En aquella época
En aquella época tenías que pasar por allí,
llevar algunas monedas encima,
pensar que sería divertido, incluso convencerla de ello,
dar vueltas a un asiento gastado de tanto roce hasta acertar con la altura adecuada,
arrimarse bien el uno al otro por las estrecheces
y aguantar la risa que pasaba en instantes a ser carcajada, el pestañeo o,
imposible esto último, las ganas de besarse.
Después, además, los minutos de espera,
más besos, claro,
las miradas furtivas al cajón del revelado
y los ruidos que avisaban del fin de sus tareas.
…
Ahora lo llaman selfie.
Bendito foto-matón.
Y qué recuerdos.
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