Zamorano, 10: aire fresco para mayo
Un buen puñado de décadas acumula la celebración más histórica del mes que por excelencia es de Córdoba. El Festival de los Patios tiene un recorrido tan extenso que en ocasiones resulta difícil datar su origen. Como tradición añeja a veces parece igual de complicado pensar en su continuidad más allá de los años que han de venir. Pero no es tanto así, pues el relevo generacional, por complejo, siempre tiene lugar. Sea en las familias en las que se trata la forma de vida y la participación en el Concurso como una valiosa herencia, sea en las que alguien decide dar un paso adelante por primera vez. Botón de muestra de este último caso se encuentra este año en el número 10 de la calle Zamorano, cuyo patio se estrena en el mapa de los visitantes de la mano de su actual propietaria. Se llama Esther Rubio y junto con su pareja es en cierto modo aire fresco para mayo.
Escondida ante la plaza de la Fuenseca se abre en Juan Rufo, camino de Alfaros y un poco después de dejar atrás Imágenes, la calle Zamorano. En su estrechez tímida es cada fachada de las distintas viviendas, entre las que se cuenta ésta. Tras cruzar la puerta, que abre con simpatía Mario, el zaguán conduce a una sala cuya luz es distinta gracias al patio. El mismo debuta en el Festival este 2018 dentro de la modalidad de arquitectura moderna después de que su dueña, y su pareja, decidieran ser parte del Concurso. “Es una casa familiar, de mis padres. Desde hace cuatro o cinco años nos dedicamos al turismo, lo que hace que valoremos más las estancias. Sobre todo por el factor sorpresa del patio. Cuando entran por la puerta dicen: hemos entrado en un mini paraíso, qué bonito lo que hay dentro”, explica Esther Rubio sobre el inmueble.
“Ese entusiasmo nos hizo pensar que a lo mejor deberíamos presentarnos, pero el año pasado el tema de que alquiláramos habitaciones no estaba todavía regularizado y éste sí. Así que hemos decidido que éste tiene que ser nuestro año”, continúa la actual propietaria de esta casa-patio, que aunque renovada goza de una larga trayectoria histórica. De hecho, es parte de una casa vecinal construida en 1933 en el espacio que antes fuera un palacio decimonónico. El patio es hoy por hoy recinto central de la vida del inmueble. “A nosotros nos gusta compartir y queremos ser un poco generosos para el mundo, y para nosotros es un poco una ventana para el resto del año”, indica la dueña aún acerca de las motivaciones que tanto a ella como a Mario, rumano de nacimiento y cordobés de adopción, les llevan a participar del Festival.
Con permanente amabilidad, Esther también confiesa que lo de cuidar plantas le viene de familia. “Mi madre es una apasionada. Ahora vive en un piso y tiene más flores que espacio. Ella siempre estaba trabajando en el patio, era su disfrute, y lo he heredado”, expresa. El recinto al aire libre no es punto de vida sólo ahora, también antaño tal y como cuenta la propietaria de este número 10 de Zamorano. “Nosotros éramos una familia de cinco y estábamos todo el día jugueteando entre el patio y la piscina”, narra. La piscina se encuentra precisamente tras un muro que completa la composición de paredes del patio, que además goza de una sencilla arcada.
Para Esther y para Mario, que mantiene en su regazo a la menor de las tres hijas de la pareja durante la visita de CORDÓPOLIS, la casa es una especie de oasis dentro del mundanal ruido de la ciudad. “A nosotros la amplitud nos gustaba. La casa tiene mucho trabajo, pero también mucho encanto. La casa es espaciosa y tiene un pequeño pulmón, que es la vida en torno al patio. Parece que estás en el campo, porque el barrio es poco ruidoso y vienen los pajarillos y se posan. Para nosotros es una maravilla criar a nuestras hijas y encima compartirlo con más gente”, expone la dueña del inmueble.
Sobe las razones de incluir su vivienda en el Concurso, Esther asegura que no está la de obtener galardón. “No aspiramos a premio, con haber participado es suficiente para nosotros. Es una ventana al mundo. Si nos va bien, repetiremos”, asevera. Esta casa-patio es, como otros en los últimos años, una bocanada de aire fresco para el mayo cordobés. Aunque su propietaria considera que no la tradición no corre peligro. “Creo que no se va a perder, porque los patios los va a seguir cuidando la gente. Puede ser un poco el medio a los patios que hay súper grandes, tan hermosos, que te hacen sentir un poco pequeño. Pero hay que presentarse porque si no siempre son los mismos y creo que se trata un poco de variedad, de que todos son complementarios”, señala cuestionada por la importancia de sumar nuevos patios al Festival.
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