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Sobre la palabra, la memoria y la historia de la Mezquita

Juana Castro, Miguel Santiago, Rafael Mir, antes de la mesa redonda. | TONI BLANCO

Manuel J. Albert

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La Plataforma Mezquita-Catedral Patrimonio de Todos organiza una mesa redonda con Miguel Santiago y Juana Castro, Rafael Mir para debatir acerca de la gestión del monumento

Marta Jiménez soltó anoche una de esas preguntas que Rafael Mir Jordano responde tras dejar pasar uno o dos segundos llenos de intención. “¿A quién pertenece la Mezquita Catedral?”, inquirió la periodista al abogado y escritor. Silencio. En ese breve ínterin mudo, este que les escribe tuvo ganas de levantarse y gritar: “¡A ti, a mí, a todos!”. Pero no venía al caso. Ambos interlocutores se encontraban en la mesa redonda organizada por la Plataforma Mezquita-Catedral Patrimonio de Todos en el auditorio de la Facultad de Ciencias del Trabajo -casi totalmente lleno- y no era cuestión de dar semejante susto desde el patio de butacas. De hecho, el susto -tranquilo, pausado y certero- lo dió el propio Mir en una respuesta que, en realidad, todos conocen ya: “Según el registro de la Propiedad, la Mezquita es de la Iglesia, pero considero que el artículo 206 de la Ley Hipotecaria en la que se basa esa inmatriculación [acción de registrar por primera vez un inmueble] del monumento es anticonstitucional”.

Desde que en febrero la Plataforma iniciase su campaña para pedir una gestión pública del monumento -sin dejar de ser usado como templo católico- a fin de garantizar, entre otras cosas, una explicación del mismo acorde con su pasado musulmán, su esencia andalusí y su actual carácter cristiano, el ruido se ha impuesto en muchas ocasiones al debate. Y la mesa redonda de ayer, con Jiménez de moderadora y Mir de ponente junto a Miguel Santiago, portavoz de la Plataforma y la poeta Juana Castro -ambos cristianos de base- trató de ofrecer una visión meridiana y alejada del griterío de lo que este colectivo pretende. “No buscamos la expropiación de nada, solo defendemos lo nuestro”, zanjó Mir. “Porque tampoco se puede expropiar algo que no pertenece a un particular, claro”, señaló Jiménez, en relación directa a la inmatriculación del monumento por parte de la Iglesia, a la que la Plataforma se opone.

Tanto Mir como Juana Castro lamentaron el deterioro de la imagen de Córdoba a causa de cómo la Iglesia ha cambiado el lenguaje y el discurso historiográfico del monumento. “Se quiere borrar el 90% del pasado del templo. Si la Mezquita es un 10% arquitectura cristiana y un 90% musulmana, se quiere borrar todo lo último”, señaló el abogado. La poeta reconoció la “vergüenza” que ha sentido al mostrar el templo a familiares extranjeros y comprobar cómo ha cambiado toda la cartelería que ya no hace referencia alguna al hecho de que se pisa una antigua Mezquita, única en sus características en todo el mundo. Una vergüenza que se ahonda cuando se atiende al relato que del templo se ofrece en los trípticos repartidos por el Cabildo entre los turistas. Unos folletos en los que se define la construcción musulmana como una simple “intervención islámica” en una basílica cristiana visigoda, desaparecida hace más de 1.000 años. Y es que la importancia de las palabras es crucial, recordó Castro. “Lo que no se nombra no existe. El lenguaje crea realidad. Si nos hurtan la palabra Mezquita se cambia el pensamiento y se cambia la historia”, alertó la poeta. “Y los cordobeses nunca tuvimos ningún problema con las palabras. Unas veces íbamos a la Mezquita, otras veces a la Catedral y otras la Mezquita-Catedral”, añadió.

Miguel Santiago, por último, lanzó un mensaje optimista y realista a un tiempo. “Es cierto que la Iglesia vive tiempos de extrema derecha en su jerarquía. Los tres últimos obispos de Córdoba eran herederos de los presidentes más conservadores de la Conferencia Episcopal, Suquía y Rouco Varela. Pero tenemos que seguir trabajando. Somos ciudadanos y hemos de creer en la política, en el poder de lo público y en el hecho de que se pueden cambiar las leyes. Pero para eso tenemos que seguir en el debate. Y, sobre todo, pedir que en ese debate entren todos. Y yo me pregunto. ¿Dónde está el Ayuntamiento? ¿Dónde está la Universidad de Córdoba?”. Y así, con esas preguntas al aire, terminó la mesa redonda y comenzó el turno de preguntas.

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