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PEDRO RICARDO MIÑO ENTREVISTA

“El cante no ha mejorado. Si Camarón volviera a nacer, habría que echarle de comer aparte”

Conferencia de Pedro Ricardo Miño

Juan Velasco

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El pianista Pedro Ricardo Miño no ocultaba su felicitad por el hecho de pasar por Córdoba estos días. “Mi primer debut, el de verdad, fue aquí, en el Círculo de La Amistad. Seis personas vinieron a verme (Se ríe). Pero antes ya había venido con mis padres al Gran Teatro”, cuenta este pianista de gran linaje flamenco (sus padres son el guitarrista Ricardo Miño y la bailaora Pepa Montes).

Lo contaba a este periódico unos días antes de protagonizar una conferencia en el Conservatorio Superior Rafael Orozco, en el marco de la Cátedra de Flamencología de la Universidad de Córdoba. Miño se muestra encantado con la oportunidad: “Ir a la Cátedra es, en parte, ir a mi casa, porque esa es la casa de los flamencos. Y más en Córdoba, que es una ciudad flamenquísima”, insiste este artista, que suma más de 30 años de carrera, en los que ha acompañado a estrellas como Enrique Morente, Manuel Molina, El Pele (presente en la charla de este lunes), Arcángel, Lole Montoya o Fernando Terremoto, entre otros.

Miño, como Dorantes, Diego Amador o Chano Domínguez, forma parte de una generación de músicos que plantaron un piano junto a la silla de mimbre del cantaor, una de las que ha conseguido, además, que esto se viera con naturalidad. Lo que, desde luego, no fueron ni él ni sus compañeros, según señala el artista, es pioneros de nada.

“Mucha gente piensa que el piano flamenco es un instrumento relativamente nuevo, cuando no es así: Arturo Pavón, Pepe Romero, García Matos, Lorca con la Argentinita, Falla, Albéniz y Turina ya indagaron en esto en los años 30 y 40. Lo que sí es verdad es que, en la actualidad goza de muchísimos intérpretes, y se incorpora con naturalidad”, explica el autor de Universo Jondo (2020) o Traveller (2011), disco en el que colaboró con Anouskha Shankar y que fue nominado en los premios Grammy.

El artista trianero, formado en el Conservatorio Elemental y Superior de Música de Sevilla, lo que no tiene tan claro es que exista eso del piano flamenco. “El flamenco es el corazón del músico. Cuando se es flamenco como persona, se es flamenco al piano, al violín o a la flauta, a todo lo que uses para expresarte”, señala.

Además, aclara que el flamenco, afortunadamente, ya no es algo exclusivo de Andalucía o de España. “El flamenco ya es del mundo. Se pueden ver magníficos bailaores o músicos que viven el flamenco en otras culturas y otras tierras. Y te sorprenden instrumentos nuevos o antiguos que vuelven a usarse”, detalla Miño, que recuerda cómo el público suele pensar que la incorporación del saxofón al arte jondo fue cosa de Paco de Lucía, a pesar de que hay grabaciones de Ramón Montoya con Fernando Vilches mucho más antiguas con esta combinación de instrumentos.

Miño defiende con fervor la inquietud del músico como base de la creación. “Todo evoluciona, no podemos estar igual que hace 50 años”, apunta. Si bien, reconoce que, como músico, prefiere que “el cante suene, parezca y sea flamenco”. “Cuando el contenido artístico está más cerca del jazz, pues para eso, mejor busca un cantante de jazz”, precisa el pianista, que últimamente ha acompañado y producido a María Terremoto, una de las nuevas estrellas del cante jondo.

¿Y cómo ve este artista a las nuevas generaciones? “Hoy hay muchos enfoques artísticos. Con gente que mantiene una línea más purista y otras más modernistas. Pero, para mí, el cante no se ha mejorado. Si Camarón o El Lebrijano volvieran a nacer, habría que echarles de comer aparte”, razona Miño, que, frente a los algoritmos, los números y las redes sociales, defiende el ritual asociado al flamenco.

“A mí me gusta ponerme un traje en mi casa, llegar andando al Gran Teatro y ver o dar el concierto. A mi me gusta que el flamenco sea cercano, palpable. El flamenco es bueno por todo lo que ha sido, los genios se hicieron a sí mismos gracias a la transmisión oral. Y eso no se puede perder, los valores humanos. Estamos hablando de cultura, de sentimientos, de un arte muy antiguo”, concluye.

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