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REPORTAJE

Los 21 patios de Córdoba que salieron victoriosos en mayo vuelven a abrir sus puertas este 'veroño'

Preparativos en los patios.

María Berral

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Cincuenta patios de Córdoba se presentaron a concurso en el pasado mes de mayo, en el año en que se cumplía el centenario de la Fiesta de los Patios, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. De ellos, 21 recintos resultaron ganadores y ahora volverán a abrir sus puertas los fines de semana del 16-17 y el 23-24 de octubre, en este veroño que se mantiene con las temperaturas actuales como una segunda primavera en la ciudad. Aprovechando la nueva apertura, Cordópolis revisa la historia que encierran tres de los patios ganadores en 2021.

Del medio centenar presentado a concurso, el único con una muralla y una torre de defensa almohade, el de la calle Martín de Roa, pertenece a Maritxell Valle, que también es dueña del patio de San Basilio, 40. El primero empezó siendo la casa de los vecinos de su familia, pero su madre quería vivir junto a sus dos hijas, por lo que “vendió la otra para comprar esa y construyeron tres viviendas para vivir juntas”, ha explicado Meritxell.

El patio de San Basilio, la única casa judía que queda en el barrio “con un pozo árabe de más de 1.000 años”, lo compraron en 2015 “porque conocíamos a los propietarios” y quisimos restaurarla, “hicimos el museo de la cocina”. Así, los visitantes pueden ver “cómo ha evolucionado esta casa”. En este cuentan con un alojamiento para los turistas.

Su abuela era una mujer que en toda mudanza “lo primero que cogía era la maceta”, y su madre, una lucentina a la que también le encantaban las plantas, “la pasión me viene de ellas”. Empezaron a participar en el concurso de patios en 2005 para apoyar a sus vecinos ya que “siempre ha habido entre 10 y 20 patios a concurso y en 2005 solo se presentaron dos entre unas cosas y otras”. Lo que fue “una decisión de última hora”, ya que explica que su patio “siempre ha estado arreglado, si se muere una maceta, ponemos otra”, acabó con un segundo premio.

A día de hoy, Meritxell se dedica a hacer rutas en las que recorre cuatro patios en un tiempo de unas dos horas por ruta, trabajo que le permite poder dedicarle tiempo también a su cuidado. “Si tuviese otro trabajo, en el que entras por la mañana, sales y vuelves a entrar después no tendría tiempo”, aclara. La semana pasada, acercándose la apertura de los dos próximos fines de semana, “estuve lunes, miércoles y jueves para limpiar San Basilio 40 y abonar el patio, todos los días de 9:00 a 13:30 o 14:00”, detalla. 

Por su parte, su hermana se encarga del mantenimiento del alojamiento. Un hospedaje que surgió para que en un futuro sirva de vivienda a los hijos de ambas y que, de momento, espera a los visitantes foráneos y a sus familiares que vienen de Alemania o Cádiz. Así, “si es un inquilino pasajero viene a disfrutar del patio y le da vida”; en cambio, si fuese fijo “si llega con la bici, la deja en el patio; si tiene un perro, me lo deja en el patio”.

Meritxell vive por y para sus patios y para hacerles conocer a los turistas el patrimonio de Córdoba, “es lo que más me gusta”, detalla. Normalmente, “que sea una casa privada les suena a chino, no lo entienden”, explica la dueña de ambos patios. Además, siempre busca “que se vayan contentos y enamorados de la ciudad como lo estoy yo”, guiándoles en lugares donde comer, o donde ir a pasear.

Los participantes más jóvenes del Concurso

Carmen Ibáñez y Nacho Álvarez llevan desde cinco años participando en el festival siendo los más jóvenes. La tradición les viene por la madre de Nacho, suegra de Carmen, dueña del patio de la calle Duartas, 2. “Él nace en una casa patio y su abuela y muchas generaciones atrás”, explica Carmen, quien se ha visto arrastrada por la pasión a las flores. Son dueños del patio San Basilio 14 “una casa del siglo XVI con más de 500 años”, detalla la propietaria.

Este patio destaca por mantener de manera original la cocina, el lavadero y el baño de una casa donde vivían cinco familias. Gracias a esto, “cuando vienen los visitantes pueden ver perfectamente las dependencias donde vivían”. Además, otra de las cosas que lo caracteriza “son los grandes arcos que tiene y sus arriates”.

Para un patio que cuenta con entre 600 y 650 macetas, “el trabajo es incalculable” ya que siempre hay algo que hacer, “todos los días hay algo de mantenimiento, cuando no es regar, es trasplantar”, explica. Sin embargo, este esfuerzo se ve recompensado cuando “ llegan los visitantes y ves que es tu casa particular, que le estas abriendo la puerta y les ves la expresión que dice qué maravilla”. Esa, señala, “es la mayor de las satisfacciones”.

Diez años del hospital al patio

Isabel Luque es la suegra de Carmen Ibáñez, madre de Nacho Álvarez y dueña del patio Duartas, 2. Este pertenece a una casa antigua del siglo XVIII “a la que se le hizo una reforma” para concursar a día de hoy en la modalidad de arquitectura moderna. Isabel también creció en un patio ayudando a su madre a sacar las macetas y ha acabado compaginando durante diez años su trabajo de auxiliar de enfermería en el Reina Sofía con el cuidado de su patio.

La casa Duartas la compró junto a su marido en 1979, “dos o tres años después nos vinimos a vivir ya a aquí”, explica. Al comienzo, no concursaron, “la tuvimos para disfrutarla con nuestros hijos”, detalla. Al fallecer su madre, cogió “todas sus macetas y el patio creció un poco”. Fue entonces cuando sus hijos decidieron comenzar a participar en el concurso.

Con más de 400 macetas, el patio cuenta con más de 80 variedades de plantas, “no tengo solo geranios y gitanillas, tengo begonias alegrías, hortensias...”, relata. Además, destaca su rincón de plantas aromáticas, “tengo hierbabuena, albahaca, estevia...” y asegura que es “de las pocas que lo tiene”.

Al igual que su nuera, coincide en el enorme esfuerzo y trabajo que supone llevar adelante un patio de estas dimensiones, al que dedica “dos horas solo a regar”. Pero tal es su pasión que durante los diez últimos años de su trabajo, lo ha compaginado con el patio. Isabel ha trabajado 45 años en un hospital, “los últimos 35 años he tenido turnos de mañana” por lo que las tardes las dedicaba a las flores. Los 15 días antes del concurso, solicitaba sus vacaciones “para estar aquí” y “en las tardes y los sábados y domingos limpiaba el patio”.

A pesar de todo, coincide como cada dueño de un patio en la gratificación que sienten cuando los visitantes entran por la puerta, y señala que lo que más les gusta es “lo sorprendidos que se quedan con la floración y también con la decoración del patio”.

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