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Una huella imborrable

Rafael Ávalos

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La Virgen de la O recorre Fátima en un rosario vespertino extraordinario con motivo del 20 aniversario de su bendición | Su pro hermandad realiza una ofrenda floral a Nuestra Señora de Fátima en una cita memorable

La noche cubre la ciudad con su manto. El cielo presenta su tonalidad más oscura, que embellece una luna incompleta. De repente todo termina, al tiempo que comienza. El aroma a incienso todavía es perceptible. Como las emociones, continúa en el aire de de Fátima. Las puertas se cierran y llega el final. Aunque en realidad es un punto y aparte en el inicio de una historia con muchas más páginas por escribir. Al tiempo que la tinta de los sentimientos se convierte en negro sobre blanco en los corazones de fieles y cofrades el recuerdo ya invade a quienes son testigos de una cita única. En su templo se encuentra, cuando el sábado abre paso al domingo, María Santísima de la O. Veinte años de devoción intensa en la Aurora bien merecen una jornada especial. Y lo es el recorrido que la Virgen, primera de Antonio Bernal para la ciudad, por un barrio que no duda en acompañarla, en seguirla y ofrecerle su cálido abrazo. Cada instante es inolvidable y forma parte de lo que es, desde el momento en el que el camino concluye, una huella imborrable.

No pocos cofrades se congregaron a las puertas de la parroquia de Nuestra Señora de la Aurora desde minutos antes de la siete. Ésa fue la hora en la que todo comenzó en Fátima, que acogió con expectación una cita realmente especial. Era la tarde de este sábado diferente para la vecindad, pues iba a caminar por sus calles María Santísima de la O. La imagen recorrió su barrio, volcado con la celebración, con motivo del 20 aniversario de su bendición. Una efeméride que quiso conmemorar la pro hermandad a la que da nombre y en la que desearon tener presencia varias corporaciones de la ciudad. E incluso de fuera: el paso sobre el que marchó la Virgen portó candelabros del Carmen de Andújar. Fueron estos sólo unos de los muchos elementos que otras corporaciones cedieron para la ocasión.

Comenzó el rosario vespertino de carácter extraordinario de María Santísima de la O con una difícil salida por lo empinado de las escaleras de acceso a la parroquia de la Aurora. Del paso, cedido por el Carmen de San Cayetano, fueron retiradas las patas en el instante en el que cruzó la puerta del templo que se levanta junto a los restos de lo que fuera la antigua prisión de Córdoba. La Virgen apareció sin corona, que le fue colocada acto seguido. Lucía especialmente la pieza tras la labor de restauración y de enriquecimiento llevada a cabo por Manuel Valera. La comitiva iniciaba entonces su trayecto hasta la vecina parroquia de Nuestra Señora de Fátima. La imagen, a la que acompañaban otras hermandades de la ciudad, caminó entre numerosos cofrades con el rezo del santo rosario a través de un coro de voces.

Fue con la noche ya presente cuando la María Santísima de la O, cuyas manos enseñaban un hermoso Rosario de corales obsequio de la Estrella, alcanzó la parroquia de Nuestra Señora de Fátima. En este templo tuvieron lugar más instantes de imperecedera presencia en la memoria. Tras el rezo de las letanías y el canto de la salve llegó la ofrenda floral a la Virgen que da nombre a esa iglesia y a todo el barrio, que también acompañó a la imagen que tallara Antonio Bernal en el camino de vuelta a su templo. En ese segundo trayecto contó con los sones de la Banda de Música Nuestra Señora de la Estrella, que tras la “Marcha Real” interpretó “La Estrella Sublime” en el comienzo de un alegre transitar. Lo fue por el carácter de la cita y por las obras musicales elegidas para la misma. La Virgen de la O avanzó por las calles al compás que marcó también la noche. Y fue en la madrugada cuando atrás dejó una huella, en efecto, imborrable.

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