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Hostelería en fase 2: la mitad de aforo con el doble de ganas

Reapertura del Bar Millán | TONI BLANCO

Juan Velasco

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En el Barrio de San Lorenzo, en pleno corazón de Córdoba, la imagen más triste del vecindario durante el estado de alarma ha sido la de la persiana echada del Bar Millán, centro neurálgico del ocio en la zona. Su cierre alargado, motivado por la escasez de veladores, se ha roto este lunes con la entrada de Córdoba en fase 2. Y cualquiera diría que la plaza de San Juan de Letrán parece otra.

A las 7:00 de la mañana, los más madrugadores se encontraban con la alegría y se empezaba a correr la voz en el vecindario: el Millán ya está abierto. Y con él, la nueva normalidad es más parecida a la vieja normalidad. Porque, salvo por una capa de pintura en la fachada y en el patio, por las marcas disuasiorias en el suelo y por la abundancia de geles hidroalcohólicos, el Millán es el bar de siempre, el incombustible club de parroquianos del barrio que nunca había tenido que cerrar tanto tiempo.

“Después de ochenta y tantos años es la primera vez que cierra dos meses el bar. Ha tenido que venir un virus para que cerremos”, explica Alfonso detrás de la mascarilla y detrás de la barra, mientras prepara tostadas y cafés con el primer arreón de la mañana. Su salón está a medio gas, con mucho menos mobiliario. En la terraza hay cuatro veladores donde antes había el doble, y el patio de luz, recién pintado, también ha cobrado vida para el desayuno.

Apenas lleva unas horas abierto, pero muchos vecinos se han acercado a saludar y a celebrar su vuelta. Alfonso sabe que todavía faltan otros tantos por venir. “No sé si es miedo o que no se han enterado bien”, señala el camarero, entre explicación y explicación de las nuevas reglas a los clientes, a los que, por ejemplo, ya no se permite estar en la barra.

Y eso ya es un gran cambio en un establecimiento de los de codo en barra, y que ahora, al menos durante un tiempo, será de los saludo con el codo.

“Había que abrir, aunque solo sea para que la gente nos vea”

A escasos 650 metros de allí, en la Taberna Santi, el sentimiento es absolutamente similar. Se trata de un local que siempre estaba lleno de vida, y cuyo dueño, Santi, rara vez dejaba durante todo el día. Este lunes, ha vuelto a abrir sus puertas después de más de dos meses cerrado, para disgusto de los amantes de los ibéricos de la zona de El Realejo.

Para Santi, el estado de alarma ha sido unas vacaciones forzadas que, eso sí, ha aprovechado para estar en el campo con su familia. La reapertura le ha devuelto a su rutina de cortador de jamón y atención personalizada -Santi sabe casi a la perfección lo que toma cada parroquiano-, acompañado solo de uno de sus varios camareros, el único que ha podido sacar del ERTE, mientras va viendo como evoluciona la cosa.

Porque en el Santi ya no hay mesas altas, ni barras laterales, se pide a los clientes que se laven las manos al entrar y se les reparte en las mesas que hay dispuestas en sus tres espacios -dos salones y un patio de luz-, que a las 10:45 están ocupadas casi al máximo. Hace dos meses, todo sea dicho, habría gente esperando para poder desayunar.

“Pero había que abrir”, tercia Santi, “aunque solo sea para que la gente nos vea y se vaya creando ya la idea de que estamos aquí para lo que haga falta”. Así, la taberna abrirá poco a poco. Hoy, hasta las 17:00. “Ya iremos viendo cómo y cuándo ampliamos”, concluye el hostelero, antes de volver al cuchillo jamonero.

Servicios de 90 minutos por mesa y espacio súper amplio

En la Pizzería El Patrón, Rafa y su equipo están de preparativos para la reapertura al público de esta noche. En este establecimiento mítico del barrio de Santa Marina llevan, eso sí, varias semanas repartiendo su clásica cocina italiana a domicilio. Lo que toca hoy, por fin, es darle vida a un bello local con un gran patio que ha estado cerrado durante más de dos meses.

Este lunes, Rafa va a alternar las mesas con reserva y dejará algunas cuantas abiertas a quien pase por la puerta. A los clientes les está explicando que se va a dar servicio de 90 minutos por mesa y con un aforo mucho más reducido, del 40%. “Yo lo voy a poner para que se sientan cómodos. Voy a poner cuatro mesas y quiero que quien las ocupe se sienta muy cómodo, respetando en todo momento la distancia de seguridad”, explica el hostelero, que reconoce que en 54 años jamás había pasado dos meses cerrado.

“Yo soy muy optimista. Yo creo que esto ha pasado porque tenía que pasar y bueno, pues pasará y toca adaptarnos. Yo sé que hay muchas criaturas que están hipotecados y que no van a poder hacer frente a los gastos que le han venido, pero yo, gracias a dios, estoy tranquilo. Y soy optimista y creo que pronto volveremos a rodar otra vez”, concluye Rafael antes de volver a coger el metro.

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