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La eternidad de Hisae

Hisae Yanase | ÁLVARO CARMONA

Marta Jiménez

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Flores enviadas desde Japón, el lugar donde nació en la ciudad de Imba gun, cerca de Tokio, en 1943. Música japonesa, amigos, diversos y muchos, y lágrimas. Estos fueron los elementos del paisaje para el último adiós a la artista cordobesa Hisae Yanase, celebrado con un acto laico en el Tanatorio de Las Quemadas.

Otro artista, Jacinto Lara, fuertemente inspirado en la vida y en el arte por Hisae, ofició una ceremonia tan sencilla como lo fue su protagonista. “Ella es parte de mi tribu”, afirmó contando que solía llamarla “la jefa” por todo lo que le enseñó. La mayor de esas enseñanzas, reveló, fue una sentencia: “Si tienes un problema y no lo puedes resolver, ¿de qué te quejas?. Y si lo puedes resolver, ¿de qué te quejas?”.

En nombre de los Amigos de Medina Azahara, asociación a la que Hisae perteneció, tomó la palabra Ana María Suárez-Varela, quien indicó que en la asociación, Juan Serrano, presente en la sala, “era la cabeza y Hisae fue el corazón”. La historiadora del arte recordó la instalación Kuchu No Hako, la caja suspendida en el aire que la artista realizó para el centro de visitantes del conjunto arqueológico en 2015 junto al arquitecto Pedro Caro, citando las propias palabras de Yanase: “Si te metes dentro del corazón del cubo  y miras hacia arriba, parece que ves mariposas blancas que esperan su vuelo, algo que eleva mi espíritu”.

Su compañera de la escuela Dionisio Ortiz y también amiga de Medina Azahara, Trinidad Murillo, desveló que el nombre de Hisae significa eterna. Su también vecina enlazó con anécdotas, recuerdos de viajes y cómo la artista lo contagiaba todo de energía y alegría prefiriendo siempre bailar que hacer yoga.

El párroco de San Rafael, Santiago Baena, también tomó la palabra y contó un capítulo no muy conocido de la historia de la ceramista. Cómo descubrió la cerámica califal de Medina Azahara junto a él cuando ambos montaron en los 80 un taller con personas discapacitadas: La cooperativa Frapa. De este modo pudo estudiar de cerca la cerámica califal y la reinterpretó recogiendo su esencia en tres colores. El próximo 20 de junio se presentará en el barrio del Santuario un libro que recoge aquella aventura. “Y me da mucha pena que Hisae no pueda estar”, se lamentó el párroco.

Un fuerte aplauso y un poema cerraron un acto-homenaje a una mujer que revolucionó tanto la cerámica como a quien la conoció y la trató. Un emocionante acto para alguien que llegó en el 68, “a una ciudad que parecía de África”, solía decir Hisae, y que la convirtió en su ciudad. Porque las patrias están donde se ama y donde se ríe. Y aquí todo eso se mezcló para ella.

Hisae se ha hecho eterna en Córdoba y en cualquier parte.

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