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Canciones desde el fin de la tierra

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Marta Jiménez

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Who The Fuck is El Solitario lanzaba Ivan Ferreiro desde el pecho de su camiseta. Aunque el músico promocionaba un corto sobre un artista vigués de las motos, apareció con este mensaje en el escenario al aire libre del Festival de la Guitarra para volver a dejar claro en vivo cuál es su rumbo estético y su filosofía. En realidad, el mismo que sopla sobre su nuca desde hace un cuarto de siglo.

Ni esperaba Ferreiro ni el respetable en la grada de La Axerquía una noche de julio más gallega que andaluza, de fresca brisa y árboles meciéndose en el jardín de una metafórica casa a la que invitó a todos los que importan para recibir ese repertorio épico en el melodrama, y hasta torturado en algunas canciones, que han hecho fuerte a Iván Ferreiro. Resistente sin convertirse en un campeón del rencor. Y no solo a él. Por el camino sus himnos y los que no lo son han llegado a un buen puñado de fieles que ya comienzan a transitar los caminos otoñales. Esa fue la instantánea del respetable. Por mucho que escueza.

Rodeado de instrumentos para manipular la realidad y con una gran banda en la que reinaban su hermano Amaro y el teclista Pablo Novoa, el músico llamó desde la primera canción, El Acontecimiento (Todo Lo Demás), a no dejarse arrastrar por la nostalgia. Fracaso absoluto. Los momentos de los móviles en alto y las cuerdas vocales a pleno pulmón ocurrieron con las canciones de los míticos Los Piratas: M, Fecha caducada -en una versión con guitarras hindúes y guiños electrónicos-, El equilibrio es imposible o, cómo no, Años 80.

Pero es justo decir que los viejos guiños a Los Piratas fueron tan celebrados como el resto del repertorio, encabezado por los temas de Casa, su último disco de canciones nuevas realizado, según confesión propia, durante un infierno personal que al final no lo fue tanto. De hecho fue en Casa, ahora vivo aquí en la primera que vimos bailar a Ferreiro. La travesía se llenó de canciones que se desbordan, muchas que traspasan alguna emoción. Dependiendo de cada verdad, Ferreiro parece tener la otra mitad.

La bandera de la electrónica envolvió el sonido de una gran parte del repertorio, con sucesivos jugueteos y a veces sobredimensionada en loops y demás virguerías, para pasear por prácticamente todos su discos. Desde su debut, con Viaje de Chihiro o SPNB,  a la atmósfera más reciente de El pensamiento circular, y acabar con una apoteósica Turnedo, expandiendo las mil historias que puede haber tras cada canción.

En las voces, los ojos y los bailes del público se proyectaba su punto de conexión personal con alguna de esas historias. Fieles que llegaron hace años a esta casa de voz nasal para quedarse y emocionarse. Para ser tocados por la magia de un músico que sabe bien que quien canta su mal espanta.

(Lástima que su hipnótico homenaje a Golpes bajos, Cena recalentada, no bajase a este recreo).

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