800 euros al mes con familias a su cargo: los motivos de la huelga de limpiadoras en Reina Sofía
Detrás de cada una de las limpiadoras en huelga del Reina Sofía, hay una vida. La mayoría de ellas según han contado a Cordópolis tienen hijos, menos o más pequeños, pero tienen una familia que mantener y un sueldo que oscila los 800 euros. Este es el principal motivo que les ha llevado a reivindicarse hasta el punto de acampar en el hospital -incluso por las noches-.
Cada una de ellas, está ahí para reclamar un sueldo digno, Marta (nombre ficticio) explica cómo tras llevar trabajando casi 20 años, su salario apenas ha variado. “Mi primera nómina era de 600 euros y hoy, con antigüedad, plus transporte y plus festivo, gano 800”, detalla. Además, aclara que trabaja “un festivo sí, uno no” y que pese a venir a trabajar un uno de enero, tampoco recibe nada.
Por unas mejores condiciones laborales han decidido llevar su huelga hasta el extremo de llegar a pasar las noches en vela en uno de los callejones del hospital, lo que conlleva dejar desatendidas a sus familias. Mayte, ha pasado una de estas noches a la intemperie pero asegura que lleva cuatro días sin pisar apenas su casa, solo para dormir, “llego por la noche, me voy a las 7:00, luego me vuelvo a venir y la otra noche me quedé a dormir aquí”, explica.
Esta situación le está afectando, al igual que a todas sus compañeras en muchos aspectos, “te afecta al cansancio y económicamente, porque aquí desayunas, comes...”, un gasto al que se le suman la retirada de una pequeña parte del sueldo por cada día en huelga. “Nos quitan entorno a 40 euros por día”, detalla.
Mari Carmen, lleva 27 años trabajando en el hospital y vive con su marido, su hijo y su nieto, pero sale de trabajar -por estar en servicios mínimos- y se va a la calle con sus compañeras. Por ello, en su casa, aclara su hijo “se va a trabajar y mi marido se va allí, y si no puedo ir a hacer comida ellos se averiguan o van a comer fuera”, explica.
Después de tantos años trabajando y haber pasado por una pandemia, que continua, se han echado a la calle para exigir un convenio “digno” con un salario mínimo y unos pluses adaptados a su trabajo. “Ahora queremos que nos den nuestros derechos y lo que nos pertenece”, manifiesta Pepi, quien llegó a pasar lo peor de la pandemia trabajando en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
Además de estas reclamaciones, piden que se les reconozca su trabajo así como el esfuerzo que han realizado durante los dos años que han transcurrido de pandemia. “Les han dado un plus a los trabajadores de Mercadona, a Policía...a todos y nadie se ha acordado de nosotros”, señala Mari Carmen. La situación está llegando a cansar a todas las empleadas y a quienes les acompañan, como es el caso Juan, marido de Mari Carmen, que se mantiene cada día junto a su mujer y sus compañeras.
“Una vez te ponías el EPI no había distinción de personal”
Mayte recordará siempre el 13 de marzo de 2020, cuando le dieron la noticia de que tenía que irse a la tercera planta con pacientes covid, “temblando” y sin saber qué hacer. “Pensaba qué me pongo, qué pudo rozar y qué no; qué me voy a encontrar, cómo me lo voy a encontrar...”, narra.
Pero tampoco se le olvidará cómo durante su jornada laboral no había nada que distinguiera o diera más poder a unos cargos que a otros. “Hemos sido una familia, no hemos sido limpiadoras, auxiliares o médicos aparte; una vez que te ponías el EPI no había distinción de personal”, señala. Asimismo hace hincapié en la importancia de la limpieza, más aún, durante esta época “al principio iba una limpiadora detrás de cada paciente, limpiando ascensores, pasillos, pomos, puertas...todo, aunque el paciente iba en camilla”.
“Les cogía la mano aunque no sabía si me escuchaban o me sentían”
Una época que les ha causado consecuencias psicológicas a todas y cada una de ellas, con vivencias que les han marcado y se les han quedado grabadas en la memoria. “Sobre todo se me ha quedado que la gente se iba con cara de pena, eso me ha marcado mucho”, expresa. Una expresión que pretendía cambiar, al igual que otras compañeras dando la mano y estando presente en los últimos momentos de vida de los pacientes. “Les cogía la mano aunque no sabía si me escuchaban o me sentían pero para que ese último suspiro no lo dieran solos”.
Su trabajo se multiplicó y además han intentado apoyar a los enfermos pero, según expone, es algo que “no está pagado ni agradecido”. Así lo admite Mayte que reconoce que les ha hecho falta un “oye, muy bien”, al menos para saber que su trabajo se tiene en cuenta, “se agradecería”.
“He estado 5 meses de baja por depresión por pánico”
Enfrentarse a una pandemia es algo que le ha causado secuelas psicológicas a gran parte de la población, incluidas estas trabajadoras a las que se las han causado sus vivencias dentro del hospital. Es el caso de otra compañera, que comparte nombre, Mari Carmen. “He estado cinco meses de baja por depresión por pánico al covid”, aclara.
Y es que la situación cambió completamente en el hospital, “por todo lo que veíamos, los familiares llorando, cómo salían corriendo de un lado para otro porque venía alguien...”, detalla. El pánico que se vivió en unos pasillos donde solo se veían EPI y donde se desinfectaba al paso de cada paciente.
Aunque no solo han sido solo secuelas psicológicas, “hay una compañera que estuvo de baja un año y medio porque se contagió y se le complicó con los pulmones”, explica Pepi. O el caso de Aurora, quien estuvo cinco meses sin poder moverse de la cama tras contagiarse también en octubre de 2020.
Un conjunto de situaciones, vivencias, historias y vidas detrás de cada una de las trabajadoras que este jueves han vuelto a pasar el día y la noche en la calle para reivindicar que este esfuerzo se valore. Un esfuerzo seguido de otro al pasar noches a cero grados, sin dormir y gracias a la ayuda de sus compañeros sanitarios que les han ofrecido mantas y cafés para sobrellevarlo mejor.
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