Siendo un niño, con solo 10 años, José Antonio perdió a su madre. El año pasado, poco antes de que se declarara el estado de alarma por la pandemia de la Covid, vio morir “de un día para otro”, a su sobrina María de 25 años, por una infección que, sospechan, pudo ser el coronavirus. Este joven cordobés ha necesitado trece meses de terapia de duelo, bajo la guía de una experta, para afrontar y sobreponerse a las dos pérdidas. Es el denominado 'coaching' para mirar de frente y aceptar a la muerte, la de un ser querido y también la propia, episodios que forman parte de la vida en sí misma, que toda persona va a tener que pasar y para lo que casi nunca se está preparado. La muerte, tan presente en estos días por Todos los Santos y la fiesta de Halloween, pero a la que, el resto del año, no se mira con naturalidad.
Los frecuentes episodios de ansiedad que José Antonio sufría después del fallecimiento de su sobrina -que, por edad y relación, “era para mí como una hermana”-, le llevaron a buscar ayuda. La encontró en la consulta de Eloísa Acosta, terapeuta transpersonal y gestalt, especializada en la terapia sobre el duelo, la pérdida y el tránsito. Hasta ella, como el caso de José Antonio, llegan personas que “no son capaces de hacer frente a lo que están sintiendo. Sufren el desbordamiento emocional que conlleva la pérdida de un ser querido”.
Esta especialista del 'coaching' frente a la muerte apunta el sentir mayoritario de quien se enfrenta a la pérdida, al desgarro por el adiós de un ser querido. “Me dicen: Yo lo que quiero es no sentir este dolor. Y ese dolor es inevitable, pero el sufrimiento sí es evitable”. Para ello, la terapia consiste en “transitar por ese dolor, servir de sostén emocional” para la persona que debe pasar por las distintas fases del duelo. Desde la fase de negación del adiós a otra persona, hasta aceptarlo pero sin ser capaz de expresar el carrusel de sentimientos que implica, y llegar finalmente a la aceptación completa de la muerte para continuar con su propia vida.
“A mí, la terapia me ha ayudado a entender que la vida es esto y que las cosas pasan y, sobre todo, que la vida sigue”, relata José Antonio. “Hay que tener herramientas para seguir adelante y, aunque suene raro, sacarle el lado positivo, aunque sea difícil”. En su caso, cuenta, la muerte de su sobrina sirvió “para limar asperezas y para un acercamiento en la familia” y, a eso, se aferra para aceptar que, con su muerte, su sobrina María “nos hizo ese regalo, fue generosa hasta el final”.
Como él, los pacientes de la terapia de duelo, pasan una vez a la semana por la consulta de Eloísa, y van superando etapas. “En el momento no te das cuenta de las fases, porque vas allí a desahogarte, a abrirte... Pero luego sí lo ves, que has pasado de la negación absoluta donde eres incapaz de aceptar lo que ha pasado, hasta el final, donde eres capaz de abrazar la situación. El dolor va a existir, pero puedes acogerlo y convivir con él”, dice, mientras pone el foco en “aprender a recordar lo bueno que las personas nos han aportado en vida”.
“El duelo se hace por quien se ha ido pero también por lo que de ti se ha ido con esa persona”, explica la terapeuta, “qué significaba en tu vida”. “Hay gente que, por eso, se queda muy descolocada, con un gran vacío. Cuando le preguntas qué era para ti esa persona, te dicen: Era mi vida. Y es así, es una parte de tu vida, y ese duelo también hay que aprender a hacerlo. Hay que seguir tu vida sin esa parte de ella”.
Y para seguir la vida, hay que afrontar la muerte, con ayuda. “La muerte es un tabú en nuestra sociedad. Y, las personas de tu alrededor, te acompañan en un primer momento pero, a veces, parece que no se comprende que, pasado el tiempo, sigas diciendo que estás mal. Por eso, también se hace terapia en grupo, con personas que están en la misma situación y que saben a la perfección por lo que estás pasando”. Luego, el tiempo que cada cual necesite para afrontar la pérdida, va en función de su ritmo de aceptación: “Varía según las características de cada persona, del vínculo con quien se ha ido, de los recursos personales... Hay quien en un año vuelve a mirar la vida y hay quien se queda más estancado, sobre todo, por duelos no resueltos”.
Precisamente, un duelo no resuelto, el de la pérdida de su madre cuando el tenía solo 10 años, fue lo que hizo que José Antonio empleara hasta trece meses en finalizar su terapia. “Un duelo desentierra a otro duelo mal cerrado. Y el de mi sobrina sirvió para aflorar el de mi madre. Solo me hubiese costado mucho trabajo, pero así he podido trabajar los dos duelos a la vez”, afirma, reconfortado.
Y si difícil es aceptar la muerte de un ser cercano, afrontar la muerte propia es otro ámbito para el que apenas se nos prepara. “La muerte es tabú” -repite la terapeuta- “Se elimina, como si no existiera, no se mira. El 1 de noviembre es el día en que se recuerda a los difuntos, se habla de la muerte, pero la gente sufre y muere el resto de los días también”. De ahí, que apunte a “la importancia de los rituales, socialmente, culturalmente, para tener más presente la finitud de la vida”.
La terapia transpersonal -sobre el tránsito- cuenta también con especialistas que preparan a una persona tanto para acompañar a otra en su adiós como para la muerte propia. “Se dice mucho eso de poder morir en paz, ¿pero qué es eso?”, cuestiona. “Tiene que ver con tu propia vida y hay que prepararse, por tanto, durante ella”, explica. “Debemos tomar conciencia de que todos vamos a morir y, por tanto, decidir cómo quiero vivir y cómo quiero morir, sin dejar asuntos pendientes”.
Por eso, ante la proximidad de la muerte, se trabajan esos aspectos: “Hay profesionales que se dedican a esto, específicamente. Qué necesitas resolver antes de irte, una conversación, decir un 'lo siento', solucionar sentimientos de culpa, peleas en la familia... ”. Y, en definitiva, saber afrontar, en vida, la muerte.
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