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El libro que desgrana lo que China puede aportar a España: “Hay que verlos como socios, aunque sean un competidor”

Julio Ceballos

Juan Velasco

21 de marzo de 2025 20:01 h

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Julio Ceballos pide amablemente que no quedemos con él en un bazar chino para hacerle las fotos. Lo hace, explica el consultor, para no repetir los estereotipos sobre el gigante asiático que, en buena medida, aspira a enterrar con su nuevo libro. El calibrador de estrellas (Planeta) es una obra en la que desgrana algunas de las cuestiones que, a su juicio, conviene conocer de la superpotencia oriental, con la idea de, si no copiar, al menos adaptar a una Europa en crisis en la que suenan tambores de guerra.

Ceballos también se apresura a aclarar que, con todos sus defectos, China es un ejemplo de cómo convertirse en superpotencia sin “haber pegado un tiro fuera de sus fronteras”. Esa idea es sólo una de las que deja a lo largo de una charla de generoso minutaje, y que tiene lugar en un patio cordobés, ya que el autor de El calibrador de estrellas está de visita en la ciudad para presentar este segundo volumen sobre su mirada hacia China.

De hecho, el libro se erige como una continuación de su trabajo anterior, Observar el arroz crecer, el cual ya se dedicaba a ofrecer una imagen de China más ajustada a la realidad, que él ha podido conocer tras dos décadas de trabajo y convivencia en el gigante asiático. Y, si en su primer libro se dedicó a desmontar lugares comunes como la supuesta dieta exclusiva de arroz de los chinos o la creencia errónea de que consumen carne de perro, en esta nueva publicación, se centra en analizar fundamentalmente algunas de las cuestiones que han contribuido al denominado “milagro económico chino”.

¿Por qué lo llaman milagro cuando quieren decir estrategia?

Y empieza avisando de que estamos ante otro “mito”. “Cuando lo llamamos milagro, parece que es accidental, azaroso, que es fruto de la casualidad. Para nada. El crecimiento brutal de la economía china en los últimos 40 años, que le ha sacado de la cola de los países más pobres en renta per cápita del planeta y lo ha convertido en segunda potencia mundial, es fruto de la planificación a largo plazo, de la apuesta por el talento, del fortalecimiento sistemático del sistema educativo, de una obsesión por la innovación tecnológica y una cultura del esfuerzo y el afán de superación que llevan muy dentro”, argumenta este consultor, que ha querido también desmontar otro segundo gran mito en torno a China: el de la “fábrica del mundo”.

En este sentido, si bien reconoce que es cierto que China produce aproximadamente el 30% de todos los productos que se consumen a nivel global, e incluso tiene capacidad para abastecer hasta el 70% -lo que revela un problema de sobrecapacidad-, Ceballos considera que esta etiqueta no permite ver otra realidad crucial: la de que el país se ha convertido en un “gran laboratorio de ideas, de innovación y de megatendencias” a nivel mundial.

En este punto, el consultor se frena y aclara que no pretende hacer una apología del sistema chino y que muchas de estas soluciones no serían directamente aplicables a España, aunque sí subraya la importancia de empezar a mirar hacia el este en busca de ideas, inspiración, buenas prácticas y modelos que puedan contribuir a mejorar la situación actual en Occidente, una civilización que está en decadencia.

Medicina tradicional, lectura y ritos culturales saludables

La cuestión es por dónde empezar. Y él tiene claro que arrancaría por adoptar prácticas de la medicina tradicional china, ajustar los ritmos de sueño al sol, moderar el consumo de bebidas frías, realizar ejercicios de respiración y estiramientos matutinos, comer sin llegar a la saciedad y evitar acostarse inmediatamente después de cenar. Eso a nivel individual.

A nivel social y político, lo prioritario para asimilar el modelo chino sería potenciar el fomento de la lectura. “Una población lectora es una estrategia competitiva. China lo tiene muy claro, y precisamente por eso, y no es casualidad, es uno de los tres países donde la gente lee más per cápita. Un chino viene a leer el doble de lo que lee un español”, apostilla Ceballos, que cree que fomentar la lectura es un remedio contra la “infoxicación” informativa.

De nuevo, aclara que se trata de incorporar lo que funciona en el régimen autocrático chino sin renunciar a la democracia. De hecho, el consultor aclara que China ni es una democracia ni tampoco pretende serlo. Al igual que los ciudadanos chinos tampoco aspiran a occidentalizarse. “Pero cuidado, lo que sí hacen es estudiar y analizar constantemente los modelos occidentales, adoptando aquello que consideran útil y eficaz para su propio sistema, sin detenerse en debates ideológicos sobre capitalismo o comunismo. Eso es lo que yo propongo a la inversa”, reflexiona.

Los ciudadanos chinos no aspiran a occidentalizarse

La meritocracia china

El autor de El calibrador de estrellas se muestra especialmente crítico con el funcionamiento del estado español, que, a su juicio, funciona como un equipo de burócratas que gestiona la rutina, y con los dos grandes partidos definidos más por lo que les separa que por lo que les une, lo que impide trazar estrategias a largo plazo.

En este ámbito, China, un país carente de procesos electorales, lo que hace es formar a una clase política ultraexperimentada. Es lo que él define como la “meritocracia” china, que no tiene que ver con la visión turbocapitalista del “si quieres, puedes”, sino más bien con un proceso de formación y selección que introduce parámetros meritocráticos en los puestos de más alta responsabilidad política.

“El gobierno chino se encarga de identificar, promocionar, retener y seleccionar a los mejores para los puestos clave”, explica Ceballos, quien recuerda que, para ser presidente de la República Popular China, por ejemplo, se debe tener al menos 60 años, y sumar 30 años de servicio dentro del Partido Comunista, lo que garantiza una acumulación de experiencia y capacidad de gestión presupuestaria y de equipos.

Claro que el autor reconoce que el propio sistema educativo de China es “ultracompetitivo”. “Es un sistema que deja todo tipo de traumas, incluso suicidios, con niños que desde los tres años están en una carrera que no tiene fin y que ven cómo su infancia se convierte en clases particulares y hacer deberes”, añade Ceballos, apuntando, no obstante, que, conocer cómo se forman los líderes en China no implicar copiar su sistema, sino adaptarlo manteniendo los propios valores occidentales.

Unos valores que, evidentemente, no tienen nada que ver con los del gigante asiático, que carece de la noción judeocristiana occidental de que “los últimos serán los primeros”. “La mentalidad china es que los últimos serán los últimos y los primeros serán los primeros”, apostilla. Y por eso, la lógica de los ciudadanos de esta civilización milenaria consiste en trabajar duro, acumular riqueza y asegurar el bienestar de las futuras generaciones.

El anti-decrecimiento

Una lógica que va contra una de las máximas que se han puesto sobre la mesa a futuro. ¿Qué tiene que decir China sobre la teoría del decrecimiento? Ceballos sonríe y confiesa que es la primera vez que le plantean esta pregunta. “Los chinos están en las antípodas del decrecimiento”, responde el consultor, que añade que la estrategia de China es otra: “hipertrofiar todos los rasgos del capitalismo para superar el capitalismo”.

“¿Qué va a venir después? No lo sé, pero su lógica ahora mismo es la de la acumulación”, se cuestiona este experto, que remarca que, en la cosmovisión china, la acumulación de riqueza se percibe como una forma de asegurar el recuerdo y el bienestar de los descendientes.

La estrategia de China es hipertrofiar todos los rasgos del capitalismo para superar el capitalismo

¿Son un socio fiable, entonces? Caballos lo tiene claro: “China debe ser vista como un socio, aunque sea un competidor directo”. A su juicio, no se trata tanto de cambiar a China, sino de intentar jugar con sus cartas. Allí donde China es opaca, Occidente es transparente. Y esta transparencia puede convertirse en un acto de ingenuidad en un escenario global competitivo.

“No tiene sentido jugar con las cartas abiertas. Esto no implica adoptar un régimen opaco, sino más bien ser conscientes de la dinámica global y proteger los propios intereses”, concluye este consultor, que insta a España y a Europa a colaborar con el gigante asiático en intereses comunes como la lucha contra el cambio climático y la proliferación nuclear.

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