Bajo la Mezquita de Córdoba: una sede episcopal aún incierta
Córdoba es una de las pocas ciudades del mundo que tiene más de 2.300 años a sus espaldas siendo habitada de manera ininterrumpida. Prácticamente desde su fundación (¿o refundación?) por Claudio Marcelo en el siglo II antes de Cristo hasta la caída del califato de Al Andalus, Corduba, primero, y Qurtuba, después, fue la ciudad principal de una amplia región geográfica y administrativa que ocupó buena parte del sur de la Península Ibérica. Por eso, su subsuelo alberga petróleo en forma de restos arqueológicos, una herencia incuestionable, pero también interpretable. Solo la ciencia empieza a arrojar luz sobre unas estructuras que llevan siglos aguardando volver a desvelar sus secretos.
De todos los edificios del mundo, uno de los que más sigue fascinando a historiadores y arquitectos del mundo es la Mezquita Catedral de Córdoba. El arquitecto Jacques Herzog la consideró como su edificio favorito en todo el planeta, el que le cambió la vida y la profesión. Hoy, 1.300 años después de que se construyera la primera fase de la mezquita aljama de Qurtuba esta obra sigue arrojando interrogantes: ¿por qué no está orientada a La Meca? ¿por qué se eligió ese lugar? ¿Hubo o no convivencia real entre musulmanes y cristianos en esos primeros años del islam?
El debate ha estallado por varias razones. La primera, por que está en cuestión la titularidad de la Mezquita Catedral, en manos ahora de la Iglesia Católica, que la inmatriculó en el año 2006. La segunda, por la reexcavación de lo excavado durante la II República por Félix Hernández, que no pudo acabar su trabajo por el estallido de la Guerra Civil. En una excavación arqueológica financiada por el propio Cabildo, en la que coopera la Universidad de Córdoba a través del profesor Alberto León, se ha planteado una “hipótesis inicial”: que lo que Félix Hernández encontró y ahora se ha vuelto a ver es la sede episcopal de la Córdoba previa a la llegada de los musulmanes, la de los “años oscuros” posteriores al esplendor de la ciudad Patricia.
Desde la publicación de los primeros titulares sobre este rehallazgo han corrido ríos de tinta en la ciudad. Por un lado, se sostiene la tesis de que antes de Mezquita hubo otro lugar cristiano. Por otro, se descarta totalmente la existencia del mito de la iglesia de San Vicente y se plantea que todavía queda mucha tela por cortar. Y mucho por interpretar.
Este periódico ha querido consultar la opinión de los que están considerados como mayores expertos en la materia. Todos han coincidido en mostrar cautela ante una investigación muy inical donde todo lo que han visto ha sido “por fotos”.
Javier Arce es, posiblemente, el mayor experto en el mundo tardorromano. Director de la Escuela Española de Arqueología de Roma, del Proyecto Tusculum, profesor de Investigación en el CSIC, doctor en Arqueología y profesor de la Universidad de Lille, considera que “esta discusión me parece precipitada y exagerada. Pero en Córdoba esto parece normal”. “Es evidente que hay que esperar, excavar más para recabar más datos y luego decidir. La presencia de un ábside no implica que allí haya una iglesia. Muchas domus (casas) particulares tenían habitaciones con ábsides que correspondían a salas de recepción”, detalla.
Arce se refiere al ábside hallado en los años treinta del siglo pasado por Félix Hernández, principal argumento arqueológico para sostener la presencia bajo el Patio de los Naranjos, a escasos metros del primer alminar de la Mezquita, de la sede episcopal de los obispos de Córdoba de aquellos años oscuros, los previos a la llegada de la dinastía omeya que convirtió a Qurtuba en capital de Al Andalus.
“La casa del obispo (domus in qua manebat episcopus) está en el interior de la ciudad, nunca fuera de las murallas. La domus episcopal (mejor que «palacio» episcopal), tenía una serie de espacios destinados a albergar un scriptorium, una cocina (coquina), una sala de recepción y un horreum (o depósito)”, expone Arce, uno de los profesores más venerados por los arqueólogos de media Europa. “En todo lo que ha aparecido no hay evidencias claras de edificios cristianos. Los mosaicos no lo son, por el momento”, detalla. El mosaico al que se refiere Arce ha sido hallado en la reexcavación actual, a gran profundidad.
Obispos de la época enterrados en Cercadilla
Uno de los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) más críticos con el hallazgo de la sede episcopal de esos años oscuros bajo el Patio de los Naranjos es Fernando Arce (que aunque comparta apellido con Javier no tiene nada que ver con él). Fernando Arce habla de “idea preconcebida” o “anhelo” por parte del Cabildo para “encontrar cualquier cosa en clave cristiana”. “Y no aparece por ningún sitio el edificio cristiano”, explica.
La clave, sostiene, está en los hallazgos de los enterramientos de dos obispos en la zona de Cercadilla, Lampadio y Samson. Del primero se sabe que vivió y murió en el siglo VI. Del segundo se sospecha que después. ¿Qué hacían allí enterrados? Fernando Arce sostiene que si se enterraron allí es porque era el lugar en el que residían. “La sede del Obispado siempre estuvo en Cercadilla”, afirma, tajante, al tiempo que detalla que “en el área actual de la Mezquita jamás hubo un edificio previo” de carácter monumental. “La información documental es un batiburrillo” sobre el asunto, como en el caso del mito de San Vicente, “pero la arqueología ya lo ha aclarado”, explica.
Cercadilla fue un centro de culto cristiano. Se sospecha, por ejemplo, de la presencia de la iglesia de San Acisclo en una considera “martirial”. Fernando Arce sostiene que la presencia cristiana en Cercadilla es anterior a la llegada islámica, pero también cohabita con los musulmanes en este espacio hasta el siglo XI. En la zona han aparecido una multitud de tumbas mozárabes.
Uno de los expertos que más sabe de Cercadilla es Rafael Hidalgo Prieto, profesor de la Universidad Pablo de Olavide y experto en “palacios imperiales”. Ha excavado en Cercadilla, donde tiene pendientes de financiación importantes proyectos para reinterpretar el que es uno de los edificios tardoantiguos más alucinantes de Europa. Eso sí, arrasado por la construcción de la estación de alta velocidad de Córdoba.
Rafael Hidalgo cree imposible que la sede episcopal de la Córdoba de aquellos años oscuros estuviera en Cercadilla. Cercadilla está “fuera del recinto amurallado” de la Córdoba de aquellos años. Esta es también la tesis de Javier Arce. “Otros ejemplos de domus episcopales intra muros los tenemos en Barcino, en Tolmo de la Minateda y en Valentia, y sin duda la de Mérida estaba en el interior de la ciudad”, explica.
El profesor Rafael Hidalgo asegura que los obispos se enterraron en Cercadilla por otra cosa. Hidalgo sostiene que en arqueología “muchas veces lo que parece, es”. “Cercadilla es mucho más fácil de entender. Hay que saber del proceso martirial. Tenemos casos paralelos como la basílica de Santa Eulalia en Mérida. Es el complejo extramuros de la mayor veneración en la ciudad”, vinculado a los primeros mártires de Córdoba como fue el caso de San Acisclo. “Es el espacio cultual más importante de Córdoba y por eso se elige como lugar de enterramiento para los obispos, pero la sede episcopal no es esa”, ya que sería una anomalía que se ubicase extramuros.
Para Hidalgo, tampoco consta que haya casos de traslados de sedes episcopales de una zona a otra de la ciudad durante esos siglos oscuros. Por tanto, ¿dónde estaría esa sede episcopal? Una posibilidad, asegura, es que realmente estuviese en la zona excavada bajo el Patio de los Naranjos. Pero al igual echa el balón al suelo. “Si se continúan las excavaciones, se puede arrojar mucha luz sobre el asunto. Con una trinchera nada más” como la que se ha abierto, siguiendo el muro encontrado, no es posible, afirma. Y esta es una de las demandas que más repiten los expertos: que ya puestos hay que excavar la mayor parte del Patio de los Naranjos posible.
¿Arrasaron los musulmanes la sede episcopal?
Pero hay más dudas. La hipótesis inicial de los arqueólogos que reexcavan en el Patio de los Naranjos es que la sede episcopal previa fue “arrasada” para construir la primera mezquita omeya, en el siglo VIII. “Esto es posible, pero no necesariamente es así. Los turcos construyeron una mezquita en el interior del Partenon, pero no lo destruyeron. El tema da para una amplia discusión”, sostiene Javier Arce.
“Es probable que ese gran complejo no llegue íntegro al siglo VIII”, sostiene el profesor Rafael Hidalgo. “Es posible que algunos de los edificios de ese complejo estuvieran abandonados porque no tenían capacidad de mantenerlo. Y lo único que se mantiene es la catedral” de Córdoba, que todavía no se sabe dónde estuvo, ya que no hay evidencias arqueológicas ni tampoco escritas que arrojen luz sobre su ubicación. En aquellos años oscuros se produjo una enorme decadencia. De hecho, apenas si se construye una gran arquitectura más allá de mantener lo tardorromano.
Fernando Arce se basa en la estratigrafía de las excavaciones, tanto en la del Patio de los Naranjos como en la del interior de la Mezquita como en la reciente en la puerta abierta que eliminó una de las celosías de Rafael de la Hoz, para afirmar que los omeyas no arrasaron nada para levantar la Mezquita. Que el lugar elegido ya estaba destruido previamente. Así, sostiene la profundidad del arrasamiento, más abajo incluso de los cimientos de la primera mezquita aljama, para sostener que no hubo destrucción previa.
También cuestiona una de las afirmaciones sostenidas por los arqueólogos que reexcavan el Patio de los Naranjos, y que sostiene que como la primera mezquita se construyó en un año hubo que usar el material que ya había en el lugar previamente. Fernando Arce insiste en que decir que la primera mezquita se hizo en un año “no es fiable” ya que se trata de un edificio inicial “muy pensado” en el que “nada está al azar”. “Es probable que aquella primera obra durara décadas”, dice, al tiempo que explica cómo hay mucho material importado de todo Al Andalus, con los “mejores mármoles que venían de Mérida” y el juego de columnas de colores de las columnas de la primera aljama. “Nada está al azar”, insiste.
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