácticamente de consumo energético nulo. O sea: no necesitas enfriar ni calentar el edificio porque él solo con su comportamiento climático puede dar respuesta.

P. ¿Incluso en Córdoba con las temperaturas extremas que tenemos?

R. Puede haber edificios eficientes. ¿Qué pasa? Que son más caros de construir porque necesitan más aislamiento térmico, una maquinaria climática y energética más eficiente y equipos de geotermia o de aerotermia. Tienes que hacer una inversión pero se puede conseguir.

P. ¿Y qué están haciendo los ayuntamientos frente al calentamiento global?

R. Muy poco. Los políticos legislan, nos obligan a los particulares a construir de una determinada manera y luego no hacen nada. Y una cosa que no hacen los ayuntamientos es el tema de los árboles, que es una lucha que tengo en Puente Genil. Una ciudad con árboles es una ciudad que térmicamente funciona. Cuando tenemos 40 grados, una calle en sombra puede tener 10 grados menos. ¿Qué pasa? Que esas intervenciones son más caras que una intervención estándar. Y tienen un problema: el mantenimiento. Es caro y, además, no se rentabiliza políticamente. Un alcalde rentabiliza políticamente si inaugura una calle, un parque o un pabellón municipal, pero no el mantenimiento.

P. Hace 40 años se puso de moda el llamado urbanismo duro en España. Diseño minimalista y cero vegetación. ¿Qué hacemos ahora con todos esos espacios?

R. Es un problema. El tema de las plazas duras empezó cuando aparecieron los problemas de aparcamiento en los centros de las ciudades. ¿Qué se hizo? Vaciar las plazas para construir parking debajo. Y cuando tú construyes un parking subterráneo se hace mucho más complicado tener vegetación. Se puede hacer, pero encarece el proyecto. Entonces, se crearon las plazas duras. Y las plazas duras son inhumanas. Son plazas inhabitables. Aquí, por ejemplo, tenemos la plaza de la Estación del AVE. Por debajo pasa el tren y arriba no tiene nada. Y son espacios muy complicados de solucionar. Porque si no puedes plantar árboles tienes que irte a estructuras secundarias, como pérgolas o toldos, que también son caros.

P. ¿Y no hay manera de reconvertir ese tipo de urbanismo?

R. Ahora se está empezando a tener en cuenta el tema del arbolado, aunque todavía no se esté ejecutando por el alto coste del mantenimiento. Por eso los alcaldes son reacios. Aunque ahora ya somos consciente del problema y de que la solución es poner árboles. Y cuando se hacen aparcamientos debajo se intenta tener en cuenta la necesidad de un espacio para que puedan arraigar. Pero es una cosa que va lentamente y que depende del dinero. Los arquitectos cogemos el lápiz y podemos diseñar lo que haga falta. Pero luego el diseño hay que pasarlo por el filtro del promotor y del presupuesto. ¿Y quién es el que pierde siempre en el proyecto? La eficiencia energética y el arbolado, que es lo que debería ser casi lo más importante.

P. ¿La reforestación urbana es la solución?

R. Totalmente. La reforestación urbana es esencial. Es básica. Y no solo en parques, que son necesarios para que las ciudades tengan pulmones, limpien el aire y doten de oxígeno a la ciudad. Sino también en las calles.

La calidad de vida es inversamente proporcional al tamaño de la ciudad

P. París ha anunciado que va a suprimir el 40% del asfalto para combatir el calentamiento global. ¿Esa es una vía de futuro?

R. Es una posible solución. ¿Qué pasa? Nosotros hemos desandado pasos que nuestros mayores ya anduvieron. En Puente Genil, todo el casco histórico era de adoquines de granito, que es un material que se calienta mucho menos y, por lo tanto, devuelve menos calor a la calle. Todo eso se fue sustituyendo por alquitrán y por tipos de aglomerados que son totalmente lo contrario. Cuando se ponen a 40 o 50 grados se derriten. Y ahora estamos volviendo otra vez a usar materiales que térmicamente se comportan mejor, como es el albero. ¿Qué pasa? Que son más caros y más costosos de mantener.

P. ¿Hay que volver al terrizo?

R. Hay que aprender de la arquitectura tradicional, que era totalmente bioclimática. Es lo que hacían los árabes cuando diseñaron las calles en la Judería de Córdoba. Aquí ha hecho calor toda la vida. ¿Y qué se hacía? Calles estrechas por donde corra el aire y coja velocidad. Y abiertas hacia adentro. Hacia los patios. Está todo inventado para dar frescor. ¿Qué pasa? Que llegó un momento en el que la tecnología hizo que fuéramos capaces de enfriar el aire. Entonces empezamos a colocar máquinas y nos empezamos a olvidar de esa arquitectura bioclimática que ha existido desde que el mundo es mundo. Ahora nos hemos dado cuenta de que es muy caro climatizar y contamina mucho.

P. Madrid tiene 8 grados más que la periferia.

R. Eso está pasando en todas las ciudades. En una ciudad siempre hace más calor que en el campo. ¿Por qué? Porque tenemos vehículos que producen calor. Tenemos maquinarias de aire acondicionado que producen calor. Tenemos cocinas y chimeneas que producen calor. Tenemos asfalto que retiene el calor durante el día y lo suelta durante la noche.

P. ¿La sombra es una emergencia nacional?

R. La sombra es básica. Y más en un sitio donde nos hemos ido poco a poco quedando sin sombra al mismo tiempo que cada vez hace más calor. Por un lado, tenemos que aprovechar ese sol para generar energía y eso lo estamos haciendo muy bien. Y, por otro lado, tenemos que generar sombra.

P. En Córdoba no hemos sido capaces este año de entoldar las principales calles del centro porque los vecinos se oponen. ¿Qué solución propone?

R. Obligar a los vecinos. Es una medida que es buena para la ciudad porque si entoldas quitas la radiación directa del sol y te baja la temperatura una serie de grados. Es como el que no quiere tener en la puerta de su casa contenedores o el que le molesta tener una vía de doble sentido porque tiene más tráfico. El bien general está por encima del bien particular. Y, en este caso, es una cosa que se ha hecho durante muchos años y en muchas ciudades. Todo el mundo quiere tener árboles en las ciudades, pero nadie quiere tener uno en la puerta de su casa porque se caen las hojas, mancha y te quita vistas. Es un peaje que tenemos que pagar por vivir en las ciudades.

P. Usted escribió un artículo titulado ‘Los árboles como una infraestructura de salud pública’. ¿Grita usted en el desierto?

R. Un poco sí. Cada vez somos más conscientes de la necesidad de árboles y del cambio climático, pero no creo que la temperatura figure entre los diez primeros problemas que tienen los españoles. Y encima contamos con el problema de que las administraciones paralizan la reforestación de las ciudades porque es costosa de mantener. Y, como los ciudadanos no lo valoramos ni lo exigimos, pues el político tampoco lo hace.

Un carril bici no son dos rayas pintadas encima de la acera

P. No es común que un arquitecto defienda los árboles. Los arquitectos suelen defender los edificios.

R. Todos los arquitectos defienden los árboles. No conozco a ningún arquitecto que no los defienda.

P. Los árboles tapan la obra.

R. Los árboles deben ser un complemento a la arquitectura. Jugar con la naturaleza y con los árboles en los proyectos de arquitectura se ha hecho siempre. Yo creo que todos los arquitectos estamos encantados de poder hacer proyectos con árboles.

P. En Córdoba tuvimos un conflicto con la arboleda de la Ribera porque tapaba la Mezquita de Córdoba.

R. Eso pasa en ciudades monumentales y no monumentales. En el río de Puente Genil, hace unos años se hizo una escollera para impedir las inundaciones y se suprimió toda la vegetación fluvial. Al campo no se le pueden poner puertas. Puedes cortar la vegetación pero donde hay agua vuelve a crecer rápidamente. Es parte del ecosistema.

P. Es arquitecto desde 2007. ¿Qué le ha enseñado el oficio en estos 15 años?

R. Muchísimas cosas. La arquitectura se convierte en una forma de vida. Y en una forma de ver el mundo. Es un constante aprendizaje de todo. De sistemas constructivos, de software, de diseño, de proyectos, de materiales.

P. Usted ya no coge la escuadra y el cartabón.

R. La escuadra y el cartabón los cogí dos años en la carrera. Igual que el paralex y los rotring. A partir del segundo año ya empezaron a dejarnos entregar cosas en AutoCAD y su uso fue muy rápido. Yo ya no sabría usar un rotring.

P. Los arquitectos han jubilado ya el lápiz y la goma de borrar.

R. El lápiz y la goma de borrar, no. Siempre hay que dibujar y hacer croquis.

P. Eso ya se puede hacer en una pantalla.

R. Cuando tú empiezas un proyecto de cero tienes que coger el lápiz. Los programas arquitectónicos te dan muchas facilidades para dibujar un proyecto y construir en tecnología BIM, donde tú diseñas el edificio completamente en tres dimensiones con todas las instalaciones y las mediciones. Pero esa tecnología, que te facilita la vida, también te encorseta mucho. Cuando empiezas a diseñar un proyecto, tienes que coger un papel y un lápiz. Y cuando tienes la idea, la pasas al ordenador. El papel y el lápiz no se puede perder nunca.

Hay que construir edificios de consumo energético nulo

P. El arquitecto Rafael Moneda decía: “Doy gracias a la arquitectura porque me ha permitido ver el mundo a través de sus ojos”. ¿Y a usted que le ha permitido?

R. Todos los profesionales ven a través de su profesión. Pero los arquitectos vivimos dentro de nuestra profesión. La silla en la que estamos sentados ahora es arquitectura. Este edificio es arquitectura. La calle es arquitectura. Estamos constantemente imbuidos en nuestra profesión.

P. Se convierten ustedes en unos neuróticos.

R. Totalmente. Pregunte a mi mujer. Y ya cuando te vas de viaje es horroroso. Alguien lo decía en Twitter: “Me apiado de las mujeres del arquitecto cuando van de viaje”. Mi mujer puede dar fe de ello. Cuando vamos a un museo, no hacemos fotos a los cuadros. Le hacemos la foto al extintor o a la puerta de emergencia

P. ¿Con qué adjetivo calificaría su obra?

R. No lo sé. No soy yo quien deba calificar mi obra. Yo intento hacer una arquitectura que me gusta y, por supuesto, que les gusta a mis clientes. Me siento muy cómodo trabajando en edificios que guardan los puntos de la arquitectura del movimiento moderno, pero también haciendo arquitectura tradicional. El 95% de la arquitectura que hay en nuestras ciudades está en medio de esas dos. Ni arquitectura tradicional ni arquitectura minimalista. Y esa arquitectura es la que a mí no me gusta.

P. Los edificios unifamiliares de su catálogo son especies de cubos superpuestos lineales y diáfanos. ¿Me lo explica?

R. Lo primero que intento es simplificar. La mayoría de los arquitectos hoy en día estamos imbuidos en el movimiento moderno. En la arquitectura de Le Corbusie o de Mies. Y es una arquitectura donde el adorno desaparece. Es mucho más sincera. Lo que hay es lo que ves. Simplifica recorridos, materiales y ornamentación. Y jugar con volúmenes y con prismas me gusta mucho.

P. ¿Cómo serán las casas de mañana?

R. Primero, eficientes totalmente. De aquí a unos años la mayoría de las casas serán de consumo nulo y autoeficientes energéticamente.

P. ¿La oligarquía eléctrica lo va a permitir?

R. Es una cosa contra la que no se puede luchar. ¿Cómo serán los coches del mañana? Lo que no van a ser seguros es de gasolina. ¿Lo van a permitir todos los lobbys del petróleo?

P. No lo están permitiendo.

R. Es una cosa que se puede retrasar pero que no se puede impedir. Y con la energía pasa lo mismo. No se pueden poner puertas al campo. Y una cosa que va a cambiar también los edificios es la forma de usarlos. La forma de comunicarte con ellos y que te respondan. Y ya se está haciendo: la domótica.

P. Pero no acaba de llegar. Llevamos 20 años escuchando hablar de domótica.

R. No ha llegado porque hasta ahora ha sido una cosa cara. Lo mismo que internet. Hace treinta años un ordenador era una cosa muy cara que tenían cuatro personas. Hoy en día todos llevamos un ordenador en el bolsillo. Los precios han bajado mucho. Hoy te metes en cualquier tienda digital y puedes comprar lo que quieras para domotizar una casa. Desde una cámara hasta sensores de temperatura o motores para persianas. Esos elementos se van a hacer cotidianos muy pronto. Hasta ahora era un lujo para cuatro ricos que se lo podían permitir.

La reforestación urbana es esencial para combatir el cambio climático

P. ¿Qué tenemos que aprender de la arquitectura rural?

R. Es una arquitectura que tiene el conocimiento de toda la historia en cuanto a situación, localización, disposición de la estancia, materiales. Para hacer eficientes esos edificios pasó lo mismo que ha pasado dentro de las ciudades. La tecnología permitió que no fuera tan necesario estar pendiente de esos factores tan importantes. Hoy en día no haces una casa en el campo sin tener en cuenta la situación, la orientación, el sol, los materiales o el clima.

P. ¿La escala de un pueblo es la verdadera escala humana?

R. Está claro que la vida de los pueblos es mejor. Hay mucha más calidad de vida. No solo por la escala sino por la velocidad. Tienes todo a mano y no pierdes tiempo en el desplazamiento. La calidad de vida es inversamente proporcional al tamaño de la ciudad.

P. ¿Y por qué huimos del campo?

R. Porque las grandes ciudades te dan otra serie de cosas a costa de tu calidad de vida, como por ejemplo el trabajo. El campo se ha mecanizado mucho y se están perdiendo la mayoría de los trabajos en los pueblos pequeños. La gente no tiene más remedio que irse a las ciudades. Internet va a cambiar nuestra vida. La ha cambiado ya. Se está produciendo un proceso inverso muchas veces. Aquellas personas que pueden teletrabajar viven en pueblos. Mi mujer vive en Puente Genil y trabaja en Córdoba. Tres días tiene teletrabajo y dos viene aquí.

P. ¿Qué arquitecto le marcó el camino?

R. A toda mi generación nos marcaron los arquitectos del movimiento moderno. Le Corbusier, Frank Lloyd Wright, Mies van der Rohe. Son arquitectos que cambiaron la forma de hacer arquitectura. Cambiaron la forma de entender los edificios. Esos cubos de los que me habla sobre mis proyectos los empezaron a hacer esos arquitectos. Pero, claro, ellos empezaron el año veinte del siglo pasado.

P. Dígame un edificio insuperable.

R. Los arquitectos tendemos a romantizar mucho los edificios. De hecho, los principales edificios que la mayoría de la gente conoce de la historia de la arquitectura, como la Casa Farnsworth o la Villa Savoye, son inhabitables. Sus promotores denunciaron a los arquitectos porque no se podía vivir. Pero supusieron un cambio en la evolución de la arquitectura. ¿Un edificio? Cualquiera del movimiento moderno. La Villa Savoye, por ejemplo, que engloba los cinco puntos de la arquitectura que enumeró Le Corbusier. Fue un arquitecto que cambió todo: la forma de construir, la forma de entender los espacios y la forma de liberar los edificios.

P. ¿Qué ciudad le deslumbra?

R. Hay ciudades brutales. Barcelona es una ciudad espectacular. Impresionante. Córdoba, la única ciudad del mundo con cuatro Patrimonios de la Humanidad. En España tenemos la suerte de tener ciudades impresionantes. Granada, Sevilla. Soy un enamorado de Sevilla. Y Madrid es una ciudad impresionante en todos los aspectos. Para ir unos días y volverte, claro.

P. ¿Qué hacemos con los coches?

R. Los coches son un problema. Cuando yo era pequeño, a principios de los años ochenta, había un coche por familia. Hoy en día en cualquier familia hay tres o cuatro coches ¿Por qué? Porque un coche no vale nada. Puedes comprar un coche por mil euros. Es un problema porque nuestras ciudades no son capaces de absorber la cantidad de vehículos que hay. Los nuevos ensanches urbanísticos sí están teniendo en cuenta esa dimensión y esa cesión de espacio para aparcamientos. Todo eso se está teniendo en cuenta ahora. Pero los núcleos urbanos de las ciudades no lo tienen en cuenta. Absorber esa cantidad de vehículos es muy complicado. ¿Qué se hace contra eso? Transporte público. Y yo entono el mea culpa porque soy de los que coge el coche para ir del cuarto de baño a la cocina de mi casa.

Tenemos que aprender de la arquitectura tradicional, que era totalmente bioclimática

P. Mal ejemplo.

R. Sí. Tendríamos que concienciarnos más de que el transporte público debería ser una cosa mucho más usada. A ello podría contribuir también la normativa. ¿Cómo? Peatonalizando. Últimamente se están peatonalizando los centros urbanos. Al principio era un problemón para comerciantes y vecinos, pero cuando se pone en marcha la gente ve que funciona y se vive mejor.

P. En Europa del Norte están convirtiendo las avenidas en bulevares.

R. Allí están construyendo bulevares y parques, y se usa mucho más la bicicleta. Aquí por el calor es complicado. No tenemos esa cultura de la bicicleta. Se está intentando extender al sur de Europa, pero seguimos sin entenderlo. Un carril bici no son dos rayas pintadas en lo alto de la acera en el mismo espacio que compartes con el peatón.

P. Ahora hay incluso quien está desmantelando los carriles bici.

R. Lo primero es que no se han construido bien. Y luego esa falta de cultura. Hay sitios donde se están desmantelando y otros donde se están construyendo.

P. Su perfil de Twitter tiene casi 22.000 seguidores y está entre los diez más influyentes de España entre los arquitectos. ¿Cuál es el secreto?

R. Que me gusta la arquitectura y también compartirla. Cuando estás estudiando, vives con la arquitectura. Hablas de arquitectura. Dibujas arquitectura. Haces viajes de arquitectura y conoces los últimos edificios que han hecho los arquitectos modernos. Cuando acabas la carrera y te vas a tu pueblo, eso se acaba. Yo usé las redes sociales para seguir con ese mundo. Y, poco a poco, he ido compartiendo proyectos míos y de otros arquitectos fomentando el debate. Cada vez he ido teniendo más seguidores. Es un hobby.

P. ¿Y qué nos quiere contar en la red?

R. No quiero profetizar ni lanzar un mensaje. Yo comparto lo que me gusta. Y a mí me gusta la arquitectura, el arte, la tecnología. ¿Cuál es el truco? No hablar de política. Y casi ni de fútbol. Entonces el que te sigue es porque hablas de arquitectura. Y punto. No tengo ninguna intención más allá de eso.

El papel y el lápiz no se pueden jubilar nunca

P. La política es todo. También la arquitectura.

R. Claro. Yo puedo hablar de política relacionada con la arquitectura y con el urbanismo. Pero no te salgas de ahí. Puedo hablar de la reforestación, de las calles, de los concejales de urbanismo, de las leyes. Todo eso es política. Y de todo eso puedes hablar. Pero yo no puedo hacer un comentario de Rubiales. Digas lo que digas, te van a caer tortas por un lado y por otro.

P. No quiere exponerse.

R. En las redes no te puedes exponer. Yo soy muy de dar mi opinión. Escribo artículos y colaboro en Onda Cero de Puente Genil todas la semanas en una tertulia política. Debato lo que sea con quien sea. Pero cara a cara. Porque yo lo hago con mi foto. con mi nombre y mis apellidos. Debatir con un tío que tiene la foto de Bob Esponja en las redes sociales y te insulta es imposible.

P. ¿Y cómo ve un arquitecto el caso Rubiales?

R. Está claro que es impresentable el comportamiento que ha tenido. No puede representar el fútbol español una persona que hace lo que ha hecho durante los últimos cinco años. Hay que apoyar totalmente a la que ha sufrido la agresión, que es Jenni Hermoso. Por otro lado, me parece también bochornoso que cierta parte del espectro político esté aprovechando esto para hacer política y llevarlo a su terreno. Rubiales tenía que estar en la calle desde el día siguiente. Pero las que han hecho una ley que tiene a mil y pico agresores sexuales con reducción de condena también tendrían que estar en la calle. Es una doble vara de medir espectacular.

P. ¿El triunfo de la selección femenina de fútbol es más que un triunfo deportivo?

R. Totalmente. Es un triunfo social. Una conquista de las mujeres. Lo más importante es que se han creado referentes para las niñas. Ya no es Cristiano Ronaldo ni Messi. Su referente es Alexia Putellas, Aitana Bonmatí, Salma Paralluelos y Jenni Hermoso, que son campeonas del mundo. El deporte es un sitio donde hay mucho machismo. Y en el fútbol más. Cuando esas niñas empezaron a jugar al fútbol, ¿qué es lo que le dirían en los colegios? ¿En los clubes? ¿Sus amigos? Ojalá nuestras hijas puedan jugar al fútbol sin tener que escuchar “ahí va la marimacho” o “tú lo que tienes que estar es fregando en tu casa”.

P. ¿Es usted profeta en Puente Genil?

R. No soy profeta en ningún lado. En Puente Genil menos. Hacer cosas en tu pueblo te expone a la crítica. Y, sobre todo, hacer cosas públicas. En los últimos dos o tres años he hecho varias cosas para el Ayuntamiento. Y eso te expone sobremanera. Todo el mundo se ve en el derecho de poder rebatirte, aunque no tengan ni idea ni sepan de lo que hablan.

P. ¿Recibe más aplausos o más silbidos?

R. Yo creo que he recibido más aplausos que silbidos. Y los silbidos que recibo no son argumentados. Si me haces una crítica argumentada te la puedo aceptar. Incluso me puedes convencer. Pero el insulto y la crítica desde un perfil anónimo no va a ningún lado.

Hay que obligar a los vecinos a entoldar los centros urbanos

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