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Daniel Valdivieso: “La de Abderramán I está al nivel de las grandes historias de nuestra cultura”

Daniel Valdivieso, en la Mezquita Catedral con su nueva novela | ÁLEX GALLEGOS

Rafael Ávalos

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Su relato es el de un niño nacido en la más absoluta comodidad; la del palacio desde el que, desde casi un siglo antes, se maneja un inmenso reino musulmán. Es también, sin embargo, el de un joven que contempla la matanza casi completa de su linaje y ha de atravesar medio mundo, desiertos y mares través, para alcanzar cierta seguridad. Y es, por supuesto, el del hombre de 24 años que conquista Córdoba ante los asesinos de su familia y funda el que con el tiempo se va a convertir en el régimen más brillante de la Historia de España -aunque no el más amplio, que para eso debe llegar Carlos I- y uno de los más relevantes del mundo en su época. La narración es propia de una de esas grandes series históricas que se estilan pero resulta al tiempo desconocida para el gran público -como se suele denominar al común de la sociedad-. Abderramán I, tal y como llega su nombre a la actualidad, es un personaje de primer calado. Quizá por este motivo Daniel Valdivieso decide rescatarle del olvido con Abd al-Rahman al-Dahil: el príncipe emigrado, su primera novela que es más que eso.

El libro, publicado por la editorial Utopía recientemente -está a la venta desde el 30 de septiembre y que aguarda presentación en la Biblioteca Viva de Al Ándalus, muestra a través de 561 páginas uno de los más apasionantes por épicos relatos de la Historia. Más si cabe de España y, mucho más especialmente, de Andalucía y Córdoba. Pero también en general. De su ostracismo le arranca Daniel Valdivieso, licenciado en Psicología pero de profesión editor y, sobre todo, investigador de la cultura árabe -principalmente la andalusí-. Tras realizar un atractivo e interesante retrato de Al Ándalus a través de La Córdoba de Ibn Hazm -con referencia al autor de El collar de la paloma entre otros- cierra la aventura de narrar, en base a una larga y difícil tarea de estudio, la del hombre que creó el gran emirato omeya de Córdoba -posteriormente califato-, independiente de Bagdad. Sobre la obra y también acerca de otros asuntos relacionados habla con CORDÓPOLIS.

PREGUNTA. Abderramán I es el protagonista de tu última obra (primera novela) pero, sobre todo, lo es de una parte imprescindible de la Historia…

RESPUESTA. Sí, además es mucho más imprescindible de lo que la gente piensa, ya que él, si hacemos caso a las crónicas, en un primer momento estuvo tentado de huir hacia Oriente en vez de hacia Occidente. Parece ser que en ningún caso hasta el final, digamos que hasta que se encontraba en la zona del Magreb, decidió cruzar a Al Ándalus. Su objetivo podía ser más bien el norte de África. Da mucho qué pensar. ¿Qué hubiera ocurrido si se hubiera quedado en el norte de África o simplemente si no hubiera sobrevivido a la masacre de los omeyas en Damasco? Además la leyenda lo tilda como el último descendiente de la familia omeya, el último príncipe, pero en realidad hay documentados otros muchos príncipes omeyas que lograron escapar, que morirían poco después o que incluso llegaron a Al Ándalus. Y hay que recordar que en el Califato de Damasco se había alejado de la familia de Abderramán, su línea de descendencia directa. Digamos que no era precisamente el que estuviera destinado a reinar. En Al Ándalus sí parecía ser el más indicado.

P. Esto conduce a otra cuestión. ¿Cuánto habría cambiado la historia medieval, sobre todo de España?

R. Eso es difícil de saber. No se puede decir que Al Ándalus no hubiera sido un reino musulmán porque antes de su llegada ya la antigua provincia del Califato de Damasco estaba en manos de los valíes y parecía que ya estaba funcionando de una forma semiindependiente. Pero uno se plantea en qué hubiera quedado ese estado aislado del resto del Califato en manos de alguien que no fuera de la familia omeya. Podríamos tomar como ejemplo lo que ocurrió en el norte de África. También se escindió, cuando llegaron al poder los abasíes, del poder central y funcionó como una especie de reinos que duraron relativamente poco. El norte de África, durante todo el período omeya en Al Ándalus, fue un hervidero de guerras y conflictos debido, creo, a la falta de una figura de tal entidad como la de un príncipe omeya como Abderramán. Es posible, aunque es difícil hacer hipótesis, que Al Ándalus hubiera corrido una suerte similar a la del reino del norte de África o que incluso hubiera pertenecido a él.

P. Precisamente, ¿puede entenderse el alcance de Al Ándalus sin su figura?

R. Creo que no. No hay más que remitirse a la huella cultural que pueda haber dejado el norte de África con respecto a Al Ándalus. La familia omeya si por algo se caracteriza precisamente es por esa tendencia a la acumulación de conocimiento, al patrocinio de la cultura y la ciencia. Podrían haber pasado mil cosas pero tener un emir omeya o que implantara una dinastía omeya sí aseguraba esa tendencia que ya habían demostrado en Oriente y que Al Ándalus iba a ser un emirato o califato orientado hacia el desarrollo cultural y del conocimiento. Personalmente, me inclino a pensar que sin Abderramán I no habríamos conocido la grandeza sobre todo del Califato de Al Ándalus. Dudo que en manos de otra estirpe o de otro tipo de figuras se hubiera alcanzado tal nivel de desarrollo.

P. Y con todo lo que hablamos, sin embargo, ¿no está Abderramán I en el ostracismo? Sobre todo en relación a otras figuras como la de Abderramán III, por ejemplo.

R. Sí. Es curioso. Abderramán I siempre parece que está entre dos mundos. Con eso de ser de origen sirio pero haber acabado reinando en Al Ándalus, es como si fuera ajeno a ambas culturas. Es innegable que su historia es una de las más épicas de ambas culturas y nosotros en la Península tendemos a recordar el punto álgido de Al Ándalus, que se corresponde al Califato, y especialmente con Abderramán III, y relegamos a Abderramán I a un segundo plano por ser un emigrado, como se le conoce. Cuando su importancia es capital porque él fue precisamente el que implantó esta dinastía. Hay que recordar que Abderramán III fue el octavo gobernante de los omeyas en Al Ándalus y Abderramán I fue eso, el primero. Y no sólo fue llegar y reclamar el reino sino que todo su reinado estuvo plagado de disputas bastante complejas y si bien no se puede hablar de un emirato unificado hasta Abderramán II él sí que sentó las bases de una verdadera dinastía. Sin él la Historia habría sido muy diferente.

Es curioso que teniendo una historia tan épica, llena de leyendas y de hechos, que daría para una gran serie, esté relegado a un segundo plano. Por eso me sorprendió que no hubiera nada escrito en nuestra lengua sobre Abderramán I y muy poco en árabe. También creo que tiene mucho que ver que la época de la caída de la dinastía omeya en Oriente tiene escasa documentación, a diferencia de la época del califato español, y toda la aventura posterior no es nada sencilla de investigar. De hecho, a mí me ha consumido cinco años, en los que además me he encontrado con callejones sin salida. Al final he resuelto gracias al apoyo de profesores sirios y algunos expertos.

P. Antes de continuar con el protagonista, tenía intención de abordar ese aspecto. Cinco años de investigación, análisis y escritura...

R. Lo he tomado precisamente como una investigación. En ningún momento me lo he planteado de cara a una novela. Lo que he hecho ha sido reconstruir la historia en la medida de lo posible a partir de la información de la que disponía e incluso de la que no disponía. Una vez ya estaba la historia construida, con sus lagunas, ahí he cohesionado con algo de ficción. Pero mi método es de una investigación científica, una documentación como si hiciera una tesis, por así decirlo, y en ese sentido no varía mucho de otro tipo de publicaciones. Cinco años de estar investigando todo lo que caía en mis manos, también contando con el apoyo de grandes expertos como la arabista María Jesús Viguera o el investigador Eduardo Manzano. Su ayuda ha sido indispensable. Este libro ha tenido innumerables momentos de querer abandonarlo y ha habido parones porque creía que no iba a conseguir acabarlo. Por añadir, cuando uno está investigando fuentes árabes y andalusíes de la época suelen tener entre ellas algunas contradicciones, entonces es complicado porque te puede desmontar lo hecho hasta el momento y obliga a rehacer.

P. Trabajo complejo y marcado por los lógicos altibajos. ¿Cómo se aborda y continúa con esa labor?

R. Reconozco que superar esos baches, que muchas veces son abismos que duran dos o tres meses, depende más de la voluntad, del amor que se tenga por dar a conocer este período. En muchos casos es tan frustrante que dan ganas de abandonar. Lo que pasa es que mi mente no dejaba de darle vueltas y al final, digamos que con energías renovadas, lo volvías a retomar y te dabas cuenta de que lo que necesitabas era un tiempo para asentar todo. En esto no puedo evitar acordarme de Matilde Cabello, la escritora, que hablándole un día de que estaba precisamente en crisis le dije que era tarea imposible y que lo había dejado. Y ella me dijo: los libros no se dejan, los libros se apartan y habrá un momento que será el momento de retomarlo. Tenía razón.

P. Como bien dices, no es una novela sin más. Eso es casi un rara avis hoy en día, que tanto se añade y a veces desdibuja la realidad...

R. No es una novela como tal. La considero como un medio para llevar esta historia al gran público para que se dé a conocer. Sí es verdad que entre la comunidad de investigadores, no sin razón, se es un poco reacio a considerar la novela al nivel del ensayo científico. Son dos formas diferentes pero sí es verdad que en ningún momento consideraré la novela a la altura de un ensayo. Pero existe novela histórica tan bien documentada, no abunda desde luego, que sirve como introducción a un período histórico concreto. Como por ejemplo toda la obra de Santiago Posteguillo, que es innegable toda la documentación que tiene detrás, o más cercano, en la historia de Al Ándalus, que hay muy poca novela publicada, hay que mencionar a Carlos Aurensanz, que también se ve que es un muy estricto con la documentación. En definitiva de eso se trata, de otra manera de contar al público otra historia, en este caso bastante desconocida.

P. Ya que hablas de la falta de narrativa, que si es rigurosa sirve de divulgación, sobre Al Ándalus. ¿Se ha dejado caer en cierto modo en el desconocimiento aquella etapa?

R. Es que hay que tener en cuenta que la arqueología andalusí no fue reconocida como especialidad hasta hace algunas décadas. Esto tiene también, creo yo, su reflejo en el resto de aspectos. En este sentido siempre abunda la novela ambientada en el antiguo imperio romano o en otras épocas que siempre han sido más desconocidas. Pero creo que esto se debe más a la poca importancia que se le ha dado al período andalusí tradicionalmente y que ahora parece que está cambiando y que se está publicando bastante más. Cuando digo ahora me refiero a los 15 o 20 últimos años. Parece que tiene algo que ver con la influencia de la propia cultura, cuando ha habido un interés por el período andalusí esto se ha reflejado en la publicación de más novela.

P. ¿Al final estamos ante una injusticia histórica? Porque hablamos casi de un imperio a pequeña escala.

R. Si se trata de una injusticia histórica o no ya depende la opinión de cada uno. Yo soy de los que firmemente piensa que sí, que se ha relegado a un plano secundario al que es indiscutiblemente el período más glorioso de nuestra historia (España), sobre todo para los andaluces y especialmente para los cordobeses. No hay que olvidar que durante el siglo X Córdoba se convirtió en una de las ciudades más importantes del mundo y era uno de los centros culturales del Mediterráneo de referencia. ¿A qué se debe esta injusticia? Sobre eso hay mucho escrito, lejos de ser opiniones. La historiografía clásica ha tendido a retratar el período de Al Ándalus como algo ajeno, como una invasión que llegó y que luego fue expulsada, como un paréntesis de esta España que hundiría sus raíces en los íberos y celtas, en los celtíberos. Mientras se mantengan esos discursos creo que no seremos capaces de valorar Al Ándalus en su justa medida. Creo que es un error relegar Al Ándalus.

P. Volvamos al protagonista, Abderramán I el Emigrado. ¿Es importante que el gran público conozca su origen, que tiene como comentas tintes épicos, no?

R. Es evidente. Incluso por orgullo de la patria chica digamos. Porque la historia de este príncipe que instauraría el emirato está a la altura de las grandes historias de nuestra cultura. Estoy hablando de los grandes relatos épicos. Si la historia de Abderramán I tuviera la difusión que tienen otras creo que estaría a la altura. Da para una grandísima serie, que tampoco habría que esforzarse mucho en darle tintes épicos porque ya de por sí los tiene. Además, este personaje tiene esta connotación que muchos subrayan al traducirlo como el Emigrado, la palabra Al-Dahil, pero que realmente se traduce como el Entrante. Es imposible no establecer ese paralelismo con una dinastía con origen en un emigrado que tuvo que huir de una tierra en conflicto, escapar de la masacre de su familia y encontrar refugio en el otro extremo del Mediterráneo. Entonces también tiene sus tintes irónicos.

P. Estamos, desde luego, ante un superviviente. Porque además su reinado no fue sencillo...

R. Desde luego nada en su vida fue sencillo. Sí, hasta aproximadamente los 11 años él vivía entre algodones. Aun así su padre había muerto hacía algunos años. Pero él había vivido entre los muros del palacio de su abuelo, el califa Hisham. Pero él presenció o asistió a cómo tras la muerte de su abuelo la familia omeya comenzaba a deshacerse en disputas por el poder. Luego cuando los abasíes tomaron el poder se vio obligado a vagar por el mundo, alguien que posiblemente no estaba preparado para algo así. Aun así consiguió sobreponerse a innumerables peligros, que también relato en el libro, que encontró aliados, traiciones… Y luego cuando consiguió establecerse en Al Ándalus como emir su reinado no fue tampoco sencillo porque él intentaba unificar un territorio bastante heterogéneo en el que cada uno defendía sus intereses. Los bereberes por un lado, luego las distintas facciones del ejército sirio, los señores que controlaban distintos territorios… Es verdad que su reinado está marcado por una lucha constante por estabilizar ese reino naciente.

P. ¿Con qué pasaje de su vida te quedarías?

R. Creo que precisamente con la parte que está peor documentada, que es cuando se le pierde la pista. La última referencia que hay en Oriente Medio es en Palestina y luego vuelve a aparecer en la ciudad de Barca, que está aproximadamente en lo que hoy es Libia. Dicen que tuvo que cruzar el Estrecho de Suez y recorrer los centenares y centenares de kilómetros y desierto que hoy separan las actuales Palestina y Libia. Y sobre eso no hay nada. Hasta la fecha no ha aparecido nada. Aparte de lo que es la gran historia, digo yo que en esos aproximadamente tres o cuatro años que estuvo perdido le ocurrirían bastantes cosas. Creo que es la parte más apasionante. Y lejos de lo que sean elucubraciones, por supuesto su llegada a Al Ándalus y sus negociaciones, por así decirlo, con los clanes sirios. De eso sí hay bastante documentación y la historia en sí es digna de Juego de tronos porque está llena de conspiraciones.

P. Para los neófitos en la materia, ¿qué se encuentra el lector con la novela?

R. De base no deja de ser una novela muy efectiva, digamos de aventuras, épica, y está feo que lo diga pero con la narración más completa que se ha hecho hasta ahora sobre la odisea de Abderramán el Emigrado. Cualquiera que sienta interés por esta figura es una novela imprescindible, creo.

P. Por terminar... ¿Qué personaje o momento tenemos en el horizonte para una nueva obra?

R. Podría adelantar que mi gran proyecto de vida sería hacer toda una saga del período omeya de Al Ándalus. Cronológicamente ahora me tocaría seguir con su hijo Hisham o adelantar los acontecimientos hasta el conocido emir Al-Hákam (Alhakén I), el protagonista del incidente del Arrabal. Y sí que tengo algunos apuntes para una novela sobre el ascenso de Almanzor en la corte omeya, pero intento refrenarme las ansias porque considero que es un personaje tan complejo que necesito más tiempo para conseguir crearme un retrato justo de él. Me genera sentimientos encontrados. Aparte sí que estoy empezando a trabajar en un ensayo del que no puedo desvelar mucho y desde luego no quiero dejar mi lado de trabajo de investigación de fuentes andalusíes, y supongo que no faltarán tampoco publicaciones en ese ámbito.

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