Alvar Rodríguez, 8: la casa que servía de paso a la calle Ciegos
La entrada de la vivienda de la calle Alvar Rodríguez, 8 ha sido el camino y el sendero de miles de personas desde el año 1700. Abierta a cada uno de sus lados, esta casa comunicaba con la calle Ciegos, en el barrio de San Lorenzo, lo que permitía el libre paso continuo de los viandantes. El día a día de sus habitantes se veía interrumpido por todos aquellos que hicieron de esta casa su pequeño atajo particular.
Ángela Gómez es una de las propietarias de la vivienda. También dueña de la floristería Los girasoles, llegó desde La Ribera buscando una vivienda que le recordara a la de sus progenitores, situada en el barrio de San Pedro. “Cuando llegamos aquí [su marido y ella], la casa llevaba mucho tiempo cerrada. La dueña de la vivienda era una familia que no tenía herederos directos, por lo que no quería dejarle la casa a cualquiera. Fue entonces mi suegra la que habló con ella y, finalmente, nos la quedamos, junto con otra familia”.
De la compra de la vivienda hace ya diez años. Aunque la casa data del siglo XVIII, poco quedaba de esta época cuando Ángela llegó a la vivienda. “Cuando la última familia la adquirió, se convirtió en la tradicional casa de vecinos y tenía alquiladas las habitaciones. Sólo compartían el baño y la cocina”, cuenta Gómez. Fue entonces cuando la casa se cerró finalmente. Así, la casa dejó de comunicar con la calle Ciegos y en su antigua salida ahora se aprecia un alto muro plagado de macetas y que la propietaria cuida con mimo. “Son mi pasión y donde echo mis ratitos”, apunta.
Sin embargo, cuando Gómez llegó a la vivienda, “la tuvimos que echar abajo porque no se sostenía”. No obstante, sus propietarios nunca han querido que la casa perdiera la esencia con la que nació. “Quisimos hacer una estructura con el suelo de bajo que se asemejara al del resto de casas de la zona. Además, el patio que había era mucho más pequeño y desde Urbanismo nos exigían una patio con unas dimensiones determinadas, mas grande, para que no se perdiera la esencia del barrio”.
De esta manera, al cruzar la entrada, el visitante se encuentra con un moderno pórtico compuesto por altas columnas de metal. En el nivel superior se localiza la galería abierta al exterior a través de la cual se distribuyen algunas de las habitaciones de esta planta. Cuenta, además, con una baranda de hierro. La paredes, salvo la que hace de muro, están adornadas con rejas decoradas con pequeños detalles florales en sus barrotes.
Uno de los aspectos más llamativos para Gómez es el pilón que recoge el agua vertida por una original boca de metal, que se asemeja a un pequeño ser alado. “Pasa desapercibido por la cantidad de macetas que hay”, señala Gómez, que cuenta que este pilón es obra de un vecino del barrio, “un latonero de la zona”.
Para este patio, este 2017 es la tercera vez que se presenta al Concurso. “Para mí, el certamen es una responsabilidad muy gorda porque el nivel es muy alto. Y es verdad que uno se siente un novato. Pero, poco a poco, el patio va cogiendo solera y las plantas están mucho más grandes que el primer año”. No obstante, el Festival de Patios no es la única ocasión en la que Gómez abre su casa al público. La magia de los patios también llega a Alvar Rodríguez, 8 en Navidad.
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