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Un lunes al sol: vuelven las visitas a las residencias de mayores

Primeras visitas en la residencia Orpea

Juan Velasco / Alex Gallegos

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Rafaela tiene 94 años y las ideas muy claras. Este lunes, tras varios meses, va a volver a recibir visitas en la residencia en la que está alojada, en Orpea Centro, en Córdoba capital. Está a punto de volver a ver a su sobrino Aurelio y está más que preparada. Eso sí, apenas pone un pie en la terraza que han acondicionado para el reencuentro, advierte un problema.

“A mí ponme la mesa al sol”, le espeta Rafaela a Adela, la psicóloga del centro, que la estaba dirigiendo a una mesa ubicada en el exterior de esta gran residencia, con capacidad para un centenar de personas mayores. Y Rafaela, que ya había aceptado posar para los periodistas, solo impone una condición: “Yo quiero al solecito”.

Claro que esta nonagenaria ya tiene tablas en esto de la prensa. Tantas como para intentar bajarse la mascarilla para la foto, provocando una cariñosa riña por parte de la psicóloga. Todo ello ante la atenta mirada de su sobrino, que casi no podía aguantar la risa. “Es que ya la han sacado antes en Tele 5”, explica Aurelio sobre su tía. “A mí me sacan en todos lados y no sé por qué”, asumía con normalidad la protagonista de la tarde.

Y es que la normalidad ha vuelto, aunque en pequeñas dosis, a algunas residencias andaluzas. Las que,desde el pasado sábado tienen permitido las salidas y visitas siempre que hayan pasado al menos siete días de la segunda dosis de la vacunación ante la Covid-19. No ocurre en todas. En un paseo hasta por seis residencias de Córdoba, solo en tres han vuelto las visitas este lunes.

Una de ellas es la Residencia de las Hermanas de los Ancianos Desamparados, la primera que recibió la vacuna de Pfizer. Allí, en la entrada, una de las residentes nos cuenta que han vuelto las visitas aunque por cautela no está permitido dejar pasar a los periodistas al salón de actos donde se están produciendo los reencuentros. No obstante, en ese momento entra una familiar que va a poder ver a su madre, a la que llevaba sin visitar presencialmente desde el 4 de diciembre.

“Por fin vuelve la normalidad”, dice la mujer mientras firma los documentos en el registro de entrada. Quien la atiende también lo siente así, a pesar de que el celo para permitir las visitas sea tan grande como para pedir que se rocíe una bolsa de plástico con líquido desinfectante antes de entrar.

“A mí me gustan las novelas, pero más me gusta la calle”

En este sentido, Adela López, la psicóloga de la Residencia Orpea, se apresura a rebajar las expectativas de normalidad sobre lo que suponen las visitas, del mismo modo que lo hizo cuando llegó la vacuna. “Hombre, hay un cierto alivio y esperanza, pero nos acaban de decir que nos tenemos que acostumbrar a mantener todos los protocolos. Esto va para largo”, aclara esta especialista, aunque uno intuya cuando visita la residencia que hay mucha más alegría este lunes de la que ha habido en los últimos meses.

La prueba de ello viene andando por un pasillo. “Se te ha cambiado la cara de salir a la calle. Hoy no has querido ver la novela”, le dice Adela a una residente que viene de dar un paseito en esta agradable y soleada tarde de febrero. “A mí me gustan las novelas, pero más me gusta la calle”, le responde la usuaria.

Como el primer día del colegio

Victoria, otra de las trabajadoras de Orpea, reconoce que se ha notado que, con la reapertura, “hay más jaleo”. “Imagínate, ahora unos entran, otros salen. Vienen contentos, eufóricos de la novedad. Es como el primer día del colegio”, explica esta especialista, responsable de la terapia ocupacional, y que, si bien lamenta que aún no se pueda llamar “normalidad” a la situación que están viviendo los ancianos, sí que se nota que hay un cambio.

Fuera, en la entrada, se ha producido un reencuentro. Mercedes llevaba sin ver a su madre desde el 6 de enero y ésta sale por la puerta de la residencia visiblemente emocionada. Apresurada, Adela acude a tomarle la temperatura a la anciana y ya la deja con su hija. Ésta nos cuenta que su madre, con la que comparte nombre, tiene 96 años, y que lleva ya casi dos años en el centro, que está ubicado a unos metros de su casa.

Así que las dos Mercedes se veían muy a menudo antes de que la pandemia lo trastocara todo. Desde entonces, hasta en tres ocasiones Orpea ha limitado las visitas a los familiares. La primera durante el Estado de Alarma; la segunda a finales de verano, cuando se produjo un brote que mantuvo el centro y a los residentes incomunicados durante seis semanas; la tercera tras un pequeño periodo de apertura en Navidad. En este tiempo, según explica Mercedes, el trabajo del equipo del centro “ha sido excepcional” pese a “lo difícil de la situación”.

El protocolo de recuperación postcovid

Adela López considera que lo que están viviendo en la pandemia los mayores internos en residencias quizá sea la versión más extrema del confinamiento. “Esto ha provocado muchas secuelas a nivel físico, cognitivo y emocional. Ahora tenemos que hacer los planes de atención incluyendo necesidades postcovid”, explica la psicóloga de la residencia, que especifica que este protocolo incluye hasta 75 carencias que hayan podido desarrollar durante la pandemia.

Este plan está pensado para ayudar a los usuarios a recuperarse de atrofias, de problemas como la pérdida de autonomía o la capacidad de socialización, a gestionar las crisis, o a mejorar de los más que habituales problemas de malnutrición. “El tono muscular lo ha perdido mucha gente. Hay gente muy desorientada. Si les pasas los cuestionarios, la puntuación en depresión está un poquito más elevada”, concreta la doctora, que sentencia que lo que está ocurriendo “tiene muchas secuelas”.

Paradójicamente, han sido los pacientes con un mayor grado de demencia quizá los que menos expuestos han estado a estas secuelas. “A cada rato se les olvidaba. Había momentos en los que no se podía salir de la habitación y a ellos te los encontrabas y te decían que se iban a ver a su vecina”, recuerda con cierta ternura la psicóloga, que reconoce que lo más positivo de la pandemia ha sido la enorme mejora que ha habido en las relaciones y en la confianza de los usuarios y las familias con los trabajadores del centro.

De nuevo, la prueba viene andando por el pasillo. “Al final me he bajado la mascarilla para que me echaran la foto”, le dice con sorna Rafaela a la psicóloga. Adela se revuelve: “Ya me lo han dicho, pillina. Se va a acabar haciendo usted famosa, Rafaela”, le dice, mientras la acompaña a coger el ascensor.

A medida que anochezca, el silencio irá ganando terreno en las residencias, que pondrán fin la turno de visitas y salidas. El deseo de todos es que haya más lunes al sol. Como el de este 15 de febrero.

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