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Lo nunca visto este siglo: una permanencia en El Arcángel

Los jugadores del Córdoba, con López Ramos de cara, celebran la permanencia de 2004 en Leganés | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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Está acostumbrado a vivir al límite. También quienes siguen sus pasos. Apenas tiene una etapa tranquila, que pueda ser considerada un trayecto en camino llano. Cada uno de sus logros, más o menos lustrosos pero siempre relevantes, los alcanza por medio de la épica. O cuando menos, a través de la insistencia hasta el último suspiro. En su ADN lo lleva el Córdoba, que apura los días para encarar otra cita de tensión máxima. El sábado, a las 20:30, busca certificar ante el Sporting su continuidad en Segunda A, trabajada a partir de la más estricta miseria deportiva -en la clasificación- y acariciada con manos doloridas. Es el último partido de Liga, no va más. Es un sí o sí, un vencer o morir. Es otra ocasión para demostrar que está preparado, al igual que su afición, para superar un desafío extremo. Como hiciera no pocas veces en su historia reciente y en la que lo es menos. Aunque hay un detalle que hace diferente a este duelo vital respecto de otros: el equipo de Sandoval lo afronta en su hogar. Puede conseguir, si remata la faena, lo nunca visto en este siglo: una salvación en El Arcángel.

De finales agónicos están escritos varios de los últimos capítulos de su memoria. De ahí que la situación actual permita recordar otras similares. Aparecen en el recuerdo Getafe, Leganés y San Sebastián. Son los nombres de las tres ciudades en que el conjunto blanquiverde lograra sus otras tantas permanencias en Segunda A en la que fuera jornada de cierre de los distintos campeonatos. Incluso es posible rememorar Huesca y Las Palmas, lugares que muestran la cara opuesta de la realidad actual del Córdoba. Es en ambas plazas donde lograra sus dos más grandes éxitos de la época reciente. Desde el año 2000, el cuadro califal siempre celebra sus gestas, tengan la humilde forma de una salvación o la lustrosa apariencia de un ascenso, lejos de casa. Hasta el sábado, cuando tiene opción -y seguro está de hacerlo- de al fin festejar la consecución de un objetivo al calor de su afición, en un estadio El Arcángel hecho todo un fortín.

Con el cambio de centuria, y también de milenio, el Córdoba acumuló desenlaces no aptos para quienes padecen del corazón. Ya entró en el siglo en una categoría que no fue capaz de recuperar hasta casi 20 años después, en 1999 con aquel Cartagenazo imborrable. Tras unas primeras temporadas de calma en Segunda A, empezó su juego del riesgo en la 2002-03. Aquella campaña la arrancó con Iosu Ortuondo al frente del vestuario. El vasco regresó -fue él quien dirigió al equipo que sacó al club de Tercera en 1985- con plenos poderes y un proyecto a largo plazo: firmó por cinco años y como director deportivo también. Un buen inicio se tornó en panorama comprometido, y el técnico fue destituido. Le suplió Fernando Zambrano, quien parecía sacar al conjunto blanquiverde del atolladero. Pero una mala dinámica en el tramo final del curso le dejó sin su puesto. Tres jornadas restaban cuando llegó Castro Santos, con la tarea de impedir el desastre del descenso a Segunda B. Los califales ganaron al Compostela (1-2) y al Oviedo (1-0) y respiraban tranquilos, pero necesitaban un último paso. Fue la primera salvación in extremis, aunque con mucho menor apuro que las que siguieron. El empate le podía servir y ése fue el resultado que obtuvo en Getafe, con un gol de Ariel Montenegro que después fue igualado por otro de Alberto Ruiz.

Consiguió el Córdoba la permanencia en tierra extraña, pero con miles de aficionados a su lado -en el Coliseum-. La historia se repitió un curso después, si bien esta vez el sufrimiento fue mayor y más extenso. Hasta el último suspiro no pudieron celebrar la continuidad en Segunda A jugadores y seguidores en la 2003-04. De nuevo fue lejos de El Arcángel, para empezar a no variar. Y otra vez ocurrió en Madrid. El renovado proyecto de la entidad con Castro Santos al frente resultó fallido y el pontevedrés fue destituido a la novena fecha del campeonato. Le sustituyó Miguel Ángel Portugal, hoy técnico del Granada, que venía de ejercer las funciones de director deportivo. Con él se produjo la primera de las grandes remodelaciones de plantilla que vivió el conjunto blanquiverde en esta etapa, la de la campaña anterior. Una reconfiguración que se dio con igual intensidad esta temporada -y la siguiente, así como la presente-.

El burgalés recondujo la trayectoria del equipo, pero una racha negativa en la recta final -como en la 2002-03- le costó el cargo. Quedaban dos partidos y el cuadro califal ocupaba lugar de descenso, tres puntos por debajo de la permanencia. El deber de la salvación se le encomendó a un hombre de la casa, Pedro Sánchez Pedrito. Tras vencer al Elche (1-0) y salir de los puestos que conducían a Segunda B, la escuadra cordobesista se la jugaba en la última jornada ante un rival directísimo. Era el Leganés, y a dicha ciudad tuvo que acudir en masa en esta ocasión la hinchada. Hubo minutos en los que los blanquiverdes fueron de Segunda B, pero un gol de Nico Olivera al filo del descanso lo cambió y todo. Al final ese tanto fue suficiente para respirar y mandó a los pepineros al pozo de bronce. En aquel vestuario, por cierto, estaba Daniel López Ramos, actual hombre fuerte del director general deportivo, Luis Oliver, tras el cambio de propiedad.

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La siguiente temporada terminó de manera triste, con un final casi macabro. Y vinieron dos cursos en Segunda B, que abandonada anticipó sin que nadie lo supiera otra experiencia vibrante pero difícil. En la 2007-08, con el Córdoba de regreso a Segunda A, Paco Jémez asumió las riendas de la plantilla. Todo marchaba bien, hasta que los empates de los últimos minutos del guión elaborado para esta campaña, empezaron a pasar factura en exceso. Aun cuando los blanquiverdes permanecían fuera de la zona de descenso, el técnico fue destituido en la jornada 31. Le suplió un José González cuyo inicio fue un pésimo balance de un punto sobre quince. La última derrota de ese ciclo, en Elche, se produjo después de ganar 0-2 (3-2) y el gaditano quiso renunciar. Pero no se le permitió. El cuadro califal, y su afición a pesar de dolorida, se aferró a la categoría de plata. Encadenó tres triunfos ante el Xerez (2-1), el Albacete (0-1) y el Numancia (3-2) y tras ceder en Gijón -precisamente- (2-1) sacó tres puntos vitales ante el Racing de Ferrol (1-0). Fue una final anticipada, pero la real llegaba, como no, en la última fecha del ejercicio liguero. Por si alguien lo dudaba, o lo había olvidado, se disputó lejos de El Arcángel. Fue la tarde del sufrimiento llevado al extremo en Anoeta, del empate a priori útil ante la Real Sociedad (1-1) y del penalti fallado por Abraham Paz. La soga apretó, pero no ahorcó.

Por vez primera en este siglo, por tanto, el Córdoba tiene opción de asegurar su plaza en Segunda A, en la última jornada, como local. Debe vencer al Sporting para no caer en riesgos innecesarios, aunque también le puede servir el empate -incluso la derrota-. El estadio está preparado para la batalla final, para vivir lo nunca visto desde 2000. Un desenlace feliz, por muy agotador que sea, en El Arcángel. Un feudo que ni siquiera disfrutó de otras dos celebraciones muy diferentes. Las de los ascensos a Segunda A de 2007, que tuvo lugar en El Alcoraz de Huesca -ante un equipo hoy de Primera, en la que nunca había militado-, y a Primera en 2014, aquel reventón al corazón del Gran Canaria de Las Palmas. Se hizo demasiado habitual encarar la lucha final fuera de El Arcángel. Hasta ahora.

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