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REPORTAJE

De los vídeos de skate a los cines de España con un (no) documental sobre la Semana Santa

Soto Muñoz y Alfredo Picazo codirectores de 'Los restos del pasar'

Juan Velasco

20 de diciembre de 2024 20:02 h

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Cuentan Alfredo Picazo y Soto Muñoz, los directores de película Los restos del pasar, que ser de pueblo es una ventaja en el mundo del cine, tan necesitado del esfuerzo comunitario. Y no les falta razón, porque, cuando se explayan en la idea, todo lo que sustenta su tesis son cuestiones que se pueden diluir en las grandes urbes: la libertad, la confianza, la personalidad y los cuidados.

“Para un niño, salir a jugar a la calle es como una película, te pasa de todo”, señala Soto Muñoz, rememorando, sin hacerlo explícitamente, cómo se forjó su amistad con Alfredo. Una amistad curtida en el colegio y en la calle, que se estrechó mientras ambos patinaban en el parque de Baena y se grababan mutuamente con una de las primeras cámaras digitales, y que, en el último año, les ha llevado a festivales de cine como Cannes, Gijón, Madrid y Sevilla.

Todo ello con una película sobre la Semana Santa, algo que podría parecer la antítesis del skate, pero que ellos han grabado con la mirada de un niño que sólo es capaz de ver belleza en un giro de 180ºC de una tabla con ruedas sobre el asfalto. Los restos del pasar, que todavía sigue en cines de España semanas después de su estreno, también los ha llevado a estar nominados a Mejor Dirección en los premios que entrega este sábado en Sevilla la Asociación de Escritoras y Escritores Cinematográficos de Andalucía (ASECAN).

Un mes atrás, Picazo y Soto llegan a la Filmoteca de Andalucía, en Córdoba. Están en la ciudad para asistir al preestreno de la película en la ciudad. No esconden el nerviosismo de estrenar “en casa”, aunque reconocen que la película ya se ha visto en Baena. El párroco de la localidad la proyectó en una iglesia, cerrando el círculo que habían iniciado un año antes, cuando propusieron al Ayuntamiento rodar un film que, en parte, estuviera ambientado en la Semana Santa de la localidad.

Un no documental 

Soto Muñoz y Alfredo Picazo tenían para entonces cierto bagaje. Ellos, junto al editor Rafael Cano, se habían criado en el pueblo, donde también habían rodado sus primeros cortometrajes y películas (entre ellas, El cuento del limonero). “Nosotros sentíamos que podíamos hacer algo que aportase cierto valor, así como profundizar en otros términos sobre la tradición. Ahí empezó la película”, cuenta Picazo. El Ayuntamiento les escuchó y atendió a su petición. 

Quedaba lo difícil, que era convencer a las cofradías. “Algunas cofradías estuvieron en contra de la película. No sabemos cuál, porque no se nos dijo nunca, pero algunas estuvieron en contra. Lo que pasa es que la gran mayoría estaban a favor de que se hiciera, y la Iglesia mucho también”, cuenta Soto Muñoz. 

Con la luz verde de los poderes fácticos. Aquellos dos colegas de infancia, se pusieron a rodar un film que se ha catalogado como un documental, sin ser realmente eso. “A nosotros casi que nos obligan a decir que es un documental. Pero por el camino hemos descubierto el término este de la no ficción que está muy bien, porque aglutina todo muchísimo”, reconoce Picazo sobre una película que ambos conciben más como un ensayo, con elementos de ficción. 

Una Semana Santa muy cinematográfica 

La realidad “documental” la pone la Semana Santa de Baena, grabada con dos cámaras, y que estos dos jóvenes han querido capturar sin recrearse en exceso en su plasticidad, intentando que la autenticidad se cuele dentro de un montaje que es uno de los principales méritos del film. 

En este ámbito, Picazo remarca que la Semana Santa de Baena es, de hecho, muy cinematográfica, porque, a diferencia de otras, tiene orden cronológico y por la presencia de “judíos” representando personajes bíblicos. “Nos dimos cuenta de que la propia Semana Santa del pueblo tenía como ese tipo de componente teatral sociológica y genuinamente muy interesante. Pero no nos dimos cuenta hasta que empezamos a pensar la película”, añade Soto Muñoz, que lleva, al igual que Picazo, saliendo como nazareno desde que era niño.

Del mismo modo que la música cofrade lleva toda la vida acompañándolos. En el film se usa el tema de Sergio Larrinaga que se ha popularizado por el uso que le han dado artistas como Califato 3/4 y C.Tangana, trascendiendo hasta llegar a la cultura pop. “Escoger esa canción era una manera de extender un poco la película más allá de los bordes. Logra que alguien pudiese escuchar esa canción y dijese: Esto lo entiendo yo, aunque no sea su tradición”, afirma Soto Muñoz.

Picazo, por su parte, va un poco más allá: “Para mí la música de Semana Santa es la música western de Andalucía. Yo no estaba en esa mirada de cultura pop. Y, quien vea la película, se dará cuenta de dentro hay más pozo y estudio”.

De hecho, ambos directores se muestran en contra de la tendencia actual a catalogar cierto tipo de cine o música en categorías folclóricas o costumbristas, especialmente en relación con el cine rural o de campo. “Nosotros hemos hecho una película de cómo es el pueblo y de unos recuerdos y de la vida, la muerte, de una simbología y de unos valores que no tienen nada que ver con el cine folclórico”, zanja Picazo.

El vendaval Paco Ariza

El corazón de la película, de hecho, es la relación entre un niño y el artista Paco Ariza, cuya incorporación, cuentan, aportó una energía inesperada. “Él entra como un vendaval muy grande y rompe la peli ortodoxa o el documental canónico de Semana Santa que teníamos nosotros en mente al principio”, relata Soto Muñoz.

Son los recuerdos y la sabiduría de Ariza los que construyen la trama “ficticia” (¿qué recuerdo no es ficción?) de una película que el propio artista no pudo llegar a ver, ya que falleció en octubre de 2023. “Cuando Paco falleció, nos dimos cuenta de que nosotros nos habíamos convertido en ese niño”, afirma Soto Muñoz. “Ha sido muy fuerte porque todos los consejos que Paco le da al niño en la película, son consejos que nosotros aprendimos en el rodaje y nos vamos a llevar a la tumba”, añade Picazo.

“Si lo piensas, a nosotros personalmente no nos ha pesado tanto que Paco no hubiese visto la película, porque de alguna manera sí la vio. O sea, en el fondo, él es el que ha vivido esta película, ¿no?”, cuestiona Soto Muñoz.

Ensayo, ficción, documental, memoria… Los restos del pasar sigue aún en algunos cines de España, mientras sus dos directores aspiran esta tarde a llevarse un premio ASECAN, que se sumaría a un palmarés que ya cuenta con tres premios en Gijón y el de Mejor Película en la Sección Panorama Andaluz del Festival de Cine Europeo de Sevilla, y que arrancó con el estreno en la sección de documentales del Festival de Cannes.

Todo un viaje para un par de niños que unos años antes vivían sus propias películas montados en un patín en un pueblo de la Campiña cordobesa.

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