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Sueños en los callejones de febrero

Comparsa 'La tartana' | TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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Anda perdido Don Carnal. Camina sobre el chino que dibuja el suelo de la ciudad. Mira a un lado y al otro. Observa los muros del templo eterno que legaran quienes hicieran la historia que no termina. Sólo unos de los muchos que construyeran lo que perdura a pesar de los siglos. La serenidad la rompe de repente una voz lejana. Es la del que por estos días canta a la libertad. Y al amor, el cáncer, la corrupción o lo que venga en real gana. Los acordes le guían en sus pasos, que le llevan hasta el Teatro Góngora. En su interior no se esconde, pero sí, la de las Flores o la del Pañuelo -aunque ése no es su nombre oficial-. Sin embargo también hay muchas otras, y otros más estrechos. Son los que conducen al corazón, a historias repletas de significado. Y a una colección de sensaciones. El tipo se topa con la final del Concurso de Agrupaciones Carnavalescas de Córdoba. Se adentra en un mundo diferente. Es el de los sueños en los callejones de febrero.

Inicia Don Carnal otro paseo desde una butaca. Comienza su recorrido a los pies de un puente. Es aquel que finaliza en un lugar probablemente mejor, quizá tanto que es utópico. Un deseo y no más. “Si la esperanza es un sueño despierto, será por eso que el mundo estará durmiendo, durmiendo”, recuerda una vez más la Comparsa de Javi Lonene. A la entrada de ‘La pasarela’, el grupo lanza una mordaz crítica a la situación política del país. Pero mucho más a la actitud de la ciudadanía. “Lo mismo un día de domingo […] lo mismo en vez de votar nos diera por recordar […] y nos revelamos, lo mismo ya despertamos ese bendito domingo que todos soñamos […] lo mismo incluso hasta pensamos que el poder del pueblo es el más sagrado”, relata este conjunto, que fuera primer premio en 2017 con ‘A que te enamoro’. Quizá ya sea hora de alzar la voz. En su segundo pasodoble, el conjunto recuerda la importancia de querer a una madre cada día del año. O si no… “No escuché el reclamo de mi madre, y cuando quise hacerlo ya se me hizo tarde”. A veces sólo se sabe lo que se tiene cuando ya no está… Que nadie permita que le suceda.

Sigue su recorrido Don Carnal por un pueblo de sabor añejo. De calles con suelo de piedra y casas antiguas. En una de sus plazas se detiene ‘La tartana’, un conjunto de feriantes que llenan de colorido el escenario. “Bienvenido a mi tartana, tartana de Carnaval […] actuación por vez primera en esta localidad”, canta esta agrupación. Y lo cierto es que ésta no es la primera actuación de la Comparsa de Pablo Castilla, quien conoce además a la perfección el Teatro Góngora. Es sobre su escenario donde el autor se hiciera vencedor de la modalidad en la primera edición del Concurso, allá por 1983, con ‘Fantasía gitana’. Su tanda de pasodobles acaba con una crítica a Cataluña y la consiguiente defensa de Andalucía. Pero sin duda lo mejor es un primer tema de los que hacen erizar el vello. “Conozco a dos generales, del ejército de coplas […] son amigos, son rivales […] pero sus vidas en lucha sin cuartel se vio sumida […] tú estás conmigo, yo estoy contigo”, es parte de la copla dedicada para otros dos ilustres de la fiesta en Córdoba. Son Paquito Luque y Miguel Amate, quienes combaten desde hace tiempo contra el cáncer.

La caminata sigue en un punto que lo es de y para todos. Llega Don Carnal a la ciudad de nuevo. Recorre sus callejones y plazas, se sienta en cualquiera de sus fuentes. “Ya llega la noche y abre sus puertas este museo”, avisa la Comparsa de Suso y Marcos -y viceversa-. El grupo está de vuelta tras su ausencia del pasado año. Y el Carnaval de Córdoba está de enhorabuena, porque el conjunto regresa con todo su talento en la letra, la música, la voz… El suyo es un paseo por una ciudad eterna, a la que ofrece el mayor de sus afectos. Hermoso, como el primer pasodoble de la noche. Versa sobre el Alzheimer, desde la experiencia de un pobre hombre que pierde la lucidez en cuestión de minutos para no saber ya dónde se encuentra. Genial es por otro lado el segundo de su tanda. Con sus bocas tapadas con lazos morados, uno a uno los componentes del grupo comienza a cantar. “Con su primera voz, ella no denunció […] otra más le siguió, pero se conformó, sólo fue un accidente […] y otra continuó […] y se unieron otras voces”. Que ninguna voz, de todas las que rodean a las mujeres, calle jamás. Ésta es la magnífica manera de denunciar la violencia de género. Para terminar, un popurrí de auténtico lujo, tras un estribillo para enmarcar: “Dios quiso hacer un museo que se pareciese al cielo, y vino a Córdoba a vivir”.

Mantiene sus pasos Don Carnal, ya en el tramo final de su recorrido, y halla un local de los ocultos. De aquellos de la época de la Ley Seca en Estados Unidos. Se llama ‘La clandestina’ y junto a su barra uno se embriaga únicamente a golpe de copla y no de copa. La Comparsa de Los Niños, como a sí mismos se denominan, se estrena en el Concurso. Esto no significa sin embargo que sus miembros sean debutantes sobre las tablas, ni mucho menos. Arrancan estos buscavidas mafiosos con un pasodoble en el que demandan una postura mucho más contundente contra quienes abusan, violan o -y, porque esto también es eso- maltratan. “Son sólo una mancha de delincuentes que hay que limpiar rápidamente […] denúnciales”. Más claro es difícil ser. La tanda la completa una letra acerca del acoso escolar.

Empieza a padecer y sufrir el tipo. No tiene tantas ganas de diabluras como al inicio de la noche, si bien finalmente las coplas terminaran por apaciguar sus ánimos. Y padece y sufre porque la noche llega a su final entrada ya la madrugada del sábado. Un grupo de enfermeros que actúan de payasos en el hospital para alegrar la vida de los niños, y de los no tan niños, surge en el escenario. Son ‘Los incondicionales’, que arrancan la tanda más importante para la modalidad con un dardo a las agrupaciones que desde el año pasado decidieran no participar en el Concurso por su oposición a la Asociación Carnavalesca. “Aquellos que un día gritaron de una forma manifiesta, el Carnaval se nos muere […] aquellos tan preocupados por la vida de esta fiesta […] hasta que esto no se arregle yo no vuelvo a este Concurso”, dicen en relación a estas formaciones. “Esta fiesta no se muere, ni se morirá, que todavía queda gente para poderle cantar […] me da mucha rabia verte en otros Carnavales […] que te vayas o te quedes a mí ya me importa un pito, que para salvar mi fiesta yo a ti no te necesito”, concluye la Compasa de Rafael González y David Castañeda. Su bella estética y sus voces lucen más si cabe con el segundo pasodoble, que versa sobre el Alzheimer. Esta vez en la historia de dos ancianos enamorados, con uno de ellos que relata toda una vida juntos.

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