El legado de Castilla del Pino, a la Caja de las Letras: varias primeras ediciones de sus libros más destacados
El psiquiatra, escritor y académico Carlos Castilla del Pino (San Roque, Cádiz, 1922 - Castro del Río, Córdoba, 2009) cuenta desde la pasada semana con un espacio en la Caja de las Letras que recuerda su obra intelectual, científica y sociopolítica en el centenario de su nacimiento. Su viuda, Celia Fernández Prieto, presidenta de la Fundación Castilla del Pino, depositó en la Caja de las Letras un legado in memoriam con varios libros fundamentales del reconocido neurólogo, en un acto en el que intervinieron Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, y, como testigo, Carmen Calvo, exvicepresidenta del Gobierno y exministra de Cultura. El Instituto Cervantes ha sido la única institución que, de momento, ha conmemorado el centenario del psiquiatra gaditano que desarrolló la mayor parte de su carrera profesional en Córdoba.
En la caja número 1017 quedaron depositadas primeras ediciones de dos de sus más reconocidos ensayos: Un estudio sobre la depresión (Península,1966), el libro que hizo visible su figura y que escribió tras su sonora ruptura con su hasta entonces maestro López Ibor, y La culpa, editado por Revista de Occidente (1968). También, otra primera edición del texto literario Discurso de Onofre (Península, 1977), que fue “su primera autobiografía», explicó Celia Fernández Prieto, profesora de literatura de la Universidad de Córdoba”. Es, dijo, “un libro áspero, con un poso de amargura, el destilado de un tiempo de silencio” que refleja su pensamiento vital.
Asimismo, la Caja de las Letras guarda dos cuadernos breves, Naturaleza del saber (1970) y El humanismo imposible (1971), pertenecientes a una colección que dirigía a principios de los años setenta el editor Jesús Aguirre.
El legado se completa con una pequeña carpeta con breves relatos inéditos y diversas anotaciones personales del neurólogo, fragmentos no utilizados para Discurso de Onofrey otros textos con tachaduras que evidencian el proceso de su escritura. Todo ese contenido, resumió su viuda, revela el significado social, intelectual, político y personal de la obra del investigador, quien además fue miembro de la Real Academia Española desde 2003.
Luis García Montero definió a Castilla del Pino como “una referencia humana e intelectual para todos los que unimos la cultura con la conciencia cívica y ética” así como “un gran psiquiatra, pensador, escritor y ensayista”.
El director del Cervantes reconoció la influencia que ejercieron en él los estudios de Castilla del Pino sobre la mujer, sobre la intimidad, los sentimientos o incluso el delirio. Y recordó su lucha por la democracia y la importancia de su trabajo en los campos de la neuropatía y la psiquiatría en aquellos difíciles años cuarenta, en los que supo “hermanar ciencia y humanidades” desde que estuvo al frente del dispensario de psiquiatría de Córdoba.
Por su parte, Carmen Calvo afirmó que “nuestro admirado Castilla del Pino va a estar aquí rodeado de buena literatura, pensadores y personas que forman parte de la mejor identidad que tenemos como españoles”. La jurista y política cordobesa destacó cómo «nos ayudó a las mujeres en el tardofranquismo y la Transición a alzar la voz, a ocupar los espacios de la vida pública y a superar las hipotecas con las que cargábamos desde hacía siglos».
Tras la entrega del legado continuó el homenaje al psiquiatra y académico andaluz con la primera de las dos mesas redondas sobre su vida y obra: La obra científica y psicopatológica de Castilla del Pino, a cargo de José M.ª Valls Blanco, psiquiatra y secretario de la Fundación Castilla del Pino; José Lázaro, profesor de Humanidades Médicas de la Universidad Autónoma de Madrid, y José Manuel Sánchez Ron, catedrático de Historia de la Ciencia y académico de la RAE.
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