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ÁLEX GALLEGOS / Rafael Ávalos

16 de abril de 2023 14:13 h

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La temperatura es buena. El sol está presente. También es agradable el ambiente. Y el escenario es magnífico. ¿Qué más puede faltar? Pues un buen plato de comida. Son estos los ingredientes de la fiesta de la Virgen de Belén, que popularmente es conocida como ‘Habas en Las Ermitas’. Una celebración que este domingo ha vuelto al calendario cordobés después de tres años. Porque en 2020 y 2021 no puedo tener lugar debido a la pandemia de Covid-19 y en 2022, cuando parecía que sería posible el regreso… las condiciones meteorológicas lo impidieron.

Como siempre, ha sido la explanada a los pies del monumento del Sagrado Corazón de Jesús el lugar para tan emblemática cita. Hasta allí se han desplazado centenares de personas deseosas de disfrutar de una mañana de convivencia y, por supuesto, de una ración de habas. El yantar se ha producido, también como es habitual, después de la misa en honor a Nuestra Señora de Belén. El acto litúrgico ha abierto el día en torno a las 11:00. Tras él, la parte lúdica, que, en cierto modo, ha sido aviso de que el Mayo Festivo de Córdoba está muy próximo.

Pero, ¿cuál es el origen de tan curiosa festividad? La tradición actual continúa, de otra forma muy distinta, una vieja costumbre. Mucho tiempo ha, los habitantes del lugar no dudaban en acoger con hospitalidad a quienes hasta allí se acercaban. Claro está, los residentes eran los ermitaños, que entre otras actividades cuidaban de huertas. La tierra les aportaba, por ejemplo, habas, y con ellas alimentaban a los necesitados que acudían para satisfacer su hambre. De aquellos gestos nobles, estos divertimentos de hoy, todo en un marco tan admirable como la sierra cordobesa.

Esos ermitaños estuvieron en este rincón hasta la mitad del siglo XX. En concreto, fue en 1957 cuando terminó su historia. Pero dejaron un legado que cuida la Asociación Amigos de Las Ermitas. El organismo trabaja desde 1983 para proteger el entorno, pero también para ofrecer actividades de ocio como ésta. Desde luego, la religiosidad no ha faltado, pero ha sido con posterioridad cuando la fiesta ha ido en aumento. Así ha sido entre cazuelas con un buen potaje de habas. Como cada año, siempre que las circunstancias lo han permitido, el domingo posterior al de Resurrección.

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