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Los cañones disparan versos

Comparsa 'Puente de plata' | TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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Maldita la poesía. Maldita, si es entendida como un lujo. Maldita, si es considerada un simple entretenimiento sin más. Maldita, si no es valiente. Maldita, si es utilizada de forma vacía. Cada verso es, o debe ser según las circunstancias, el fuego de un arma. Quizá sea ésta el cañón más potente, capaz de abrir una grieta en el hoy para pelear por el mañana. El futuro es a lo que apeló en su día Gabriel Celaya. Suya es la teoría, de otros autores la obligación de la práctica. Bien lo demostró más de uno la noche del miércoles en el Gran Teatro, que acogió la tercera y última función de semifinales del Concurso de Agrupaciones Carnavalescas -guía del Carnaval de Córdoba-. Lo hizo sobre todo Pablo Castilla, uno de los inconfundibles de la fiesta de Don Carnal en Córdoba. Esta vez lo dejó a las claras en su particular campo de batalla, el de las coplas de febrero. Aun cuando al otro lado el ejército fue menor. Porque de nuevo la afluencia de público dejó que desear.

Menos de media entrada registraba el principal espacio escénico de la ciudad cuando la sesión arrancó. Más de lo mismo que se vio en preliminares y en las dos funciones anteriores de esta segunda fase de Concurso. Con todo, el ambiente era bueno ante la presencia de ‘La Bohème’. La comparsa de Los Niños, cuya letra corría a cargo de José Manuel Serrano y Ritxi Ostáriz, regresó a las tablas para un segundo pase en el que obsequió con un nuevo pasodoble al pregonero del Carnaval en esta ocasión, Miguel Amate. Fue el cuarto en lo que va de certamen. El grupo recordó a autores tan dispares y alejados en fecha como Góngora, Juan Bernier, Ricardo Molina o Antonio Gala. “De cada verso que tallaron los juglares en Piedra Escrita […] aún queda otro poeta […] un bandolero con un verso tan excelso que a todos mis males puso remedio […] yo me rindo ante tus pies”, cantó la agrupación. Los artistas franceses, de vida bohemia, lanzaron antes una crítica a la situación de la fiesta -y más del certamen-.

En el lienzo, la pintura, y en el papel, la escritura. Tras el disparo inicial, fue turno del coro de Carnaval Marchena, el único en esta edición. ‘Como en el cine’ habló acerca de los mayores y sus problemas con las pensiones en el primero de sus tangos. De su popurrí resultó destacable el uso de melodías que forman parte de películas como Rocky, 1492: la conquista del paraíso o Mary Poppins. El conjunto sevillano dedicó el pase a su director, ausente por motivos familiares. La poesía también es posible en clave de humor, la que utilizó el cuarteto de Pepón padre. Aunque no estuvo tan fina como en preliminares, la agrupación consiguió arrancar las risas del respetable. Éste iba a más poco a poco. Con ‘Salimos de la rutina’ fue posible viajar por unos minutos a Mallorca junto a cuatro puretas y una azafata de vuelo un tanto alocados. Y un poco salidos, también hay que decirlo.

La carcajada es lo que buscó también ‘Los de la B12’ justo después. La chirigota con letra de Vanesa Álvarez causó sensación de nuevo con su disfraz, el de un tipo ebrio que es cogido por un enfermero. Su segundo pasodoble fue para el pequeño Julen, el niño que falleció tras caer a un pozo en Totalán (Málaga). El grupo trenzó sus cuplés con la historia de una actuación en una boda como punto de partida. Quienes partieron mucho tiempo atrás fueron los conquistadores de América, de los que algunos tuvieron que permanecer en el Nuevo Mundo y aprender otra forma de vivir. Fueron ellos en su día ‘Los extranjeros’, como otros también lo son ahora. La comparsa de La Madrileña, llegada desde Madrid, regaló letras que desvelaban el sentimiento por Andalucía de los que en ella nacieron y a otra tierra marcharon: sus componentes. Un obsequio fue especialmente su primer pasodoble. “Por cada mujer que dejara su huella en mi vida, lo tengo muy claro, me quedo con tu Dulce Nombre […] y no hay más nombre que María”, cantó el conjunto que utilizó no pocas advocaciones cordobesas. Concepción, Paz y Esperanza, Encarnación, Dolores, Gracia y Amparo, Nazarena…

Una vez culminó el ataque desde tierras americanas, llegó el momento de más risas. Y el  Gran Teatro conseguía superar entonces, sólo levemente, la media entrada. Sobre las tablas puso su buen humor la chirigota de Los Nenes, de Cañete de las Torres. Las abuelas, con sus nietos, de ‘Las superwoman’ consiguieron revolucionar por instantes al público con un repertorio en el que destacó el segundo cuplé. “Cuando se enfrentan el Madrid y el Barcelona […] cuando hace un rato estaban jugando en Copa, la Carpa se ha quedado sola […] había uno del jurado escuchando Onda Cero”. Letra escrita con toda la intención: el Barcelona y el Madrid se habían enfrentado hasta minutos antes del pase. Fue después de esta agrupación cuando Gabriel Celaya se hizo presente, en cierto modo, en el Gran Teatro. Ocurrió gracias al incombustible Pablo Castilla, con Miguel Amate atento junto al palco de autoridades -vacío, como casi en todo el Concurso-. Un general y otro, a falta del tercero, que cayó valeroso en combate: Paco Luque.

Con ‘Puente de plata’, la formación del veterano autor sobresalió en esta tercera semifinal. El respetable ya era ligeramente más numeroso -no para superar la media entrada- y el ambiente mejoró. La comparsa de Pablo Castilla representó una vez más la Batalla de Bailén y lanzó dos muy buenos cuplés. Brillante fue el primero, cuyo significado no se conoció hasta el final. Encañonó el grupo con una letra perfectamente estudiada para después abrir fuego. “Quiero pedir perdón a la madre que me parió […] perdón a los chiquillos, mis amigos de la escuela […] perdón al mundo vivo por seguir vivo y ser un pensionista”. La copla fue una crítica genial a la situación de los jubilados españoles. Por cierto, dio gusto escuchar de nuevo la guitarra de Rafael Montilla Chaparro: discreta en el punteo pero exquisita en la melodía.

Terminada la batalla, con los versos como arma, llegó el momento para más búsqueda de risas. Es lo que hizo la chirigota de Los Indecisos, o de Pelos y Quillo. Al grupo, con ‘Calle Melancolía’ le tocó de nuevo enfrentarse a un patio de butacas cuya imagen empezaba a ser triste. Se avanzaba al semivacío del Gran Teatro. Con todo, el grupo trabajó su pase y llevó entretenimiento a quienes aún veían y escuchaban. En su primer cuplé bromeó sobre el bilingüismo, con una hija que hablaba muy bien en inglés pero que en español decía “amarrón” y “haiga”. Echar el cierre le correspondía en esta ocasión a la comparsa de Los Tunantes, de Pozoblanco. Durante su actuación, pocos, muy pocos, había ya en butacas. No le importó a una agrupación que volvía después de dejar un gratísimo sabor de boca y alcanzar un tercer premio en 2016 con ‘La incorruptible’ -para alguno que otro, memorable-.

El conjunto cuyas letras tienen el sello de Juan Bautista Escribano pisó las tablas del Gran Teatro con la compacidad que le es propia en música y voz. El Moisés que en parte es bufón firmó por segunda vez, justo antes de que el jurado cerrara su fallo para el pase a la final, ‘Las tablas de la Ley’. Lo hizo con el buen gusto de su autor, que aprovechó que en ese momento ya sería 28 de febrero para hacer que una verde, blanca y verde -Carlos Cano por siempre- ondeara en el escenario. El pasodoble, el primero de la tanda, ensalzó el orgullo de ser andaluz al tiempo que reclamó que sus gentes se levantaran de una vez -mejor que decirlo, Blas Infante mediante-. En el segundo habló sobre el drama de los inmigrantes que llegan a España en patera, si es que lo consiguen, con el bonito relato de un padre y su hijo en plena mar -ya casi a orillas de una playa-.

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