Mujer y árbitra, oficio de alto riesgo
4 de febrero. Priego de Córdoba. Partido de fútbol de la Tercera Andaluza Juvenil. Veintidós hombres sobre el campo. Una mujer vestida de árbitra. Un jugador se encara con la colegiada. “No tienes vergüenza. Eres una perra”. El agresor es expulsado del campo. Trifulca. Termina el partido. La árbitra se dirige al vestuario. Insultos y amenazas por doquier. La colegiada logra entrar en la caseta. Los futbolistas visitantes aporrean la puerta. “Sal perra. Te vamos a matar”. Consiguen abrir la puerta. Empujones, más insultos y un puñetazo en la espalda y el pecho. La joven llega como puede al móvil y marca el número de la Guardia Civil.
La estampa que acaban de ver retratada no sucede por primera vez. Ni será la última. La violencia en el fútbol es una enfermedad endémica. Atroz. Bochornosa. Afecta a hombres y a mujeres. Es evidente. Pero las chicas son víctimas de una especial agresividad. Más discriminatoria. Más despiadada. Sobre todo si son árbitras. Qué diablos hace una mujer gobernando un partido en un deporte que es de hombres. Masculino hasta el tuétano. “Mujer tenía que ser”. “Vete a fregar a casa”. “No tienes ni puta idea”. Es la banda sonora que ha escuchado la ex árbitra cordobesa María José Villegas durante años. Hasta que se jubiló en 2021 por culpa de una lesión.
La árbitra que sufrió la agresión en Priego plasmó el episodio en el acta. Pero no quiere hablar. Hay un silencio espeso en el mundo del fútbol, pese a la gravedad de la situación. Las miserias se cocinan dentro de casa. El padre de la colegiada tampoco quiere abrir la boca. “Diríjase usted al comité de árbitros de Córdoba”. Los colegiados están sometidos a una disciplina interna y no pueden facilitar entrevistas a la prensa sin su autorización. Al otro lado del teléfono se muestra parco y serio. “No sé si mi hija quiere hablar. No sé lo que piensa”.
Cogemos el teléfono y marcamos el número del comité de árbitros de Córdoba. Responde un portavoz. “La árbitra no quiere hacer declaraciones y nosotros no vamos a presionarla a dar entrevistas sin su autorización”. La voz suena al otro lado del móvil seca como el esparto. El portavoz niega la mayor. Las mujeres árbitras no están sometidas en el fútbol a un trato diferenciado respecto a los hombres. “Sufren exactamente las mismas presiones y circunstancias”, dice indisimuladamente molesto. Si la árbitra agredida no quiere hablar, le pedimos que nos ponga en contacto con cualquier otra colegiada cordobesa de fútbol. Queremos radiografiar la vida de una mujer en un deporte que ha sido coto masculino durante décadas. Ilusa tarea la del periodista. “Pídalo formalmente al comité de árbitros de Andalucía”, sugiere lacónicamente.
Las mujeres sufren exactamente las mismas agresiones que los hombres
Agarramos el móvil y llamamos al comité de árbitros de Andalucía. Coge el teléfono una mujer. Escucha pacientemente nuestra petición y nos informa de que debe consultar a los directivos. Luego nos pide que solicitemos por escrito nuestra intención de entrevista a una árbitra de fútbol. Así lo hacemos. Al día siguiente recibimos un correo electrónico. “Le agradecemos su interés”, arranca la respuesta oficial, “y le informamos tras hablar con dirección que por ley de protección de datos no podemos facilitar datos personales de nuestro colectivo”. Protección de datos. Sorprendente argumento. Hay excusas más sofisticadas. Y añade: “Sobre el incidente acontecido ya se hicieron las declaraciones pertinentes. Disculpen las molestias”. Punto pelota.
La transparencia no ha debido de llegar a las instituciones deportivas. Mucho menos para airear el machismo secular que se atrinchera en su interior desde hace décadas. “A mí no me sorprende la actitud del comité de árbitros”. Quien así habla es sociólogo de la Universidad de Córdoba especializado en el deporte. Se llama David Moscoso y presenta un largo expediente investigador en la materia. “El fútbol ha sido siempre un coto masculino”, reflexiona. “Y es un terreno de juego al margen de las leyes. Lo hemos visto especialmente en los últimos meses en todo lo que tiene que ver con las mujeres”.
Es un asunto estrictamente cultural, sostiene Moscoso. Y aunque percibamos avances sociales en cuestiones de equidad, justicia e igualdad de trato, lo cierto es que la sociedad sigue siendo mayoritariamente “androcéntrica, patriarcal y machista”. Lo que explica un sustrato de relaciones e identidades de género que tienen que ver con el hecho de “controlar la fuente simbólica, ideológica, política y económica del poder”.
El fútbol sigue siendo un coto masculino
Y pone un ejemplo. En 1988, el presidente de la Federación Americana de Fútbol dijo públicamente que el balompié es un deporte duro de contacto que debería de seguir siendo un juego estrictamente de hombres. “Las mujeres no tienen nada que hacer”, dijo el alto dirigente deportivo estadounidense, “excepto animar a sus hombres, plancharle las camisetas y servirles refrescos”. Esas afirmaciones no tienen un siglo de vida. Están presentes todavía en muchos ámbitos, a juicio de David Moscoso.
Las mujeres, por tanto, se siguen encontrando con un rosario de obstáculos y dificultades a la hora de practicar deporte. “En España, hay casi un 20% menos de mujeres que hagan deporte”, detalla el sociólogo de la UCO. Las féminas han sido tradicionalmente expulsadas de los campos de juego por razones realmente extravagantes: el deporte es malo para la regla, puede interrumpir el embarazo, pone en entredicho la feminidad. Y las mujeres que se atrevían a practicarlo, recuerda Moscoso, eran “marimachos” y “bolleras”.
María José López es experta en derecho deportivo con unos cuantos trienios en la defensa de los futbolistas. Tampoco le sorprende la opacidad del comité de árbitros. “Es un mundo conservador y machista. No quieren reconocerlo y huyen del estigma, aunque ahora en el Día de la Mujer se pondrán la mano en el pecho hablando de la igualdad real. Y la igualdad real no existe. Hay una clara situación de discriminación por razones de sexo”.
La abogada deportiva recuerda que todas las agresiones son “intolerables”. Pero sostiene que no son equiparables las que se dirigen contra los hombres o las mujeres. “Hay agresiones que tienen una intencionalidad de odio y desprecio al sexo femenino y, por tanto, conllevan una protección diferente”. En esos casos, subraya María José López, es obligatorio activar los protocolos contra el acoso, que ya están previstos en la Ley del Deporte. “Las connotaciones hay que analizarlas y tipificarlas, porque es necesario lanzar un mensaje claro. Esas conductas hay que erradicarlas de nuestra sociedad”.
Las mujeres árbitras están en una situación de vulnerabilidad y trabajan bajo intimidación
Las federaciones deportivas y los comités de árbitros tienen una responsabilidad ineludible en la denuncia de este tipo de comportamientos y la protección de las mujeres árbitras. Muchas colegiadas se sienten desasistidas y prefieren no dar la cara. “Si salen públicamente se podrían quedar solas en su defensa, con lo cual se produciría una revictimización. Tienen miedo a denunciar porque no se sienten arropadas. Y las federaciones tienen que actuar de oficio porque disponen de instrumentos para ello. No cabe el escapismo. Es un tema muy serio”.
Las mujeres árbitras se encuentran en una situación de “vulnerabilidad” y trabajan en un contexto de evidente “intimidación” que pone en entredicho su autoridad en el campo. “No sé ni cómo se atreven a arbitrar”, lamenta María José López. Con todo, el número de mujeres colegiadas está aumentando, aunque todavía representan un “porcentaje muy ínfimo” en relación con los hombres.
La ex árbitra Villegas señala que la mayor parte de las agresiones y los insultos se producen por parte de los espectadores y no tanto por los jugadores. “Los compañeros y el mundo del arbitraje nos apoya bastante”, asegura. No quiere pronunciarse sobre el caso concreto de Priego, porque no conoce todos los detalles ni sabe si los ataques tuvieron algún sesgo sexista. “Muchas veces lo fácil es ir al insulto por ser mujer. Aunque creo que poco a poco la cosa está avanzando”.
En su opinión, este tipo de comportamientos violentos evidencian un “acto de cobardía total”, porque ser hombre o mujer es “independiente del conocimiento de las jugadas, la calidad o la actitud física de cada uno”. “Aún queda machismo y cositas por pulir”, admite la ex colegiada cordobesa, que aún sigue colaborando con la Federación Española de Fútbol. Villegas desvela que, en su caso, era refractaria a los insultos en los años en que arbitraba. “Depende de la seguridad de cada una. Y si le das valor a los ataques machistas le estás dando un altavoz. Yo no les prestaba atención”.
El sociólogo David Moscoso presentó en otoño pasado ante el Ministerio de Igualdad un estudio sobre la discriminación de las mujeres en el mundo deportivo. El exhaustivo informe retrataba un preocupante panorama sexista. Las mujeres tienen un menor acceso al poder y la toma de decisiones; se topan con obstáculos para ser árbitras, presidentas y técnicas en las instituciones deportivas; reciben premios de inferior valor; menos dietas y alojamientos de peor calidad; su salario mínimo es sustancialmente inferior; y los medios de comunicación otorgan mucho menos espacio al deporte femenino. “Hay un pastel que los hombres no quieren repartir”, concluye gráficamente Moscoso.
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