Una vida distinta después en El Arcángel
Resulta increíble pero es verdad. El sonido, sin imagen por delante, invita a pensar en un escenario muy diferente. Como si miles de personas llenaran el recinto de arriba abajo, hasta su último rincón. Sin embargo, son sólo 800 las que ocupan alguno de los muchos asientos disponibles. “Sobre el campo, la verdad, sobre mi corazón te llevo Córdoba”. La canción escrita por Manuel Ruiz Queco permite imaginar una de aquellas tardes ya olvidadas a orillas del Guadalquivir. A capela es posible hacer buena música, y en esto la afición del conjunto blanquiverde es experta. Incluso cuando el silencio es, en realidad, lo que más retumba en esta ocasión. Al menos así es durante el partido, que es no sólo abre otra temporada sino una nueva etapa. Siete meses después, El Arcángel alberga un encuentro oficial. Más señalado no puede ser el día.
Con más de 6.000 abonados, el Córdoba sólo puede contar con 800 seguidores en las gradas de su estadio. Ni siquiera su esmero en dar forma a un informe de más de 100 páginas y su compromiso de esfuerzo en capital humano y económico, no consigue la aprobación de la Junta de Andalucía para reunir a más espectadores. También resulta lógico dadas las circunstancias, ya que el Covid-19 mantiene su presión sobre toda la sociedad. No sólo en la ciudad sino en España y el resto del planeta. De esta forma, los que tienen oportunidad de acudir al que consideran su templo sienten que gozan de una gran fortuna. Lo cual por otro lado es literal porque obtienen su entrada gracias a un sorteo, que bien es cierto que necesitara una segunda ronda.
Entre los agraciados están, en el inicio de la campaña 2020-21, Alberto Rodríguez y su hijo, también Alberto pero más conocido entre los parroquianos blanquiverdes como Albertiño. Juntos, como si compartieran una mañana de Reyes Magos, entre regalos y ante los zapatos cuidadosamente colocados, entran en El Arcángel. Lo hacen tras una noche de estrés emocional aunque de felicidad. “Es una sensación inexplicable, entre nerviosismo y alegría. Es una sensación que sólo de pensarla se ponen los pelos de punta”, asegura Alberto antes de vivir el retorno al coliseo ribereño. “El poder compartir ese instante de entrar en nuestro reino junto a mi compañero de asiento creo que es uno de los momentos más emocionantes tanto para él como para mí vividos junto al Córdoba, y eso que hemos vivido ya algunos”, expresa. Por cierto, que el niño y su orgullo progenitor están “sin dormir desde anoche”.
Ambos tienen la suerte de cara al ser elegidos en el sorteo. Caprichos del azar, que a otros, casi 6.000, dejaran con la única opción de conectarse a Footters. La pantalla del ordenador o del móvil, o de la tablet, o de televisión si se conecta, es la opción más factible durante el nuevo curso de seguir el devenir del equipo incluso en casa. No hay más que adaptarse mientras el enemigo invisible pero ya íntimo llamado Covid-19 se mantenga en sus trece de cambiarlo todo. Mientras, cada partido, y hasta que no se produzca una variación normativa -específica o general-, apenas unos cuantos van a cumplir su anhelo de volver a El Arcángel. Y no importa el lugar en la grada. Lo básico es presenciar en vivo cada duelo del conjunto blanquiverde.
Pero también es diferente el panorama en el coliseo ribereño. Así es al regresar una vida distinta después, ya que parece que es lo que queda atrás y ahora comienza. De una existencia a otra aunque siempre sea la misma para cualquier persona. Un hecho éste que se refleja a la perfección en las estrictas medidas higiénicas y sanitarias que preceden al acceso al estadio. Vigilantes de seguridad toman la temperatura, mientras otros ayudan después a desinfectar las manos de los aficionados con gel. Y después, a un asiento determinado elegido para la ocasión por el club, con el fin de mantener la pertinente distancia social. Y ni siquiera así es posible evitar las colas en las puertas de El Arcángel, que también vuelven después de siete meses y un poco más. Arranca otra era, desconocida aún, para el Córdoba y su hinchada. Con las gradas casi vacías pero con el calor suficiente para que el equipo dirigido de Juan Sabas no se vea solo.
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