Del autoencierro a la libertad: la residencia de mayores que se hizo fortín cumple un año sin un solo caso de Covid
En marzo de 2020, las trabajadoras del Centro de Alzheimer de Alcaracejos tomaron una decisión: pasarían la cuarentena confinadas allí con los residentes para evitar que el coronavirus traspasara las puertas del centro y afectara a los mayores, población de alto riesgo ante la Covid-19. Ese confinamiento inicial se fue alargando como las prórrogas del estado de alarma hasta llegar a 41 días de encierro y, después, todos estos meses han mantenido las medidas de protección frente al virus. ¿El resultado? El triunfo de esta residencia, sin un solo caso de coronavirus, cuando se cumple ahora un año del primer caso detectado en la provincia de Córdoba. Han pasado del encierro a la esperanza, de no salir de su centro a la libertad de poder pasear por su pueblo después de haber sido inmunizados con la vacuna.
La satisfacción de haber mantenido a raya al virus es difícil de expresar después de todo este año tan duro. Pero se intuye en las palabras de la directora de la residencia, Ylenia Polvoreda, al volver a hablar tantos meses después con Cordópolis. El esfuerzo que hicieron trabajadoras y residentes ha valido la pena: ninguno de sus 63 mayores han sufrido Covid y entre las personas que trabajan allí -55- solo una persona lo sufrió cuando estaba de vacaciones. El virus nunca entró en la residencia. Fue un auténtico fortín inexpugnable.
El camino hasta llegar a marzo de 2021 con este triunfo no ha sido fácil. La residencia estableció grupos burbuja de trabajadoras y usuarios, circuitos diferenciados dentro del centro, desarrolló actividades en cada habitación de los mayores, se reorganizó la vida en el comedor y de los salones, con turnos para cada una de las actividades. Y mantuvieron una zona de aislamiento preventivo, donde se alojaba a cualquier residente que presentara algún síntoma compatible con la Covid19, hasta que las pruebas descartaban la presencia del virus.
En esta residencia de Alcaracejos tampoco olvidarán la Nochevieja de 2020. No porque celebraran una fiesta para despedir ese año maldito, sino porque precisamente el 31 de diciembre fue el día en que recibieron la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus. Tres semanas después, el 21 de enero, se les administró la segunda dosis y siete días después, ya iniciaban el mes de febrero inmunizados. “Un alivio”, sintetiza la directora del centro sobre el sentir general desde entonces.
Un sprint final hasta la vacunación
El último tramo de esta carrera de fondo hasta la inmunización lo vivieron como un sprint final, aumentando incluso las medidas de prevención, “para evitar que el virus entrara en el centro a última hora”, explica Polvoreda. Fuera de las paredes del centro, en la localidad de Alcaracejos -con apenas 1.400 habitantes-, la evolución epidemiológica marcaba cifras muy elevadas, no alcanzadas durante la primera ni segunda ola y con una tasa de incidencia superior a los 1.000 casos que obligó a cerrar perimetralmente la localidad primero a mediados de enero y, a finales de ese mes, incluso al cierre de toda actividad salvo la esencial.
El reto fue entonces que las entradas y salidas de las trabajadoras, no implicara que tuvieran contacto con positivos en el pueblo y, con ello, introdujeran la Covid en la residencia, justo cuando ya se vislumbraba la meta final.
De ahí que durante todos estos meses, incluso ahora, el centro mantenga muchas de las normas de prevención contra el virus, incluidas en el Plan de Convivencia instaurado en la residencia, según explica su directora, que habla con prudencia de la situación actual. Una situación que los residentes han podido sobrellevar también con ayuda de la psicóloga del centro, “atendiendo emocionalmente” a los usuarios, que han pasado por una situación tan dura durante todo un año.
Ahora, el horizonte se ve con una mirada más tranquila en la residencia de Alcaracejos. Las visitas al centro ya se han permitido y también las salidas, con familiares y sin ellos. Todos los días, el centro se encarga de que los mayores puedan respirar al aire libre, en la plaza del pueblo, dando pasos en la socialización necesaria y vital tanto dentro como fuera del centro. “Emocionados”. Esa es la palabra que resume el triunfo de los usuarios y trabajadoras del centro, en su triunfo desde el encierro a la libertad.
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