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Juan Velasco

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El artista ucraniano Mikhail Korobkov no tuvo luz verde para abandonar Ucrania hasta el 27 de abril, cuando quedaban sólo unas horas para que iniciara el viaje que tenía previsto hacer desde Kiev hasta Córdoba, acompañado de su mujer Olga, y sus dos hijos pequeños. Las últimas horas que pasó en su país hasta que el Gobierno ucraniano le autorizó a abandonarlo temporalmente estuvieron marcadas por el nerviosismo.

Las semanas previas, por el papeleo. Mikhail está en la reserva del ejército y en cualquier momento puede ser llamado a filas, aunque él y su esposa, de momento, ven la guerra lejos del frente y luchan por seguir trabajando como artistas en una ciudad marcada por la guerra.

En ello estaban cuando, hace unos meses, recibieron una llamada desde Córdoba que les hablaba de un proyecto llamado Ciudad de las ideas. Se les preguntaba si había posibilidad de que ambos viajaran a la ciudad andaluza en el mes de mayo a trabajar en una actividad artística, con los gastos sufragados por la Fundación Artistas de Córdoba (Artdecor), que estaba impulsando las segundas residencias del programa. La respuesta fue más rápida que el papeleo.

Un primer viaje como refugiados, un segundo como artistas

“Córdoba es nuestra ciudad del alma. Es un amuleto”, explica Olga a Cordópolis, antes de precisar que el viaje que empezaron el 27 de abril y que los llevó a recorrer más de 4.000 kilómetros a través de Ucrania, Eslovaquia, Austria, Italia, Francia y España, no fue el primero que hicieron con destino a Córdoba.

Porque el primer día de la guerra de Ucrania, Olga cruzó el mismo continente con destino a la ciudad, a la que llegó como refugiada. “Entonces era una refugiada, y ahora estamos como artistas y también como turistas”, señala la creadora, que reconoce que las sensaciones en ambos viajes son muy distintas. 

“Aquel primer viaje estuvo marcado por el miedo y el estrés. Pero el cariño que recibimos en Córdoba fue algo que no podíamos imaginar. Ahora venimos con responsabilidad, porque tenemos un trabajo entre las manos y queremos hacerlo lo mejor posible. Lo increíble es que hayamos recibido el mismo cariño que hace un año”, afirma la artista, que de su primera visita recuerda haber paseado por las calles de Córdoba recreándose en la belleza, sin poder imaginar que un año y medio después iba a poder contribuir al arte de la ciudad.

¿Qué tiene de particular un encargo de estas características para dos artistas cuyo presente está marcado por la incertidumbre? “Hacer murales es nuestro trabajo, y hacer uno por encargo no es nada novedoso. Lo que ocurre es que ahora tenemos una misión, que es enseñar lo que es Ucrania y los sentimientos del pueblo ucraniano y ponerlo a la vista del mundo entero”, explica Mikhail.

Una madre que abraza a un bebé

Para esta “misión”, los dos artistas han diseñado un enorme dibujo de una madre desnuda que sostiene un bebé contra su pecho y al que besa en la cabeza. El niño no enseña el rostro, oculto en el abrazo con su progenitora, mientras que ambos flotan sobre un fondo de flores que parece haber sido arrancado en algunas partes, dejando ver debajo otro fondo distinto de de margaritas. Los artistas muestran su boceto antes de comenzar a pintarlo.

El mural irá sobre una enorme lona de 14x10 metros que tapará el edificio de la antigua aduana de los Reyes Católicos del paseo de la Ribera, junto al Puente Romano y el Mezquita-Catedral, en el kilómetro cero del turismo en Córdoba y principal postal de la ciudad hacia el mundo. Los trabajos para conseguir los permisos, también en Córdoba, han sido más largos de lo deseable, de manera que los artistas han pasado las primeras dos semanas en la ciudad trabajando en otro mural de menor formato en el Jardín de Orive.

Para Mikhail, el camino ha sido igualmente enriquecedor. “Todo ha sido muy duro. Hemos trabajado mucho para llegar hasta aquí todos, desde Fernando -Vacas, presidente de Artdecor-, como nosotros en Ucrania; ha habido muchísimo papeleo”, cuenta el creador, que reconoce que hubo momentos en los que pensaron que no les iban a dejar salir de Ucrania, pese a que tenían el coche cargado en la puerta de su casa.

“Nosotros sabemos que lo que tenemos entre manos es más que un mural. Queremos contarle a toda Europa lo que estamos viviendo, pero no queremos llorar. Queremos demostrar que somos fuertes y podemos con todo”, añade su esposa, que bromeaba a su llegada a la ciudad con que el reto extra al que se han tenido que enfrentar es el poder trabajar haciendo frente al calor cordobés -que afortunadamente ha bajado en los últimos días-.

En este aspecto, tanto Mikhail como se muestran convencidos de la importancia de que el arte tenga un mensaje político en estos momentos. “Sabemos que en este mundo todo está entrelazado”, explica Mikahil, mientras Olga concluye que “el arte tiene que hablar”.

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