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Juan Velasco

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Hacía dieciocho años que en Córdoba un yacimiento arqueológico no desviaba una carretera. La última vez ocurrió en la localidad de Montemayor, durante la construcción de la Autovía de Málaga (A-45), cuando el hallazgo de un yacimiento ibero obligó a mover el tronco de la autovía unos 200 metros. Por aquel entonces, ya hablaba en la Subbética cordobesa de la variante de las angosturas, una carretera que se consideraba esencial para esta comarca, cuya tradición olivarera llega hasta la Bética romana.

La prueba de este arraigo está en que ha sido precisamente el hallazgo de una almazara de hace dos mil años lo que ha propiciado que, 18 años después, se vuelva a desviar una carretera. Ocurrió el pasado mes de octubre, mientras se realizaba la primera cata arqueológica en el Cortijo de los Cipreses de Priego, junto a la que iba a pasar el trazado de la variante de las Angosturas, de cuyo subsuelo emergieron los primeros vestigios de un gran yacimiento altoimperial romano.

La sorpresa inicial suponía un frenazo para las obras de una carretera muy demandada, que había tardado casi dos décadas en concretarse y que, por aquel entonces, ya llevaba ejecutada el 16% de su trazado. Ahora tendrá que replantearse, una vez confirmado que el hallazgo arqueológico es de gran importancia. No es que haya sorprendido a nadie interesado en el tema: este yacimiento estaba identificado e inventariado en la Carta Arqueológica de Riesgo del termino municipal de Priego de Córdoba de 1999, así como en la Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Pero se desconocía su importancia.

Hoy, dos meses después, ya comienza a tomar forma lo que ocultaba el polvo y la arena: se ha documentado la existencia de un complejo destinado a la producción de aceite, un molino o almazara romana, construido en el siglo I o II, que es, con toda probabilidad, el más importante hallado en toda Andalucía; así como una calzada de gran anchura, de 6,2 metros, que es casi el doble de las documentadas en otros puntos de la campiña cordobesa, por lo que podría relacionarse con la vía que comunicaba Antequera con Córdoba en época romana.

Son sólo dos de los restos que aparecen en un yacimiento que abarca, inicialmente, 1.650 metros cuadrados entre los que existe un camino que cruza el asentamiento de norte a sur, y que apareció después de los primeros trabajos de tala de olivos y desbroce superficial, según indica el informe de la Consejería de Fomento, Articulación del Territorio y Vivienda, facilitado a este periódico.

Una almazara de más de 220 metros cuadrados

En el citado documento se aclara que, ya de entrada, el tramo de la obra de la carretera fue trazado de forma tangencial al polígono delimitado del yacimiento arqueológico. También deja claro que “los resultados obtenidos han sido positivos desde el punto de vista arqueológico, ya que se han documentado estructuras de alto interés”. Especialmente relevante parece, a la luz de lo ya excavado, la almazara, un caso único en Andalucía tanto por su tamaño como por su estado de conservación.

Y es que, según indican los arqueólogos, se trata de un complejo compuesto por al menos ocho edificios, articulados por cuatro espacios de comunicación, uno de ellos interpretado provisionalmente por un camino que cruzaría el asentamiento de norte a sur. “El complejo debe ser mucho mayor, ya que varias edificaciones ahora detectadas se extienden por los márgenes de la traza de la carretera, y por lo tanto fuera del ámbito de afección de la infraestructura”, señala el informe.

El complejo, donde se han encontrado muros de más de 2 metros de altura, estaría organizado de la siguiente manera, según sus excavadores: El primer edificio tiene unas dimensiones de 310 metros cuadrados, y está organizado internamente mediante un pasillo o vestíbulo central al que se abre las distintas habitaciones, estas de unos 8 metros cuadrados; el segundo es de planta rectangular con una fachada de 19 metros. Ninguno de estos dos está excavado, y ambos están separados del restos de las edificaciones por una calzada.

El edificio tres es la almazara, un torcularium de, como mínimo 221 metros cuadrados (un poco menos de la mitad del hallado en Los Villaricos, Murcia, de la misma época). Está compuesto por una sala de molienda, una sala de vigas de prensado y una pequeña red de canales para la recogida del aceite y una sala de contrapesos. El edificio cuatro es un tabulatum, donde se depositaba la aceituna para que soltara el alpechín, y donde se ubicaba el trapetum, el gran molino. Según los responsables, este edificio sufrió una importante transformación en época indeterminada. El edificio cinco es el Lararium, donde se situaría un posible altar sagrado de la antigua vivienda romana.

El edificio seis es un edificio de planta rectangular formado por un espacio abierto con pavimento de opus spicatum y un estanque, interpretado hipotéticamente como una natatio, una zona termal; mientras que los dos últimos edificios son construcciones rectangulares de una única estancia como consecuencia de transformaciones de otros ámbitos.

El asentamiento cuenta, además, con una importante infraestructura hidráulica de abastecimiento y de evacuación, lo que evidencia que se está ante el único molino de aceite o almazara de época romana excavado en extensión de de toda la provincia de Córdoba y de los pocos de la Comunidad Autónoma.

“Tanto su tamaño, a pesar de no estar excavado en su totalidad, como su complejidad, hacen al molino de aceite del Cortijo de los Cipreses como un establecimiento estratégico dentro de la red de producción de aceite de la Bética”, explican los arqueólogos.

Así, si la importancia de la almazara está “fuera de toda duda” por “el carácter singular y excepcional por su complejidad y estado de conservación”, aún hay que seguir trabajando para determinar el papel de la villa y su relación directa con una vía de comunicación.

Una inversión de 10 millones de euros

Llegados a este punto, en la Consejería de Fomento, Articulación del Territorio y Vivienda, comenzaron a trabajar en la búsqueda de soluciones técnicas que permitieran continuar con una obra tan demandada como es la variante de Las Angosturas, una carretera que, en consonancia con el hallazgo, es esencial para mejorar las comunicaciones de la zona donde se producen los aceites de oliva más premiados del mundo.

El pasado martes, la consejera Marifran Carazo señalaba que se barajaron tres opciones: tapar los restos adecuadamente, elevar la rasante y hacer pasar la variante por encima del yacimiento, respetando el trazado originalmente planteado; dibujar un desvío para salvar los restos arqueológicos; o construir una estructura que salvase dichos restos.

Así, se ha decidido que lo mejor es realizar un desvío sobre el trazado original para preservar los restos y poder ponerlos en valor, una vía que, además, evitará cualquier afección. La consejera, de hecho, defendió que, con esta decisión, se pondrán “en valor unos restos que nadie esperaba”, aunque se intuía que estaban ahí, esperando a ver la luz.

Las declaraciones, en cualquier caso, no son un contrato, y todavía está por ver qué suerte corren los restos hallados en este complejo. La historia reciente, la de aquel otro yacimiento que hace 18 años desvió una autovía en Córdoba, no es muy esperanzadora: las promesas que se hicieron entonces de su puesta en valor quedaron en nada, y hoy aquel hallazgo es pasto de los jaramagos, sin planes de ninguna administración para integrarlo en ruta alguna.

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